Amar sin diferencias

“El amor es la única cosa que crece cuando se reparte.” Victor Hugo

“Amar es ser vulnerable, y esa vulnerabilidad es precisamente el espacio donde el amor divino puede obrar.” C. S. Lewis

Hace tan solo unos días escuché una plenaria de una misionera trabajando entre los musulmanes, que tocó profundamente mi corazón.

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Entre otras muchas cosas hablaba de lo que amaba al pueblo árabe, un pueblo tan hospitalario y especial... el amor que rezumaba su plenaria traspasó mi alma, la entendí perfectamente.

Y esta mañana leí algo que hablaba de un niño cuyo mejor amigo era de color, los dos fueron invitados a un cumpleaños, pero la mamá del niño homenajeado no permitió la entrada a este niño diferente; cuando el niño de raza blanca se hizo mayor se convirtió en maestro de escuela, y siempre dejaba libre una silla en su clase.

Cuando los alumnos le preguntaban el porqué hacia eso, contestaba: “Siempre debe haber un lugar en la clase para todos.”

El amor que viene de Dios no se detiene ante barreras, ni se reduce a simpatías, afinidades o semejanzas, es un amor que abraza sin preguntar, que mira sin etiquetar y que sirve sin calcular.

Jesús no amó por categorías, amó con presencia, con verdad y con entrega; no buscó a los perfectos, buscó a los que necesitaban ser vistos.

Ese amor incomoda demasiadas veces, porque nos llama a salir de nosotros mismos y nos recuerda que amar no es un sentimiento selectivo, sino una decisión que transforma.

La Escritura lo expresa con una claridad que atraviesa los siglos:

“Porque Dios no hace acepción de personas.” Hechos 10:34

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor los unos por los otros.” Juan 13:35

Amar sin diferencias no significa ignorar el dolor o fingir armonía, significa dejar que Dios modele nuestra mirada para que en cada persona descubramos un reflejo suyo.

Cuando nos atrevemos a amar así, algo en el mundo cambia: las heridas encuentran bálsamo, las distancias se acortan, y la dignidad tantas veces negada, vuelve a levantarse.

El amor sin diferencias es una revolución silenciosa que empieza en lo pequeño: un gesto, una escucha, una mano que no se retrae.

Es mi más profundo deseo que este amor de Dios... amplio, valiente y sin favoritismos, sea el que marque nuestras palabras y acciones. Y que ello nos desafíe a mirar más allá de lo evidente y a abrazar incluso donde antes había recelo.

Que cada día podamos escoger amar un poco más como él: sin miedo, sin fronteras, sin excusas; porque al final, el mundo cambia cuando alguien decide amar como Dios ama… y ese “alguien” puedes ser tú hoy.

Termino dejando un poema que escribí hace tiempo que intenta plasmar lo que siento:

CÁLIDA MANO SOBRE MI

Hoy agradezco, Señor, el murmullo de tu río;

ese murmullo que suena musitando al corazón,

refrescando, consolando, calmando y dándome vida;

murmullo que es a mi oído como trocitos de amor.

Amor que me va envolviendo.

Amor que me va enredando.

Amor que me va tornando

las lágrimas en dulzura que se terminan callando.

Y canción de espuma blanca bajo preciosa arboleda,

y canción que va tocando la piedra de mi castillo;

canción de arpa y violines que dice a mi alma doblada:

Eres mi hija querida, y por ti forjé destino.

Pero lo que más añoro y agradezco, Dios del alma,

es mi mano tan vacía entre la tuya guardada;

tu mano cálida y fuerte sosteniendo mi flaqueza.

¡Señor de la vida mía, del murmullo, río y agua!

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