En nuestros días de intensos intercambios cognoscitivos podemos encontrar en Inglaterra seguidores de algún culto iniciado en Brasil. O bien sabemos de la existencia de los llamados
reginos entre jóvenes europeos seducidos por la mezcla religiosa que hace Antonio Velasco Piña, en su libro
Regina, dando como resultado el llamado lamaísmo aztequista. De igual forma grupos religiosos originados en Asia, como los
moonies, tienen miles de adeptos en prácticamente todas las naciones de América Latina. En Corea del Sur, los evangélicos de éste país son una significativa fuerza misionera que está replanteando el futuro de quiénes, cómo y a dónde envían propagadores de la fe.
Por lo anterior
se hace necesario tratar de entender las implicaciones socioculturales de los intercambios que en el terreno religioso acontecen en el mundo globalizado. Ya parece que van de salida, de manera definitiva, las pseudos explicaciones conspirativas. Éstas reducían todo a motivaciones de control político/ideológico. Así el arribo de algún credo religioso a nuevas tierras necesariamente tenía afanes intervencionistas en beneficio de las potencias económicas, y/o intereses mediatizadores que facilitarían la expansión del imperialismo cultural. Tal hermenéutica concluía que, por citar la muestra más socorrida, el gobierno de Estados Unidos estaba detrás de los grupos protestantes y su objetivo era desmovilizar las luchas populares, para en su lugar ofrecerle a la gente una fe escapista y escasamente preocupada por los asuntos “mundanos”.
La endeble explicación, conocida como
Teoría de la conspiración, tuvo sus mejores épocas entre los antropólogos y sociólogos marxistas en las décadas de los 70´s, 80´s y parte de los noventas del siglo pasado.
Hoy, en América Latina y desde la derecha, todavía es vigente el esquema entre quienes enarbolan la colisión cultura hispanista católica versus cultura protestante anglosajona. En México, y en sus últimos años, el escritor José Vasconcelos fue un acendrado defensor del hispanismo católico, cuando en su juventud y madurez había contado con apoyos y amigos protestantes que le respaldaron en su confrontación al régimen posrevolucionario. Por su parte Samuel P. Huntington, en su obra
¿Quiénes somos?: los desafíos a la identidad nacional estadounidense (Editorial Paidós, 2004), ve amenazada la cultura anglo-protestante por las oleadas de inmigrantes ilegales mayormente católicos que llegan del sur latinoamericano, y por ende propone una política de mano dura contra los invasores.
Hoy, cuando ya existen suficientes estudios de casos acerca de las vías de implantación de religiones y creencias foráneas en un campo dado, tiene más fuerza interpretativa entre los sociólogos de la religión, por basarse en evidencias comprobables, comprender las causas endógenas que propician el enraizamiento de nuevas creencias entre los habitantes de una determinada comunidad. Porque los adeptos a los credos foráneos
no son recipientes vacíos a los que predicadores, gurús, profetas, iluminados o chamanes puedan verterles lo que deseen sin contar con la aceptación de los prosélitos. El mensaje es recibido porque toca fibras sensibles, ciertas necesidades de quienes deciden adoptarlo.
Igualmente cuando una de las características de las sociedades modernas y posmodernas es la volatilidad de las identidades y su cambio constante,
es ingenuo creer que pueden levantarse murallas culturales que eviten la introducción de credos ajenos a eso que se ha dado en llamar la idiosincrasia (supuestamente inmutable) de los pueblos. Dicha pretensión quisiera meter a las colectividades en una especie de congeladora del tiempo para que mantengan y reproduzcan su identidad ancestral, sin interferencia de ideas ajenas a las que se les considera siempre negativas.
El anterior anhelo, añoranza de la inmovilidad social, choca con los hechos que muestran cómo son las sociedades más tradicionales las que han sido a su vez las más receptivas para adoptar nuevos credos. Da bien cuenta de ello Jean-Pierre Bastian, en el libro
La mutación religiosa de América Latina. Para una sociología del cambio social en la modernidad periférica (Fondo de Cultura Económica), donde documenta cómo el acelerado crecimiento de grupos pentecostales, mormones, testigos de Jehová y otros ha sido especialmente fructífero entre los indígenas latinoamericanos.
A finales del 2007 fue publicado el Atlas de la diversidad religiosa en México, en cuya elaboración participaron varias prestigiados centros académicos del país. Cualquiera que lea detenidamente el amplio volumen, se percatará de que es un equívoco creer que en la nación mexicana la fe católica tiene asegurado el predominio en las conciencias de la ciudadanía. El avance continuo de las iglesias protestantes/evangélicas, sobre todo en su vertiente pentecostal, está reconfigurando el mapa religioso del país. Por otra parte México hace un buen tiempo que dejó de ser exclusivamente receptor de credos religiosos. Lo mismo sucede con otros países latinoamericanos como Brasil, Argentina, Chile, Guatemala, Ecuador, por citar sólo algunos. Todos ellos son activos exportadores de misioneros, pastores y líderes religiosos.
Los evangélicos mexicanos, y grupos de cierta cercanía con esta corriente histórico/teológica en el país como la denominación La Luz del Mundo, tienen misioneros en Estados Unidos, Europa y otras partes del orbe. España es una de las naciones europeas a las que confesiones pentecostales y neopentecostales han enviado representantes para que establezcan grupos como los existentes en México. Me pregunto, ¿cómo evalúan allá esas incursiones? Incluso en Granada se establecieron hace años misioneros mexicanos que tienen por objeto evangelizar a los musulmanes del vecino Magreb, aprovechando la cercanía de la península ibérica con esa zona musulmana. Tal vez pronto algún sociólogo musulmán elabore una investigación sobre los intentos de romper la unidad cultural marroquí por parte de unos misioneros protestantes del lejano México.
Es constatable el intenso intercambio religioso existente en el mundo. La abundante oferta de lo que los científicos sociales denominan
bienes simbólicos de salvación, originada por todas partes, que es multipolar, es uno de los procesos que está atrayendo de manera creciente los más diversos intereses explicativos.
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