¿Cómo hacer para vivir el señorío de Cristo en todas las áreas de la vida, sin tener que retirarnos a vivir en un monasterio o en una iglesia todo el tiempo?
Por esta razón, yo también, habiendo oído de la fe que tienen en el Señor Jesús y de su amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por ustedes recordándoles en mis oraciones. (Efesios 1:15-16 Reina-Valera Actualizada 2015)
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Nuestra fe en Cristo se traduce en amor por todos y cada uno de sus seguidores, pues para nosotros la iglesia está en el centro de la realidad.
Estamos habituados a seccionar la vida en áreas: laboral, personal, escolar, social… y entre todas esas está también la religiosa. De modo que Cristo y la iglesia están ubicados en un estante particular de la vida, muchas veces en un rincón, dedicándole sólo el tiempo que nos queda libre. Como si se tratara de un asunto periférico y no central.
En la vida contemporánea, Cristo y la iglesia parecieran estar en el departamento de las cosas que se hacen sólo en el tiempo libre. Como un pasatiempo o hobby. Pero ¿cómo hacer para vivir el señorío de Cristo en todas las áreas de la vida, sin tener que retirarnos a vivir en un monasterio o en una iglesia todo el tiempo?
Pablo daba gracias por los cristianos en Éfeso. En su oración había acción de gracias. Y nosotros, cuando nos acordamos de algún hermano o hermana, ¿damos gracias a Dios? O tal vez al recordar a una persona de la iglesia, ¿reconocemos que no siempre es fácil dar gracias? ¿Le preguntamos a Dios por qué tuvimos que coincidir en nuestro camino cristiano con una persona tan desagradable? “No ceso de dar gracias por ustedes”. El ejemplo del apóstol y pastor Pablo es desafiante para nosotros hoy en día. Si oramos por la iglesia, en primer lugar dando gracias, cambiará toda nuestra actitud hacia la iglesia.
Los efesios tienen fe en el Señor Jesús y amor por toda la iglesia. La fe en Cristo va de la mano con el amor por la iglesia. No es posible simpatizar con el Señor Jesús y al mismo tiempo mantener distancia con la iglesia. El amor por la iglesia es un resultado lógico de la fe en el Señor Jesús. Cristo ama a la iglesia. Es su esposa. Si creemos y amamos a Cristo, debemos también amar a su iglesia.
Fe en el Señor Jesús y amor por los demás cristianos. Son dos caras de la misma moneda. Son inseparables. En la iglesia encontramos que “todo aquel que en él cree tiene vida eterna”. No son sólo aquellos que son mis amigos o que me caen bien. Son todos los que creen en Cristo, todos los que acuden a la cruz del Calvario con la misma actitud que yo, reconociendo nuestra incapacidad para salvarnos por nosotros mismos, y encomendándonos a la gracia de Dios.
Por medio de los hermanos y hermanas de la iglesia, Dios nos recuerda lo enorme de su gracia y de nuestra necesidad de Dios. Queremos aprender a amar al pueblo de Dios como resultado de nuestra fe en Cristo. Que el Señor nos ayude a comenzar a dar gracias por su pueblo desde hoy.
Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él; habiendo sido iluminados los ojos de su entendimiento para que conozcan cuál es la esperanza a la que los ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. (Efesios 1:17-18 Reina-Valera Actualizada 2015)
El mayor tesoro que tiene el ser humano es la esperanza. Es la idea loca que la vida puede ser mejor. La esperanza es el motor que mueve a los millones de migrantes en todo el mundo, y los impulsa a dejar su hogar y emprender un viaje –en muchas ocasiones, lleno de peligros—hacia otro país.
La esperanza es la convicción de encontrar maneras más humanas, justas y sanas de relacionarnos unos con otros. Es la vocación de plenitud a la que Dios nos ha llamado en esta vida y en la que nos espera más allá de la muerte.
La oración de Pablo por los efesios no sólo es de gratitud. También hay un ruego. Así es en la tarea pastoral. La persona que realiza tareas pastorales tiene un ruego por la iglesia. Ora pidiendo que las hermanas y hermanos de la congregación puedan tener sabiduría y revelación en el conocimiento del Señor.
Que sus ojos sean alumbrados, que su mente sea iluminada, y que puedan ver—que abran los ojos—para que se den cuenta a qué los ha llamado Dios. Dios nos ha llamado a la esperanza.
Cada uno de nosotros va a recibir una buena y gloriosa herencia. Tenemos esperanza: no tenemos miedo a la muerte. Somos gente que vive sin miedo a la muerte, gracias a lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz.
Vamos a recibir una herencia gloriosa. Pero es una esperanza especial, porque hemos sido llamados a vivir esa herencia no sólo en el más allá, sino desde ahora. Hemos sido llamados a vivir de otra forma desde hoy. Es la vida en abundancia que Cristo vino a traernos.
Es la posibilidad de renacer y de ser re-creados a la imagen del Hijo Jesús, como hombres y mujeres que viven plenamente su humanidad.
Hemos sido llamados a vivir de una manera alegre, positiva, feliz, sana. Esa es la esperanza a la que Dios nos ha llamado. Y en su presencia tendremos una gran herencia en la riqueza de su gloria.
Pidamos al Señor que nos dé hoy una visión clara de la esperanza a la que nos ha llamado, para orientar nuestra vida por su camino de santidad y justicia.
…y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza. Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no solo en esta edad sino también en la venidera.
(Efesios 1:19-21 Reina-Valera Actualizada 2015)
En el paquete que hemos recibido de Dios todos los que creemos en Cristo, también viene un enorme poder. Este poder es el mismo que Dios utilizó para resucitar al Hijo JesuCristo. Es el poder de la resurrección. No sólo significa que en el futuro vamos a resucitar cuando estemos en la presencia del Señor, sino que también hoy mismo, las fuerzas perniciosas de la muerte no tienen poder sobre nosotros.
¿Cuáles son las fuerzas de la muerte? Son la envidia, el odio, el resentimiento, y la pequeñez de espíritu. Nosotros estamos bajo otro tipo de fuerza, mucho más poderosa, que es la fuerza de la resurrección de Cristo.
Cristo ha sido colocado a la diestra de Dios. Es un lugar especial en el cielo. Es muy importante esta frase. Cristo no fue sentado a los pies de Dios, sino a su lado derecho, con igualdad de poder y dignidad. Cristo no es menos que Dios. El Nuevo Testamento repite muchas veces que el Señor Jesús es igual a Dios en poder, dignidad y divinidad. No se trata de un dios menor, un ángel, o un profeta o mensajero de menor categoría. Es el Rey de reyes, y Señor de señores, que murió por nosotros, fue resucitado y exaltado por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío.
Cristo está por encima de todo lo que existe, tanto en este tiempo como en el venidero. No hay nada que esté fuera de la jurisdicción de Cristo. Él lo domina todo. Cristo gobierna sobre todo. Esto no significa que siempre se hace su voluntad, porque eso sería concebir a Cristo como igual al destino. Más bien significa que no hay fronteras para su reinado.
En el departamento escolar de nuestra vida, Cristo gobierna. También en nuestros asuntos profesionales, Cristo es Señor. Y sobre nuestras relaciones sentimentales, Cristo también gobierna ahí. Si Cristo está por encima de todo poder y autoridad, entonces todo lo que hacemos en la vida debe ser para servirle a él.
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En la casa, en la escuela, en la calle, en el taller, en el trabajo, dondequiera que estemos, Cristo es nuestro Señor. Estamos bajo su señorío. No hay rincón del universo que esté fuera de su gobierno.
Dios eterno, ayúdanos a ver cómo todas las cosas están sometidas bajo el poder de Cristo, y de esa forma se convierten en canales de bendición y muestras de tu gran amor por el mundo. Amén.
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