Millones de anabautistas fuimos testigos de un conmovedor acto de reconocimiento de culpa por parte de los descendientes de los perseguidores.
Los anabautistas se tomaron la Reforma más en serio que los propios reformadores [...] Pueden demostrar cómo funciona la construcción voluntaria de comunidades religiosas. Nosotros, especialmente los representantes de las principales iglesias, debemos acostumbrarnos a lidiar con estructuras organizativas más modestas. También deberíamos acostumbrarnos a desarrollar una distancia crítica con respecto a la clase política. En mi experiencia, nuestra iglesia aún carga con el trauma posconstantiniano: el dolor de no desempeñar ya el papel principal y de no ser la única organización responsable del significado. Considero que el estilo de vida modesto y discreto de los anabautistas nos ayuda a reorientarnos. Thomas Kaufmann
La jornada del 29 de mayo fue intensa. Varios autobuses partieron a las cinco de la mañana del Centro de Conferencias Schönblick, en Schwäbisch Gmünd, Alemania.
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El destino de los cientos de personas era Zúrich, Suiza, a donde llegaron después de casi cuatro horas de viajar disfrutando el verdor del paisaje.
El día anterior concluyeron las reuniones del Congreso Mundial Menonita y el día en Zúrich terminó con el culto de celebración de los quinientos años de inicio del movimiento anabautista.
A lo(a)s llegado(a)s de Schönblick se agregaron anabautistas de distintos países que deseaban estar presentes en la ciudad para las distintas actividades programadas, como conciertos, exposiciones, recorridos históricos, documentales, talleres temáticos y, sobre todo, el servicio en la Catedral Reformada.
Desde dos horas antes de que la Catedral abriera las puertas el número de personas formadas para entrar auguraba que la capacidad del sitio, para poco más de mil, sería insuficiente para dar cabida a la multitud.
Frente a la puerta cerrada de la Catedral el tiempo de espera hizo posible verla detenidamente.
La bella pieza artística forjada en bronce, concluida por Otto Münch en 1950, está conformada por cuarenta y dos cuadrículas y cada una de ellas contiene una escena bíblica.
Otro acceso, llamado el Portal de Zwinglio, igualmente obra de Münch, quien la elaboró entre 1935 y 1939, tiene veinticuatro cuadrados en relieve que narran la vida y obra de Zwinglio en favor de la Reforma.
Antes de que se abrieran las puertas al público pude acceder a la Catedral, fue posible gracias a facilidades otorgadas por quienes tenían a cargo la distribución de los lugares.
Me asignaron un espacio casi frente y debajo del púlpito elevado, a escasos cinco metros de donde en 1525 Ulrico Zwinglio se refirió en duros términos contra los anabautistas de la ciudad. Varios de ellos lo habían tenido por mentor a partir de 1522 en el estudio de la Biblia en sus idiomas originales.
Los últimos preparativos estaban en curso, el equipo encargado de la transmisión del servicio hacía pruebas de tomas, cantantes, coros y músicos hacían ejercicios vocales o afinaban sus instrumentos.
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Dieron las cuatro de la tarde y las puertas de la Catedral se abrieron, durante casi una hora los ujieres daban instrucciones y asignaban lugares.
A las cinco en punto dio inicio la procesión de entrada de quienes participarían en distintos momentos del servicio. Los invitados de la familia anabautista-menonita parecían los anfitriones, fue así porque, aunque el programa fue acordado con autoridades reformadas, el contenido del culto apuntaba claramente hacia que los protagonistas del servicio eran los perseguidos cinco siglos atrás y sus descendientes confesionales del siglo XXI.
La diversidad y el colorido en las vestimentas de los coros anabautistas resaltaron en el recinto cuya construcción inició en 1090 y concluyó en 1230, que tuvo reconstrucciones posteriores.
Lo(a)s interesados en seguir los pormenores del culto pueden acceder íntegramente al mismo aquí.
Antes, durante y después del servicio desde la familia global anabautista-menonita se palpaban varias reflexiones y sentimientos.
En el ejercicio reflexivo estaba traer a la memoria la lid de hombres y mujeres que el siglo XVI enarbolaron convicciones y actitudes que iban a contracorriente del modelo reinante de iglesias territoriales, las cuales descansaban en el entramado religioso/político que sustentaba la simbiosis Iglesia/Estado.
En tal contexto la disidencia religiosa ineludiblemente cuestionaba el orden político. Lo(a)s señalado(a)s como herejes por los clérigos y teólogos devinieron en inconformes con la organización social y política territorial.
Además del componente reflexivo sobre el origen y desarrollo histórico de un legado, el que necesariamente deja lecciones para cribarlas y actualizarlas, brotaron sentimientos conmovedores al constatar que fueron la resistencia de los perseguidos y las redes que tejieron en la clandestinidad factores que posibilitaron la sobrevivencia y reproducción de las convicciones identitarias del movimiento anabautista.
Hombres y mujeres bajo constante acoso persistieron y su causa religiosa y cultural no solamente se diseminó, sino que ganó paulatinamente espacios para la propuesta de una fe libre de coacciones.
Con todo en contra defendieron la libertad de conciencia y tuvieron la disposición a enfrentar por ello a fuerzas religiosas y políticas dispuestas a erradicarlos tanto simbólica como físicamente.
Los poderes que se conjuntaron para aniquilarlos no pudieron contra la fortaleza de conciencia de quienes anduvieron peregrinando y en la diáspora forjaron una teología del seguimiento de Cristo.
Más o menos a medio kilómetro del púlpito desde el que predicaba Ulrico Zwinglio, está el lugar en el río Limmat donde Félix Mantz fue ahogado el 5 de enero de 1527.
Lo condenaron por anabautista y enemigo del orden político de Zúrich. Durante el servicio en la Catedral el recuerdo de Mantz se adentró en mi pensamiento y corazón.
Por asociación de una lectura reciente, Espartaco, de Howard Fast, recordé la escena de la novela en la que Fairtrax (personaje muy cercano al esclavo insurrecto Espartaco, que organizó en el año 73 a. C. la sublevación contra el Imperio romano) antes de ser cruelmente crucificado advierte a sus torturadores de algo que parece un despropósito, lanza una frase estrujante: “Regresaré y seré millones”.
Simbólicamente millones de anabautistas regresamos a donde la intolerancia se desató contra nuestros ancestros.
Los apretujados en la Catedral, desde cuyo púlpito se condenó a quienes nos precedieron en el siglo XVI, fuimos testigos/participantes de un conmovedor acto de reconocimiento de culpa por parte de los descendientes de los perseguidores.
Tal vez en algún lugar de la Catedral de Zúrich pudiera develarse una placa con lo escrito en 1554 por el anabautista/espiritualista David Joris, y si no en la Catedral, que el principio quede grabado en la conciencia de todo(a)s:
“Vuestra espada no debe encargarse de enseñar teología. De otra manera si los teólogos consiguen que tratéis su enseñanza con las armas, lo mismo podrá reclamar con razón el médico: que lo defendáis con vuestras armas de las opiniones de otros médicos; lo mismo reclamará el dialéctico, el orador y las demás artes. Pero si no podéis tratar estas artes con hierro, tampoco la teología, dado que ella reside en las palabras y en el espíritu no menos que las otras. Y si un buen médico puede proteger su doctrina suficientemente con su ciencia sin ayuda del magistrado, ¿por qué no podría hacer lo mismo un teólogo? Pudo Cristo, pudieron los apóstoles y podrán quienes los imitan”.
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