Pidamos al Señor que, en medio de la algarabía de las fiestas que nos distraen y nos engañan, podamos identificar y conocer el verdadero gozo de la presencia de Cristo en nuestro mundo.
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Pero el ángel les dijo: — No tengan miedo, porque vengo a traerles una buena noticia, que será causa de gran alegría para todo el pueblo. En la ciudad de David les ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esta será la señal para que lo reconozcan: encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. (Lucas 2:10-12 La Palabra)
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Hay algunos que dicen que la navidad no tiene sustento bíblico. Eso es un gran error. Es cierto que la navidad en la Biblia no tiene nada que ver con las fiestas que vemos que se realizan por todas partes, con desperdicio de dinero, con excesos en comida y bebida, con regalos y decoraciones de la temporada. Es cierto. Así no es la navidad en la Biblia.
Pero hay abundantes textos bíblicos que sustentan la importancia del nacimiento del Mesías, desde los profetas, que proclamaban que Un niño nos es nacido, hijo nos es dado. Y el principado [el gobierno] sobre su hombro. Y se llamará su nombre Admirable consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz (Isaías 9:6). Además, en los Evangelios según Mateo y Lucas se despliegan los relatos navideños que demuestran que para los primeros cristianos esto era un asunto importante, que se celebraba en sus cultos, por los cánticos que nos han llegado hasta hoy por medio del Evangelio según Lucas.
En el Evangelio según Juan la navidad también está presente, porque el Verbo eterno de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Así mismo en las epístolas dice que cuando vino el cumplimiento del tiemplo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley (Gálatas 4:4). De manera que, desde el principio de nuestra historia, los cristianos hemos celebrado la navidad, porque es el corazón de las buenas noticias de gran gozo para todo el pueblo.
El ángel dijo a los pastores la primera frase que los ángeles aprenden a decir en un lenguaje humano: “No tengan miedo”. Es muy lógico que un ángel diga eso por la gran impresión que causaría ver a un ángel.
El anuncio del nacimiento de Cristo es una noticia de gran gozo, para todos. Es una alegría que no conoce fronteras. No es un gozo exclusivo de unos cuantos. Es un gozo universal. No es sólo la alegría de los buenos, los poderosos o los santos. Es un gozo para todos. Para los que andamos en el camino correcto y para los que no. Para los que tenemos y para los que no tenemos bienes materiales. Para quienes estamos cerca y para quienes estamos lejos. Para los que merecemos y para los que no merecemos. Es buena noticia de alegría.
Si el anuncio de la llegada del Señor Jesús al planeta tierra es una noticia de gozo, entonces debemos reflexionar sobre el lugar del gozo en la misión de la iglesia y en el discipulado cristiano. ¿Qué lugar debe ocupar el gozo en nuestro seguimiento de Cristo? En el tiempo de adviento, Dios lleva a la iglesia a su hangar para darle mantenimiento. Uno de los elementos que Dios atiende es ¿cómo está nuestro gozo?
Pidamos al Señor que, en medio de la algarabía de las fiestas que nos distraen y nos engañan, podamos identificar y conocer el verdadero gozo de la presencia de Cristo en nuestro mundo.
El gozo es un asunto serio. Aunque suene raro, tenemos que decir que, para el Señor, el gozo en nuestra relación con Dios es un asunto serio. No se trata de un accesorio que pudiéramos considerar como un lujo que no es indispensable, como el control eléctrico de las ventanas en un auto –que es una comodidad, pero no es indispensable para que funcione el vehículo. Más bien el gozo es como el motor. Es decir, es indispensable para que pueda moverse el carro.
Y para el Señor, la actitud de gozo con la que se vive nuestra relación con Dios es un asunto muy serio. En el capítulo 28 de Deuteronomio se anuncian tanto las bendiciones de seguir la palabra de Dios como las consecuencias de abandonar el camino correcto. Las bendiciones de obedecer al Señor se describen como bienestar y abundancia, es decir, paz en lo familiar, en la provisión, y en las cuestiones sociales. También están las consecuencias negativas por la desobediencia a la palabra de Dios. Cuando se dice por qué vendrían todas esas plagas, guerras y calamidades –cosas terribles que ocurrirían en el pueblo si abandona la ley de Dios, se señala algo de manera específica: Porque no serviste al Señor tu Dios con alegría y gozo de corazón (Dt. 28:48).
Por eso decimos que el gozo es cosa seria. Porque tal vez pudiéramos decirle al Señor: “Pero Señor, concédeme el derecho de réplica… Sí te he servido. Te he servido con diligencia. No he sido perezoso. Te he servido con responsabilidad, y con excelencia. Incluso te he servido cuando los otros no te han servido. Cuando los otros han sido irresponsables, sólo yo te he servido. Te he servido más que todos los demás”. Sí, pero no con gozo. La queja de Dios contra el pueblo no consiste en si le han servido o no, sino en que no lo han hecho con alegría y gozo de corazón.
El servir al Señor con gozo es vivir nuestra relación con Dios como un deleite, con gusto y con ganas. Porque es una relación de amor. El gozo es una manifestación del amor. Es la prueba de que nuestra voluntad está totalmente dispuesta para caminar con Cristo todo el día, y todos los días. Equivale a lo que en español llamamos ganas. Es decir, una actitud con que se hacen las cosas, una especie de entusiasmo y buena voluntad de ver al Señor más claramente, para seguirle, obedecerle y amarle con todo el corazón.
El Señor conoce nuestro corazón, y por supuesto que se da cuenta mejor que nadie si al trabajar, al servir, al crear o incluso, al descansar, estamos poniendo en ello nuestra alegría. El gozo es una de las palabras clave de la misión cristiana. Todo lo que hacemos debe promover la esperanza, debe ser gobernado por el amor, y debe tener la fuerza del gozo como motor propulsor de vida. Todo lo que hagamos también debe generar más esperanza, más amor, más gozo y más paz en quienes nos rodean. Esos son los criterios de evaluación de nuestro trabajo para el Señor. Son las cosas que reciben mantenimiento en el hangar de Dios.
Hay dos dimensiones de la vida. La ética (la del deber) y la estética (la del gusto). Cuando se vive todo sólo como cumpliendo el deber, estamos en la dimensión ética de la vida. Cuando las cosas se hacen por gusto es cuando decimos que estamos en la dimensión estética.
El Señor nos invita a entrar en la dimensión estética: hacer las cosas por gusto, por placer, como un disfrute. Es una bendición vivir así, trabajando y haciendo la mayor parte de las cosas durante el día con esta actitud. Si en el empleo que tenemos podemos disfrutar y además de ello recibir un salario, esa es una bienaventuranza muy especial.
Sin embargo, para la mayoría de la gente no es así. Sabemos lo que es tener que hacer algo que no necesariamente es muy placentero para poder pagar la renta, los recibos y las cuentas del mes. Son ocupaciones y actividades necesarias –aunque no placenteras. Son obligaciones éticas, responsabilidades de trabajo para poder salir adelante con los pagos.
También el Señor Jesús era trabajador y conocía la dimensión ética. Dice el evangelio que era un carpintero. No era un pensador, o un estudiante en una escuela rabínica. No era un filósofo o un poeta que se pasara todo el día haciendo rimas. Era un carpintero. La palabra original en griego es tekton. Alguien que trabaja en la construcción.
Cuando decimos carpintero nos imaginamos a un artesano fino que hace muebles de madera. Pero en realidad, el tekton hacía todo lo relacionado con la construcción, como un albañil. El principal de todos los tekton es el arqui-tecto. Es decir que la ocupación del Señor Jesús era la construcción. La mayor parte de la vida productiva del Señor Jesús la pasó trabajando en algo tal vez no muy placentero: escarbando cimientos, sacando piedras, sudando para cargar ladrillos, poner cobertizos o techos, enjarrar paredes con estuco, etcétera.
Él conocía el desafío de traer la dimensión del gusto y del placer (del gozo) hacia la dimensión del deber y la responsabilidad. En Hebreos 12 dice que fue “por el gozo puesto delante de él” que logró la redención del cosmos. Cristo realizó su gran tarea de rescate por gusto, con todas las ganas, no simplemente por el cumplimiento de un deber, o porque fuera su responsabilidad hacerlo, sino por el gozo. El gozo, la alegría, fue su principal motivación para salvarnos.
Tal vez hoy vivimos apresados por la dimensión ética, y el Señor nos llama a que nos invada la dimensión estética de la vida: la vida vivida en disfrute y deleite, en placer, libertad y alegría.
Que el Señor nos ayude a hacer todas nuestras cosas con amor, aún aquellas tareas que no nos parecen placenteras. Que tengamos la capacidad de ver cómo podemos servir con gusto por medio de todo lo que hacemos.
Andar con Cristo es ver la vida de otra manera. Es entrar en la dimensión del gozo, es la invasión del deleite a todas las áreas de la vida. Dios nos invita a trasladarnos de la dimensión ética –donde todo se hace como cumplimiento de un deber—a la estética, donde a cada momento le hallamos un disfrute especial.
El nacimiento del Señor Jesús es una noticia de gran gozo para todo el pueblo. Cuando Cristo se acerca a nuestra vida conocemos la plenitud de gozo a la que se refiere el salmo 16. Dios es una fuente de gozo; es una fuente de delicias. En la presencia de Dios hay plenitud de gozo. Quien vive con Dios conoce el gozo. Hacerse acompañar de Dios en la vida es conocer el verdadero deleite y placer.
Dice el himno del trío Mar del Plata: “En Cristo tengo todo; no hay nada que me falte. Las cosas más comunes tienen sabor por él”. Es decir, que las cosas más sencillas de la vida, como un vaso de agua o un plato de frijoles se convierten en un banquete especial, en una maravilla porque Cristo nos acompaña. Conocer a Cristo es conocer el gozo.
La depresión no es el estado normal de la vida cristiana. Sí, pasamos por tiempos de tristeza, y en ocasiones es muy profunda. Así como el Señor Jesús también pasó por momentos en los que dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”. Si el Señor Jesús sintió en su alma una profunda tristeza, nosotros también podemos pasar por la tristeza o la depresión. Pero no nos estacionamos ahí. El Señor Jesús no se quedó deprimido de manera permanente –para siempre. Fue un episodio, pero él no se quedó a vivir en la tristeza.
La lección es que pasamos por el valle de sombras de muerte, pero no nos quedamos a vivir ahí. Todos pasamos por la tristeza, pero el ver el cayado y la vara de nuestro pastor, nos infunde aliento. En nuestra tristeza y en nuestra depresión, el Señor está con nosotros. No vamos solos. Podemos pasar el valle de sombras, y hay luz al final del túnel. La tristeza no es el estado normal y permanente de la vida cristiana.
Por la gracia de Dios encontramos tiempos nuevos, hay nuevos horizontes por los que vuelve a salir el sol. Por eso hay gozo. Cuando vuelve a amanecer se renueva al cien por ciento la misericordia de Dios. Todo lo que se gastó de la misericordia de Dios el día de ayer, hoy ha quedado suministrado de nuevo, y su misericordia se ha renovado por completo. La mañana es un mensaje de perdón. La salida del sol es un mensaje de gracia, de nuevo comienzo. Son los brazos abiertos de Dios que nos invitan a volver a casa, al perdón de Dios. Con Dios hay gozo. Hay gusto, hay placer y hay deleite.
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El nacimiento del Señor Jesús es buena noticia de gran gozo para todo el pueblo. Y en la presencia de Dios hay plenitud de gozo. Quiere decir que Dios hace que la dimensión estética de la vida lo llene todo. Entre lo que se hace sólo por el cumplimiento de un deber y lo que se hace por gusto, Dios se inclina por esto último. Todo lo que hace lo hace por gozo y con gozo. Su proceder siempre es estético, motivado por el gozo, por el gusto, por el placer.
Para empezar, el gozo es la razón por la cual Dios creó todo el universo. Cuando Dios le dio espacio a la creación, cuando Dios creó el universo, cuando llamó a la existencia a todo por medio de su Palabra creadora, lo hizo por gozo. Es decir, por el gusto de hacerlo. No fue obligado a hacerlo, ni trabajó sólo por su sentido de responsabilidad. La existencia del universo se debe al gozo de Dios.
También proclamamos que cuando Dios realizó el rescate de todo su universo, cuando envió al Hijo Jesús, lo hizo también por gozo. Cuando el Señor Jesús fue a la cruz lo hizo “por el gozo puesto delante de él—menospreciando el oprobio”. Esto quiere decir que el Señor Jesús nos redimió por gozo. Por gozo nos dio la salvación con su muerte en la cruz. No lo hizo por obligación, ni porque eso fuera su deber y nada más. Ciertamente cumplió cabalmente un deber, pero lo hizo con gozo.
Cuando el Señor Jesús realizó su ministerio, cuando anduvo por nuestros caminos, hizo sus milagros y dio sus enseñanzas, murió en la cruz romana y resucitó al tercer día, realmente cumplió su deber, pero lo hizo lleno de gozo.
Dios nos invita a trasladarnos de un tipo de vida gobernado sólo por el cumplimiento de deberes a otro gobernado por el gozo. ¿Podemos hacer ese cambio? Todos tenemos obligaciones y responsabilidades. Y debemos cumplirlas porque tenemos que pagar nuestras cuentas y procurar el sustento. Pero ¿podemos hacerlo todo con gozo?
¿Podemos movernos y funcionar desde la dimensión de lo estético, de lo bello? ¿Podemos inundar nuestras actividades de ganas y entusiasmo, de placer y alegría, de gusto por vivir y por servir?
Si nuestra existencia se debe al gozo de Dios, y nuestra redención se efectuó por el gozo del Señor, quiere decir que este asunto debe ocupar un lugar importante en nuestra vida cotidiana, en nuestro trabajo y servicio, en nuestras relaciones familiares y sociales, y en nuestra misión cristiana.
Que el Señor nos perdone si no hemos tomado en serio el lugar que debe ocupar el gozo en nuestra vida. A veces es difícil encontrarle belleza a un mundo tan descompuesto. La amargura quiere ganar terreno en nuestro corazón. Que el Espíritu Santo nos transforme para ser más y más como el Hijo Jesús, y conocer la plenitud de gozo que hay en la presencia del Padre. Amén.
¿Qué es la hermosura del Señor? ¿En qué consiste la estética de Dios? En el mundo antiguo, los hebreos no se distinguieron por ser un pueblo muy artístico. Tenían prohibido hacer representaciones de Dios en esculturas o pinturas. Fueron los griegos quienes desarrollaron una teoría de la estética que está basada en el equilibrio, la proporción y la armonía. En arquitectura, escultura, arte gráfico y poesía, ellos dejaron las bases de la estética occidental.
Los griegos heredaron a la cultura occidental su concepción de lo estético como algo placentero a la vista. Para ellos la hermosura es equilibrio, proporción y armonía en una composición arquitectónica o escultórica. Desde ese punto de vista preguntamos: ¿Qué es la hermosura del Señor? ¿Cómo interpretar la frase del salmo 27 que menciona la hermosura del Señor? ¿Acaso quiere decir que el templo de Jerusalén es más hermoso que el Partenón de Atenas?
La respuesta es no. Los hebreos tenían otra idea de la dimensión estética. Concebían de otra forma lo bello y lo hermoso. En la Biblia hay otra teoría estética, que no está basada en la impresión visual, como la estética de los griegos. La hermosura del Señor tiene que ver con la manera en que se levanta al caído. Es cómo se restituye la dignidad perdida. Es cómo se perdona al culpable, se encuentra al perdido, y se dignifica al ofendido y marginado. La hermosura del Señor es la manera en que los hambrientos son sustentados por su misericordia, y la forma en que los de corazón quebrantado encuentran consolación. Es la atención especial que Dios da al huérfano, a la viuda y al inmigrante que no tiene protecciones legales ni derechos.
La hermosura del Señor es la manera en que el solitario puede encontrar hogar y familia. Eso es lo bello de conocer a Dios. Por las maravillas que Dios hace en el mundo, por todo lo bueno que hace entre los humanos que lo necesitamos. Levanta del polvo al menesteroso y lo hace sentarse con los príncipes de su pueblo. Hace habitar en familia a la estéril que se goza de ser madre de muchos hijos. Hace que los últimos sean primeros; va a buscar y a salvar a quien se había perdido.
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En eso consiste la teoría estética del salmo 27. En eso consiste la hermosura, el gusto y el placer al que nos invita Dios. Esa es la invitación del gozo. Que todo lo que hagamos esté marcado por este gozo y alegría, por este disfrute, por estas delicias que se encuentran cerca del Señor.
El gozo del Señor es nuestra fortaleza, porque todo lo que Dios ha hecho por salvar a su mundo nos llena de alegría y nos inspira a vivir transformados en esperanza, paz, gozo y amor.
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