Cristo ha cancelado nuestra deuda espiritual de pecado, porque en la cruz él clavó el documento que nos obligaba.
Por tanto, de la manera que han recibido a Cristo Jesús el Señor, así anden en él, firmemente arraigados y sobreedificados en él, y confirmados por la fe así como han sido enseñados, abundando en acciones de gracias. (Colosenses 2:6-7 Reina-Valera Actualizada 2015)
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Pareciera que el mundo está estructurado para beneficiarse de nuestro miedo. Casi toda la publicidad, de cualquier tipo, capitaliza alguno de nuestros miedos: miedo a los que son diferentes, miedo a la insignificancia y al aislamiento, miedo a que salgan a la luz nuestras vergüenzas secretas. ¿Podría haber otra manera de vivir? ¿Es posible vivir sin miedo?
¿Qué tienen en común los árboles, las torres y los vasos? ¿Y qué tienen que ver con seguir a Jesús?
El texto de Colosenses utiliza tres palabras que representan la vida sin miedo al seguir a Cristo. Primero, estamos enraizados en Cristo. Así como las raíces de un árbol se extienden a gran profundidad para encontrar agua y nutrientes y para anclar al árbol firmemente ante las tormentas más difíciles, nuestra conexión con Jesús trae vida y estabilidad para reemplazar el miedo. Hemos aceptado a JesuCristo como dueño y Señor. Por eso, debemos vivir como a él le agrada: Estar arraigados en él es confiar cada vez más en él como Señor de todos los aspectos de la vida.
En segundo lugar, estamos edificados y sobreedificados. Esta idea complementa a la anterior; a medida que nuestras raíces se hacen más profundas en la confianza en Cristo, nuestra vida se fortalece. Seremos como torres, que tienen cimientos que llegan a lo más profundo de la tierra, y que pueden ir añadiendo más y más altura, sobreedificando un nivel y otro más alto—sólo al vivir obedeciendo las enseñanzas del Señor Jesús para ser cada vez mejores.
Y tercero, a medida que nuestras raíces van profundizándose más en la confianza en Cristo y vamos ganando altura en la obediencia a sus enseñanzas, nos desbordamos de gratitud como un vaso lleno; abundamos en acciones de gracias. Convertimos nuestra vida en un himno de constante gratitud. Hemos cambiado el miedo por la gratitud.
Esta vida sin miedo se ha vertido en nosotros como un regalo que viene de Dios. Vivimos en Cristo Jesús de la misma manera que lo recibimos, como un don gratuito del amor de Dios.
Que podamos enfrentar el día sin miedo, arraigados y sobreedificados en el amor de Cristo y fortalecidos por el Espíritu Santo que nos ha dado el Creador. Que la misericordia y la verdad se encuentren y dirijan nuestros pensamientos, palabras y acciones este día.
Oremos diciendo: Jesús, tú eres nuestro Señor. Gracias por regalarnos tu vida. Ayúdanos a echar raíces profundamente en ti, a crecer en la obediencia a tus enseñanzas, a llegar a los demás con tu amor y a desbordar de gratitud por el gran regalo que nos has dado. Amén.
Tengan cuidado: no se dejen llevar por quienes los quieren engañar con teorías y argumentos falsos, pues ellos no se apoyan en Cristo, sino en las tradiciones de los hombres y en los poderes que dominan este mundo.
Porque toda la plenitud de Dios se encuentra visiblemente en Cristo, y en él Dios los hace experimentar todo su poder, pues Cristo es cabeza de todos los seres espirituales que tienen poder y autoridad. (Colosenses 2:8-10 Dios Habla Hoy)
La vida sin temor no es vida imprudente. Vivir sin miedo no significa que no tomamos precauciones para evitar las caídas del camino. Tenemos que estar atentos al peligro. El texto de hoy nos da una fuerte advertencia contra mentiras que podrían esclavizarnos.
Como dice un himno: “Es tiempo de romper la vil esclavitud que ejercen los hombres y las ideas”. Tradiciones humanas, sistemas ideológicos, hábitos de las culturas del mundo, filosofías engañosas, todo eso puede distraernos de Cristo. El estoicismo de hace dos mil años afirmaba que la sabiduría consiste en resignarse al destino de cada persona, según los rudimentos o elementos esenciales del mundo.
Pero el evangelio relata la historia de cómo Dios en Cristo deshizo nuestro destino de muerte y cambió para siempre nuestro horizonte. Hay riesgos por todas partes, y si no nos damos cuenta, podemos quedar esclavizados de una manera de pensar.
¡Pero también hay esperanza! Porque en la humanidad del Señor Jesús vive la plenitud de Dios. Cristo no es un dios de menor categoría, ni un semidios que sólo tenga un porcentaje de divinidad. ¡El Dios que creó el universo y lo sostiene momento a momento vive totalmente en la humanidad de Jesús! Y este mismo Dios quiere vivir dentro de nosotros por la fe.
Cada célula del cuerpo del Señor Jesús estaba impregnada de la naturaleza divina, desde antes de su gloriosa Resurrección y Ascensión. Dios descendió a nuestro mundo, caminó por nuestras calles, habló nuestro idioma, y supo de nuestras dolencias y pesares. Y esto se hizo más que evidente en su glorificación y exaltación.
En Cristo, Dios reconcilió a toda la creación consigo mismo. Ahora Jesús llena a quienes confían en él. Este divino Jesús gobierna como Señor sobre toda potestad en el cielo y en la tierra, y su autoridad está por encima de toda institución humana, y por eso, aquellos en quienes él habita no tienen nada que temer, porque nada les falta.
Oremos: Señor Jesús, tú eres Emmanuel, Dios con nosotros. Eres Dios con nosotros, y Dios por nosotros. Eres Dios a nuestro favor. Nos perdonas y nos enseñas la reconciliación. Gracias por llenarnos de tu vida. Ayúdanos a vivir sin miedo porque tú eres el Señor de todo. Amén.
Al ser bautizados, ustedes fueron sepultados con Cristo, y fueron también resucitados con él, porque creyeron en el poder de Dios, que lo resucitó.
Dios anuló el documento de deuda que había contra nosotros y que nos obligaba; lo eliminó clavándolo en la cruz. (Colosenses 2:12, 14 Dios Habla Hoy)
Hace años, había un canto que se escuchaba cuando se hacían bautismos. El canto decía: “Yo asistí a mi funeral”. Aunque puede sonar un poco dramático, es muy apropiado, porque el bautismo representa el entierro. Es una representación simbólica de la muerte de quien se bautiza. Bautizar es sepultar. Queda sepultada la vida que obedece sólo los caprichos y que no considera la Palabra de Dios. Queda sepultado el miedo a la muerte, y todos los demás miedos. Queda sepultado el egoísmo y el egocentrismo.
¡Pero la historia no termina ahí! Al salir del agua y al dar una nueva bocanada de aire, nuestro bautismo también simboliza nuestra resurrección. Hemos muerto a nuestra antigua forma de vida, y ahora vivimos una nueva vida en Cristo.
Esta nueva vida está libre de miedos, no sólo del miedo a la muerte, sino también del miedo a la deuda. Una deuda puede llegar a ser muy aterradora. Puede ponerse en riesgo toda la propiedad, la familia, y la vida misma. Pero Cristo ha cancelado nuestra deuda espiritual de pecado, porque en la cruz él clavó el documento que nos obligaba.
Ese documento sigue ahí sepultado cuando salimos del agua del bautismo para vivir una vida nueva, sin miedo. El texto dice: “Porque creyeron en el poder de Dios”. Como se trata sólo de un símbolo, el bautismo puede llegar a ser meramente un ritual que no tiene mayor trascendencia en la vida de la gente. Pueden realizarse los gestos, los movimientos, pueden pronunciarse las palabras –sin creer en el poder de Dios. Así, el bautismo sería sólo un ritual frío y mecánico.
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Sin embargo, cuando es producto de la fe, cuando representa la profesión pública de fe en Cristo y en el poder de Dios, el bautismo es un símbolo muy poderoso, una experiencia inolvidable, un pacto público de pertenencia a Cristo, que afecta el rumbo futuro que toma nuestra vida. La persona bautizada queda sellada para vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, y no a sus caprichos egoístas. El bautismo sólo tiene validez como manifestación de la fe, de “creer en el poder de Dios”.
Señor Jesús, gracias por conquistar los poderes del pecado y de la muerte que estaban en contra nuestra. Gracias porque la tumba no podrá retenernos, así como no pudo retenerte a ti, y porque nuestro historial de errores ha quedado atrás, clavado en tu cruz. Amén.
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