El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La cultura que se encierra en sí misma, minusvalorando a las otras, está condenada a muchos fracasos y empobrecimientos.
Este es un término moderno que sustituye al de mundialización, pero de significado equivalente. Relativo o perteneciente al mundo entero. De esto tenemos mucho en los cuatro Evangelios.
Frente a la “mística de ojos cerrados” propia de las religiones orientales, Jesús de Nazaret impulsa una “mística de ojos abiertos” que se abre responsablemente al sufrimiento de las personas.
Si bien las enormes reducciones de la pobreza son motivo de celebración, también hay razones para que nos preocupemos por la naturaleza actual de la economía mundial.
El siglo XX marcó un cambio en el flujo de personal misionero y recursos financieros del mundo occidental hacia el mundo no occidental o mayoritario, y del Norte Global hacia el Sur Global. ¿Cuáles son las realidades de esta transición?
Una de las facetas en las que el mal se muestra de forma global es en la corrupción.
En este tercer milenio no va a ser posible ser cristiano, sin serlo radical y apasionadamente.
El dominio globalizador es precisamente el germen de tanto nacionalismo contemporáneo.
La globalización no es una fuente inagotable de beneficios para la humanidad como predican unos, ni tampoco es responsable de todos los efectos perversos que le adjudican otros.
Lo global, se quiera o no reconocer, conforma absolutamente toda nuestra existencia terrena. De ahí la necesidad de estudiar minuciosamente el tema para saber cómo debemos vivir.
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