El cristianismo tiene que hacerse una realidad personal, que inspira nuestros pensamientos, llena nuestras palabras e impulsa nuestros actos.
Además, hermanos, les declaro el evangelio que les prediqué y que recibieron y en el cual también están firmes; por el cual también son salvos, si lo retienen como yo se los he predicado. De otro modo, creyeron en vano. Porque en primer lugar les he enseñado lo que también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que apareció a Pedro y después a los doce. Luego apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía; y otros ya duermen. Luego apareció a Jacobo, y después a todos los apóstoles. Y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, me apareció a mí también. Pues yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo…
(1 Corintios 15:1-11 Reina-Valera Actualizada 2015).
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Estamos preparándonos para la celebración de la Semana Santa, la muerte y la resurrección del Señor Jesús. Es una buena noticia que el cristianismo ha predicado durante dos milenios, predicación que produce vida y salvación a todo aquel que cree.
En el Nuevo Testamento hay varios relatos de la resurrección del Señor Jesús. No son contradictorios entre sí, sino que colocan el énfasis en algún aspecto especial. Las diversas variantes de la historia de la resurrección sólo añaden credibilidad al suceso. Si todos los testigos de la resurrección dijeran (palabra por palabra) un testimonio idéntico, entonces sí sospecharíamos que se han puesto de acuerdo, o que alguien pagó la versión, que eliminaron las variantes y sólo dejaron sobrevivir a una, como la única válida. Pero no es así.
La diversidad de relatos añade credibilidad al suceso porque quiere decir que efectivamente algo sucedió. Cristo resucitó. Y los diferentes testigos lo relatan desde distintos puntos de vista, y señalan aspectos del evento. Subrayan algunos puntos que quieren hacer resaltar. En 1 Corintios 15 tenemos un testimonio de la resurrección del Señor Jesús, que aparentemente fue la primera formulación del relato, ya que, según los expertos, las cartas de Pablo se escribieron antes que los Evangelios.
Pablo enfatiza la importancia de personalizar el relato de la resurrección, pues lo relaciona directamente con la acción de la gracia en su vida como misionero y pastor. Es una predicación que Pablo no inventó, sino que la recibió de los otros apóstoles en Jerusalén. Es predicación que da salvación a quien la recibe, la cree y la vive. Es predicación de la gracia, el favor inmerecido de Dios para la humanidad y para sustentar el ministerio de Pablo y de todo aquel siervo o sierva del evangelio en todo el mundo y en todas las épocas.
En esta predicación hay un contenido concreto, el evangelio, que son buenas noticias. Este contenido concreto es el mensaje que se predica. No consiste en doctrinas, ni en ideas filosóficas. Consiste en la historia de Jesús. El evangelio es la historia de Jesús. Aquel que retiene ese evangelio está en el camino de la salvación. Si esta historia no se recibe, ni se vive con firmeza, sería como creer en vano, como echar a perder la fe. Es el peligro de escuchar la historia de Cristo y no responder a ella. Es estar frente a la Palabra de vida y dejarla pasar sin ponerla en práctica.
Demos gracias a Dios por las buenas noticias de la predicación, por la historia de Cristo que aún el día de hoy nos hace vivir y nos da la salvación.
Muchos han creído –equivocadamente— que el cristianismo de Pablo es distinto al del Señor Jesús. Dicen que Pablo fue el que “inventó” la fe cristiana, pues le dio un significado espiritual a la historia concreta de un profeta galileo llamado Jesús de Nazaret. Es muy importante señalar que la historia de Cristo que Pablo predica (su relato del evangelio) no es una versión inventada por él, sino que es algo que él recibió de los apóstoles.
Pablo no inventó estas palabras, sino que las aprendió. Después de su conversión, Pablo se retiró durante un tiempo en soledad, luego fue a presentarse a sus antiguos enemigos, los apóstoles. Los líderes de la iglesia en Jerusalén se asombraban porque el que antes perseguía a la iglesia (el asesino de cristianos) ahora estaba transformado, y ahora era promulgador del Camino que antes perseguía. En Pablo tenemos el ejemplo de personalización del mensaje cristiano. El evangelio se hace una realidad personal, y no sólo es contenido ideológico ni doctrinal. Cuando aprendió de los apóstoles el evangelio, esto fue lo que le enseñaron: Cristo murió por nuestros pecados.
Esta interpretación de la cruz de Cristo no fue inventada por Pablo. Desde el primer momento del cristianismo –desde los primeros escritos del Nuevo Testamento, que son las cartas de Pablo—se puede observar que hay una relación directa entre la cruz de Cristo y nuestros pecados. Pero Pablo dice que esto es lo que aprendió. Así, la supuesta “espiritualización” de la muerte de Cristo no es un invento de Pablo, sino que es lo que Pablo aprendió de los apóstoles. Es la interpretación original de los primeros cristianos.
Desde la primera generación de discípulos de Cristo se ha visto una relación directa entre la sangre derramada por Cristo en la cruz y el perdón de nuestros pecados. No podemos acercarnos al tema de la muerte de Cristo sin hacer referencia al perdón de nuestros pecados. Algo tiene que ver la cruz con nuestros pecados. La crucifixión no es sólo la historia de un luchador social que fue victimizado, o de un revolucionario eliminado por el sistema.
De manera que la muerte de Cristo es una parte esencial del contenido del mensaje, es decir, del evangelio. El evangelio no consiste sólo en las buenas obras que Jesús realizó antes de morir, en todos los milagros y sanidades, en dar de comer a los hambrientos, en bendecir a los niños, y dignificar a las mujeres. Algunos piensan que ahí están las buenas noticias, y no saben qué hacer con la cruz. Dicen: Era tan bueno, y hacía tanto bien al mundo… lástima que lo hayan matado tan joven. Pero gracias a su muerte, nuestra vida ha comenzado. En su sangre hay verdadero perdón y purificación eterna.
Suponemos que el relato de la resurrección que tenemos en 1 Corintios 15 es la primera formulación que se transmitió, el primer testimonio. Percibimos que está en el plano oficial, porque es lo que Pablo recibió de los apóstoles en Jerusalén. Es el mensaje transmitido y aprendido como cápsula básica de información sobre el evangelio. El término técnico es la palabra griega kerygma, que significa “mensaje”. Los apóstoles le enseñaron así a Pablo.
También observamos que está en el plano oficial porque contiene la fórmula “conforme a las Escrituras”, para dar mayor validez y credibilidad al testimonio. La vida, muerte y resurrección del Señor Jesús están avaladas por las Escrituras. No se trata de que hay entre los textos del Antiguo Testamento un versículo aquí y otro allá que hablan de Cristo. Más bien quiere decir que el mensaje central de las Escrituras –la línea narrativa de los textos sagrados del Antiguo Testamento— anuncia la vida, muerte y resurrección del Señor Jesús. El Señor Jesús es el Cordero de Dios, que con su muerte quita el pecado del mundo. Además, es el nuevo Adán, que con su resurrección comienza una nueva humanidad, regenerada por la fuerza creadora del Espíritu Santo. Todo esto es conforme a las Escrituras.
Finalmente, observamos que esta formulación del relato de la resurrección está en el plano oficial por un detalle estremecedor: no aparecen mujeres. Tampoco hay ángeles, ni guardias romanos. No es porque Pablo tuviera una supuesta aversión misógina, porque muchas de sus colaboradoras en la misión eran mujeres. Aparentemente no se mencionan a las mujeres porque se trata de una versión “oficial”. En aquel tiempo, no era conveniente poner como primeros testigos de la resurrección a mujeres. No le añadía, sino le restaba credibilidad al suceso. Incluir a mujeres habría desprestigiado al relato, y tal vez por eso no se mencionan en el mensaje que Pablo aprendió de los apóstoles.
Sin embargo, no se puede tapar al sol con un dedo, y cuando se escribieron los relatos de los Evangelios, aparece ahí que verdaderamente participaron las mujeres en el testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Ellas fueron las últimas en retirarse de la cruz, y las primeras en presentarse en la tumba vacía.
En la versión de la resurrección que aparece en este texto de Pablo, vemos que el cristianismo oficial pasa a ser cristianismo personal. Hay un viaje: del cristianismo oficial al cristianismo personal. Después de la lista de “testigos autorizados”, todos varones, grandes líderes de la iglesia en Jerusalén, dice Pablo que le apareció a él también, “como a uno nacido fuera de tiempo”. Así personaliza Pablo el relato de la resurrección.
A pesar de que no lo merezco, Cristo resucitado vino a mí. Aquí hay tanta sabiduría para la vida cristiana y para el ministerio… Porque como dice el salmo 41, no podemos agradar a todos. Siempre habrá alguien que tendrá algo que decir en nuestra contra, alguien que, si llegamos a enfermar de gravedad, en lo profundo de su corazón pedirá que Dios nos lleve ya a su presencia… No logramos caerle bien a todos.
Así fue la relación entre Pablo y los corintios. Ahí había personas que no lo querían muy bien. Principalmente porque Pablo nunca quiso recibir dinero de los corintios. Él siempre trabajó con sus manos para sostenerse cuando estuvo en Corinto; insiste en que no les debe nada. En aquella época era muy común que los grupos contrataran a algún sabio para que fuera su maestro de moral. Así, los corintios querían establecer una relación de exclusividad con Pablo, darle sostenimiento económico para tenerlo como su empleado, a quien no le permitirían predicar también en otras ciudades. Pablo detectó la intención de los corintios, de otorgarle esa clase de poder al dinero, que consiste en comprar a las personas, y por eso no aceptó dinero de los corintios. En cambio, sí aceptó ofrendas de otras comunidades, como los filipenses, porque ellos no daban al dinero esa misma facultad de apropiación.
Algunos expertos señalan que los que no querían bien a Pablo en Corinto criticaban su predicación, por simple, porque no contenía mucha profundidad ni mucha sabiduría. Pablo dice que, efectivamente, sólo quiere predicar a Cristo, y a este crucificado.
Las críticas al misionero Pablo subían de tono y pasaban al plano de su persona. Decían que no tenía buena presencia, que era feo, que hablaba con un tono de voz muy desagradable, y hasta que parecía un malformado, un niño nacido fuera de tiempo, un abortivo. Ese era el insulto contra el misionero. Esto es lo más conmovedor, porque quiere decir que Pablo asume el insulto, se apropia de él, y apunta a la gracia de Dios: Lo que dicen de mí es cierto, pero con todo y eso, ¡a mí se me apareció el resucitado!
Que Dios nos ayude a pasar del plano oficial del cristianismo al plano personal. El cristianismo no puede quedarse sólo en el plano oficial. Tiene que hacerse una realidad personal que inspira nuestros pensamientos, llena nuestras palabras e impulsa nuestros actos.
Pablo es capaz de asumir las agresiones e insultos. Como su maestro Jesús, no responde al mal con mal, a la violencia con más violencia, ni a las agresiones con agresiones. Más bien, se encomienda a la gracia de Dios, que es lo que sustenta todo ministerio y todo esfuerzo por vivir la vida cristiana.
Todo lo que somos es por gracia. No somos grandes héroes o guerreros muy fuertes. Lo que hayamos logrado hacer ha sido por la gracia de Dios. La gracia de Dios logra este viaje de un cristianismo oficial a un cristianismo personal. La experiencia de la gracia hace que vayamos más allá de los arreglos formales, que se preocupan por la presentación y la credibilidad, que cuidan las formas y tal vez por eso no mencionan a las mujeres en el relato de la resurrección. Por la experiencia de la gracia podemos personalizar la historia del evangelio. Podemos decir: “Antes yo era ciego, pero ahora veo”. El evangelio es ahora una realidad personal.
No podemos ignorar que hoy en día se ha querido convertir al cristianismo en una idea, en un discurso oficial, en una doctrina que se impone como un dogma, y por eso es tan necesario, y tan urgente que nosotros también hagamos este mismo viaje, dejando atrás el cristianismo oficial y por la gracia de Dios lo transformemos en una experiencia personal de vida.
Así es como la gracia no se desperdicia, porque no nos quedamos en el plano doctrinal, de la letra muerta, de las instituciones burocráticas arropadas de aspectos religiosos. La gracia es en vano cuando decimos que antes de ser cristianos somos de nuestra denominación, o de nuestra organización humana. La gracia es en vano cuando no hemos conocido personalmente al Señor que es personaje central del evangelio.
No vayamos a desperdiciar la gracia de Dios, y que no sea en vano en nuestra vida. Pongámonos en medio de los relatos de los Evangelios. Vamos a caminar hoy con aquellos que siguen a Jesús. Vamos a escuchar sus enseñanzas. Vamos a abrir nuestro corazón a sus mandamientos, y a ponerlos en práctica. Vamos a extender nuestra mano para ser sanados por él. Vamos a integrarnos a la comunidad de sus discípulos, y a cargar nuestra cruz. Y vamos también a la tumba vacía, a darnos cuenta que ha resucitado verdaderamente, y que ya nada puede seguir siendo igual. Pidamos a Dios que hoy podamos vivir la realidad de Cristo en nuestra vida, de manera personal, por la fuerza del Espíritu.
El cristianismo deja de ser un asunto oficial para convertirse en una realidad personal. A Pablo se le apareció el Resucitado en el camino a Damasco, y transformó su vida. Seguramente nosotros no podemos decir que nos haya sucedido una experiencia así de dramática. Pero el texto de Deuteronomio dice que no está lejos la Palabra.
La Palabra de Dios no es inaccesible. Dios ha puesto su luz cerca de nosotros. No es un camino tan difícil, ni imposible de transitar. Lo que Dios pide es que le amemos y guardemos sus mandamientos. No es cosa del otro mundo.
La Palabra de Dios ha venido a nosotros. Dios nos está llamando y tiene mucho que ver con cada uno de nosotros. No es algo tan dramático como el encuentro de Pablo con el Resucitado, pero sí es igual de verdadero. Es cierto que la Palabra de Dios se acerca a nuestro corazón. Cristo toca la puerta de nuestra vida. Es una invitación real y verídica del Señor Jesús a seguirle el día de hoy.
No está lejos la Palabra. Está ante nosotros. Que la historia de la resurrección de Cristo se haga personal. Que se haga una realidad existencial en cada uno. Que podamos apropiarnos de esta realidad, no sólo como un dogma aprendido.
Que podamos proclamar que Cristo vive porque es nuestro Señor y compañero del camino, porque nos dirige con su Espíritu, y su Palabra nos sustenta. Nos ha abierto los ojos para mirar la realidad, y por eso sabemos que está vivo.
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Se nos ha manifestado también a nosotros el Resucitado. Es cierto que no somos los más bellos y atractivos, y que somos los más indignos de todos, y no merecemos ni siquiera ser esclavos de Cristo. Pero el Señor nos ha llamado y nos ha puesto a trabajar para él. Y lo servimos según nuestras fuerzas, con muchas limitaciones. Por eso, cualquier logro que tengamos, se le acredita a la gracia de Dios. Que el día de hoy se pueda hacer realidad en cada uno la historia de la resurrección del Señor Jesús. Agradezcamos al Señor porque se ha hecho accesible al ser humano, y podemos conocerle por medio de su Palabra y de su Espíritu que nos conducen hacia Dios.
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