En una colaboración para
Protestante Digital de hace tres años daba cuenta de por qué me había removido emocional e intelectualmente escuchar a don José en una entrevista radiofónica. Entonces el hecho me llevó a escribir un artículo, para agradecerle el que su denodado ministerio realizado en España me hubiese enriquecido en México junto con un grupo de queridos y recordados hermanos, con quienes iba descubriendo lo que significaba irse formando bíblicamente a la vez que dialogábamos y debatíamos con el marxismo que entonces dominaba el mundo preuniversitario y universitario mexicano. Reproduzco lo publicado por
PD en mayo del 2007, porque sigue reflejando mi aprecio por el doctor José Grau. Va desde México un emocionado abrazo,
ab imo pectore.
Escucharle de viva voz ha sido para mí conmovedor e impactante. La muy oportuna entrevista que le han hecho en
eMisión, cuya liga colocó en su menú
Protestante Digital, me impulsó a escribir este artículo. A don José no le conozco personalmente, pero su nombre y los beneficios de su ministerio me han acompañado desde las primeras semanas posteriores a mi conversión, en mis agitados años de la adolescencia.
Estoy seguro que casos parecidos al mío existen por todas partes del mundo hispanoamericano. A México llegaban los libros de Ediciones Evangélicas Europeas, los que descubrimos en una librería de la ciudad de México que ya no existe, “La Antorcha”. En el grupo estudiantil evangélico del que era parte, devorábamos los volúmenes editados en España por don José Grau. Esas obras nos ayudaron a conformar, sobre la marcha, tanto un entendimiento de nuestra nueva fe como nos dotaron de herramientas apologéticas para presentar el Evangelio en muy diversos foros de la siempre dinámica Universidad Nacional Autónoma de México. Conservo con profundo agradecimiento esos libros, cuyo turno para leerlos esperábamos ansiosos quienes conformábamos la célula evangélica universitaria. Tales obras fueron leídas con avidez, releídas cuidadosamente, y centro de prolongadas conversaciones de un grupo que vivía con intensidad su descubierta fe cristiana.
Un libro nodal para el protestantismo latinoamericano que estaba construyendo una teología bíblica y contextualizada, fue publicado por la editorial heroicamente impulsada por José Grau y su esposa, doña María Beltrán. Ese libro recogió las ponencias presentadas en la Consulta fundadora de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (12 al 18 de diciembre de1970, en Cochabamba, Bolivia), su título:
El debate contemporáneo sobre la Biblia. Los resultados del coloquio fueron editados en 1972, la tarea la llevó a cabo el coordinador del evento, Pedro Savage, quien tuvo el apoyo de José Grau para hacer públicas las deliberaciones que tuvieron lugar en las instalaciones de un sencillo seminario teológico latinoamericano.
Me imagino que entonces (1972, año de publicación del
Debate) fue una aventura, y/o amplitud de miras, invertir tiempo y recursos por parte de don José para dar a conocer los pasos iniciales de la FTL, movimiento que, con los años, renovaría la teología protestante/evangélica latinoamericana y tendría repercusiones en otros continentes. Fue Ediciones Evangélicas Europeas, no alguna editorial protestante de América Latina, la que se atrevió a lanzar un libro “subversivo”, leído con sospecha por el evangelicalismo más conservador y con escepticismo por el protestantismo ecuménico, entonces seducido por el pensamiento revolucionario. Unos consideraron la obra como muestra de un izquierdismo peligroso, otros la criticaron por cuestionar las premisas marxistas adoptadas por teólogos que le daban primacía al cambio social por vías insurreccionales.
De las tareas editoriales y autorales de José Grau destaco un libro que debería reeditarse y difundirse ampliamente en el vasto mundo de habla castellana. Tengo en mente el volumen
El fundamento apostólico (la primera edición es de 1966, y la segunda –la que poseo- de 1973), pequeño gran libro en el que don José nos dio a conocer a muchos las riquezas del pensamiento teológico de Bruce, Cullman, Ramm, Ridderbos y Stonehouse, entre otros. Un esfuerzo monumental de investigación y escritura, y adicionalmente editorial, de José Grau lo representa su trabajo en dos volúmenes
Catolicismo romano, orígenes y desarrollo (Ediciones Evangélicas Europeas, 1987-1990, 2ª. Edición, 1418 pp.). Es de resaltar que la primera edición debió ver la luz de forma casi clandestina, y, para protección del autor, con el seudónimo de Javier Gonzaga. La razón: la unión del franquismo con la Iglesia católica hacía en extremo difícil el trabajo de los protestantes en España. La osadía de publicar libros sin el
imprimatur de las autoridades católicas le valieron a don José y su esposa decomisos de lo publicado, vigilancias policíacas y sufrir encarcelamientos.
Hoy, con todas las facilidades que provee la tecnología, es perfectamente posible recoger el fondo editorial de Ediciones Evangélicas Europeas y compilarlo en uno o dos discos compactos. Se podrían hacer ediciones facsimilares, que conservaran para las nuevas generaciones una herencia riquísima, acumulada en condiciones de persecución. Alguien, en España, de las varias instituciones evangélicas a las que contribuyó a formar don José, podría impulsar este proyecto. Porque su obra editorial es ejemplar, un estímulo para quienes nos quejamos de falta de mejores condiciones para forjar libros y distribuirlos en Hispanoamérica. Escuchar, en la entrevista hecha a don José en
eMisión, que solamente dos, él y su esposa, eran todo el personal de Ediciones Evangélicas Europeas, es un acicate y testimonio que nos inyecta esperanza para continuar en el arduo trabajo de escribir y organizarnos para editar libros que no muchos leen, pero que a largo plazo pueden germinar en vidas y lugares insospechados.
Otro proyecto para reconocer el ministerio de José Grau y María Beltrán va por el lado de producir un libro. Sus capítulos estarían redactados por quienes examinasen las distintas facetas de la pareja. Porque además de Ediciones Evangélicas Europeas, don José ha sido docente en varias instituciones teológicas, mayormente españolas. De los muchos que le han escuchado predicar, habrá seguramente quien pudiese plasmar por escrito esa dimensión de un personaje que centra sus creencias y conducta en la autoridad de la Palabra. Lo mismo es válido para su vocación pastoral, que, imagino a la distancia, ha sido amorosa y fructífera en la vida de quienes ha servido en las comunidades de fe con las que ha estado comprometido. En fin, su multidimensional servicio a la Iglesia evangélica hispanohablante pudiese recogerse en ese hipotético volumen de homenaje a don José.
Solicito a quien, o quienes, decidan emprender esta tarea que este breve artículo sea considerado como la contribución de alguien que aunque no conoce personalmente a don José Grau, sí le tiene muy cerca de su agradecido corazón.
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