Cincinnati

“La vida es un viaje individual lleno de propósitos únicos que Dios ha diseñado para cada uno de nosotros.” – Abba Internacional

“Cada lugar que visitas deja una huella en tu alma.” – Hessed 24

Siempre me ha encantado viajar y estoy absolutamente convencida de que es una de las cosas que más puede enriquecer nuestras vidas en todos los sentidos.

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El Señor me ha dado la oportunidad de viajar y conocer otros lugares y culturas desde bien chiquita, pero nunca podré olvidar la primera vez que pude ir con mis padres a un lugar muy lejano, Finlandia, y por problemas de la compañía aérea, hacer escala en Copenhague toda una noche.

Eso permitió que pudiéramos disfrutar de los jardines iluminados del Tivoli en la noche y conocer La Sirenita en la mañana.

Antes de salir de casa, mi padre nos abrazó a mi madre y a mí, leyó el Salmo 121 y luego encomendó al Señor nuestro viaje. Eso marcó mi vida, y siempre repito aquello que vi en mis padres.

Pero tenía una asignatura pendiente, conocer Estados Unidos; yo nunca había estado allí y mi Señor me concedió la oportunidad de hacerlo de la forma más hermosa que hubiera podido haber soñado.

Hace casi tres años vino a La Coruña y a nuestra iglesia una chica deliciosa, Sarah McClain Wade, y fue de esas cosas que sólo el Señor puede preparar, controlar, y dibujar con su dedo precioso un corazón imborrable.

No sé en qué orden fue, pero el caso es que se enamoró de nuestra ciudad, de nuestra iglesia y de uno de nuestros miembros, Matías Alberto Cobo Videla. Nuestro Mati, hijo de una querida familia argentina y hermano gemelo de nuestro querido Lucas.

Este pasado 28 de Marzo se casaron en la tierra de Sarah, Cincinnati, y fue un honor delicioso que quisieran que mi esposo oficiara la ceremonia y tuviera el mensaje.

De modo que allí nos fuimos una madrugada desde aquí, toda la familia y un chico de Bilbao muy amigo de ellos, casi sin dormir pero con mucha ilusión.

No quiero ni pensar en el viaje, 24 horas de ida y 24 de vuelta; mi jet lag fue... todavía me dura, pero realmente me compensó todo lo que pude disfrutar, incluso una buena parada en Charlotte, para llegar a Cincinnati, Ohio, y otra buena parada en Boston al regreso.

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Al llegar estaba Sarah con un velo de novia, un cartel de bienvenida con unas palabras especiales y una gran sonrisa, sólo como ella sabe y es, increíblemente encantadora.

Luego nos llevaron a una deliciosa casita Airbnb donde poco a poco se fue llenando de amigos y más amigos de lugares muy distintos donde vivimos momentos deliciosos.

El domingo fuimos a la iglesia de la que Sarah era miembro y en donde había crecido, y estudiado en un colegio que pertenecía a la iglesia, Sycamore Presbyterian Church. Fue una experiencia preciosa.

Todo era nuevo para mí, y procuraba observar y aprender, un solo abrazo o beso, horario de comidas y muchas cosas bien diferentes, pero el increíble trato de la familia de Sarah y de todo el mundo fue más que especial.

Lucas sugirió que antes del desayuno alguien tuviera un pequeñito devocional, y aquello resultó increíble.

Un día nos prepararon una comida en casa de Sarah y pasamos un día encantador, estábamos todos y después de comer nos sentamos y comenzamos a compartir; la madre de nuestros gemelos se atrevió a cantar un tango, unos chicos dominicanos nos mostraron como se baila algo muy típico en su país, el padre de la novia tocaba la guitarra y pedía música country, algo muy típico de allí.

Cuando nos íbamos a retirar, un amigo dominicano buscando en INTERNET me encontró, y me preguntó ¿esta eres tú? ¡Sí!, le respondí; era esa clase de persona arrolladora, que brillaba con una luz especial, y se quedó callado observando.

Me pareció algo mayor que los chicos, hablaba un perfecto inglés americano y quedaba muchos días trabajando mientras los otros salían o iban a ayudar a preparar cosas para la boda.

Una noche, en la cena, mi esposo le preguntó si tenía ministerio en la iglesia, él respondió que sí y en qué, luego hizo una pausa, dijo algo por lo que estaba en estos momentos trabajando y pensando en ir a un seminario... y de repente, se quebrantó y dijo, es que yo soy muy sensible; en ese momento alargué mi mano, tomé la suya y le dije, te puedo entender, a mí me pasa igual.

Vivimos experiencias maravillosas con hermanos de muy diferentes lugares y contextos, para lo que necesitaría mucho tiempo; Sarah hizo de cicerone hasta que llegó el día de la boda.

Ese día llovió y tronó a la hora que yo iba a la peluquería, pero luego se puso un día inusualmente precioso. Y allí, en la iglesia, era todo como un sueño, la típica boda que podemos ver en las películas, unas cuantas damas de honor con sus ramos y al otro lado otros tantos chicos, una alfombra que sólo se estiró cuando entró la blanca y radiante novia acompañada por su padre; antes había llegado el novio acompañado por su madre.

Comenzó el Pastor dando la bienvenida, dijo unas palabras y presentó a mi esposo, pero todo era por partida doble, en inglés y en español. Mi inglés, allí pareció haber desaparecido, no entendía nada, mi marido ponía el verbo y yo, todo mi lenguaje corporal... Aprendí a decir “Cincinnaaaariiiii”.... Las palabras y las últimas vocales extremadamente relajadas.

En primer lugar, Lucas, el gemelo 6 minutos menor que Mati quiso tener unas palabras para su hermano, fue hermoso y los dos se fundieron en un sentido abrazo. Luego pasó a tener la palabra mi esposo, tomó como base el versículo del Cantar de los Cantares 8:

“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo, porque fuerte es como la muerte el amor....... “ y luego fue a la preciosa predicación que Francisco Lacueva tuvo en nuestra boda.

Yo he escrito sobre ella en más de una ocasión, los dos ríos que se juntan para hacer uno sólo... poniendo de su propia cosecha, como es lógico, ¡precioso! Y después se había llevado el libro de actas de nuestra iglesia para que firmaran los novios y sus acompañantes.

Cuando les regaló la Biblia, de parte de nuestra iglesia, se me saltó alguna lágrima y casi al final, Mati que es un gran pianista, le dedicó a Sarah una deliciosa pieza en un precioso piano de cola. En el momento cumbre, el “puedes besar a la novia”, se fundieron en el más esperado y bonito beso de profundo amor.

Todo lo demás, el convite y el resto resultó increíblemente bello y entrañable.

¡Una experiencia inolvidable!

Y por millonésima vez en mi vida, pude comprobar como ese mal menor llamado diferentes demoninaciones evangélicas, no nos separan de nuestros hermanos en Cristo.

Lo sé desde niña, porque mis padres pertenecían a dos denominaciones bien diferentes. Cuando se casaron, mi madre vino a La Coruña, y se unió en cuerpo y alma a mi padre en las Asambleas de Hermanos, y siempre juntos y felices hasta que el Señor los llamó a su presencia. Eso hizo de mí lo que soy, una mujer con las ideas muy claras y sin ningún tipo de prejuicios.

Alguien escribió:

“La vida es un viaje, procura llevar siempre humildad en tu equipaje y a Dios en tu corazón”

¡Que así pueda ser!

Con todo mi cariño dedicado a Sarah y Mati