La soledad del pastor

Sobre esta cuestión, creo que podría escribir una enciclopedia de razones y sinrazones en cuanto a las vicisitudes del pastorado se refiere, y por supuesto también podríamos hablar de las satisfacciones, bendiciones y gratificaciones diferidas que también se producen en este bendito ministerio pastoral.

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Ser pastor de almas, entiéndase de personas de todo tipo de trasfondos sociales y humanos es una auténtica aventura de fe y también una verdadera filantropía espiritual.

Sin duda alguna, este santo oficio tiene que obedecer a un llamado divino. Aunque también se produce bastante intrusismo pseudo pastoral en el ámbito cristiano evangélico y en estos casos se producen situaciones muy ingratas y lamentables con cierta frecuencia.

El mundo del pastor evangélico difiere sensiblemente en cuestiones litúrgicas y denominacionales, pero en cuanto al desempeño pastoral se refiere, todos coincidimos en muchos aspectos de manera transversal.

Ciertamente tanto en la consejería, la docencia, la mediación y la cura de almas, como en el acompañamiento discipular, estas son las practicas más habituales, por supuesto con estilos pastorales muy diferentes

El pastor o la pastora en funciones es exactamente un ser tan humano como otro cualquiera, aunque su llamado y su ética pastoral le exigen una total integridad personal, sin duda facultados por el Espíritu Santo para la maravillosa función pastoral.

También es cierto que en muchos casos a la figura pastoral se le convierte en una especie de mito o súper hombre y lamentablemente hay pastores que este tipo de egolatría espiritual también la propician y esto es totalmente carnal y repudiable.

Me reitero en alguna de mis publicaciones anteriores en las que he manifestado que los pastores y pastoras de la grey del Señor en general son la gente más importante de la tierra, por muchas razones realmente importantes, tanto de carácter espiritual como humanitario

Pero yendo al meollo del tema propuesto hoy, decir que la figura pastoral, por tratarse de personas públicas, estamos expuestos al escrutinio y al juicio popular fácilmente, produciéndose en muchas ocasiones incomprensiones, agravios y juicios injustos hacia los pastores que lideramos al pueblo de Dios.

También es cierto que los pastores cometemos errores que no siempre reconocemos y esto produce malestar en las iglesias locales. Está claro que nadie es perfecto y por supuesto los pastores tampoco.

Por mi función pastoral y también de consejero y mentor de pastores, me doy cuenta de nuestras particulares necesidades en el ámbito pastoral.

Yo mismo, también he experimentado las mismas sensaciones y situaciones que quiero exponer del mundo íntimo del pastor.

Hay cuestiones y situaciones personales que los pastores no podemos compartir fácilmente con cualquiera para no desconcertar a los hermanos. Especialmente cuando sufrimos desengaños, traiciones, incomprensiones y difamaciones por diversos motivos.

Y a todo esto se le pueden añadir situaciones familiares complicadas, problemas económicos o enfermedades de diversa naturaleza, cuando no depresión y desanimo total. Y no resulta fácil confiarse a cualquiera en estos casos tan complejos además de ser muy íntimos.

Doy infinitas gracias a Dios por el equipo de pastores/as que nos acompañan a mi esposa y a mí en las tareas pastorales de nuestra iglesia local; pero no se puede evitar que en algunas ocasiones te das cuenta, de que nadie puede aplacar tu ansiedad, tus inseguridades, tus frustraciones y tus vacíos más secretos.

Estás acompañado, pero te sientes solo porque te tienes que enfrentar tu mismo a cuestiones y a ciertas situaciones que nadie más que tú comprendes y vives intensamente y que solamente tú tienes que enfrentar de manera unipersonal.

Pero en ocasiones necesitamos la voz y la compañía de alguien que sabiamente nos comprenda y nos ame sinceramente, porque en ciertos momentos puede resultar un verdadero bálsamo para nuestras angustiadas almas.

Ya no hablamos de faltas graves cometidas durante el ministerio, que no es mi caso gracias a Dios, pero en esos casos la cosa se complica bastante y se requieren tratamientos muy particulares y de largo recorrido.

En ciertos casos la complicada situación personal y familiar aconseja el descanso y hasta el cese ministerial, evitando el sentimiento de condenación por el abandono pastoral, pero la realidad en Dios nos demuestra que tú y tu familia querido pastor, sois más importantes que todo lo demás

Los pastores podemos estar rodeados de buenos colaboradores y de una buena familia, pero a veces vamos a sentir la soledad del ministerio incluso sin ser capaces de detectar las causas exactas de tan extraña sensación.

A veces misteriosamente es un trato soberano de Dios con nosotros y en alguna que otra ocasión puede ser un ataque del enemigo de nuestras almas contra nuestro estado de ánimo y en estos casos se nos recomienda, someternos a Dios humildemente, resistir al Diablo hasta que huya de nosotros.

Y finalmente el consejo paulino divinamente inspirado para todos nosotros es “fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza”. Por tanto querido compañero/a de milicia pastoral, mucho ánimo y adelante, porque todavía nos queda mucho camino por recorrer.

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