Que hoy nos ilumine Su Palabra para reconocer el camino de vida, y para rechazar el camino estéril que no promueve la esperanza.
Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten de lo que sea bueno. Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre. (Romanos 12:9-10 Traducción en lenguaje actual)
¿Qué podemos saber? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué nos cabe esperar? La respuesta no consiste en hacernos más tramposos, sino más humildes ante la palabra de Dios.
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En la vida cristiana hay un rechazo a conformarnos a los destinos cerrados, y una afirmación a conformarnos a la cruz de Cristo. Decimos que no a los determinismos de todo tipo: sociales, religiosos, filosóficos, psicológicos, incluso genéticos, pero al mismo tiempo decimos que sí hay algo a lo que hay que conformarse, y eso es la cruz de Cristo en nuestra vida.
Hay un mensaje, que nos viene de Dios. Es la luz de la vida. Y también se nos presenta un anti-mensaje, que es falsa sabiduría, humana, terrenal y diabólica.
Hay que reconocer a ambos, para identificar y abrazar el camino bueno, y alejarnos del malo. Así estaremos conformándonos a la cruz de Cristo y no al mundo.
La falsa sabiduría dice: “El que no transa, no avanza”, y “que cada quien se rasque con sus propias uñas”. Así se promueven actitudes que envenenan el corazón y destruyen toda posibilidad de comunidad.
Es anti-mensaje que no produce vida. Es estéril. Sólo lleva a un callejón sin salida, donde no hay buenas noticias, ni esperanza. Esas actitudes componen un pecado colectivo en el que estamos siempre en riesgo de caer.
En la segunda parte de Romanos 12 se nos presenta de manera muy práctica en qué consiste andar por el camino bueno, de santidad y justicia. Es un camino de vida, que genera esperanza, y está lleno de buenas noticias porque proviene de Dios. Es la descripción detallada de lo que significa conformarse a la cruz de Cristo, y llevar nuestra cruz cada día.
Las instrucciones de este texto bíblico son joyas del mensaje de Dios, y cuando no las ponemos en práctica estamos en peligro de que sean sólo palabras huecas, carentes de significado.
Es el peligro en que estamos los cristianos cuando nos ubicamos muy cerca de la palabra de Dios y no caemos de rodillas, sometidos al señorío de Aquel que inspiró la Palabra.
En cierta forma, en la iglesia estamos en un riesgo mayor que aquellos que no conocen al Señor, porque estamos tan cerca de la palabra de vida, que podemos desarrollar una resistencia, y que no nos haga ningún efecto.
Quedamos intactos ante las advertencias y palabras de luz que nos vienen de parte de Dios.
Que Dios nos ayude a ver la diferencia entre el mensaje y el anti-mensaje, y que por su gracia podamos elegir andar por el camino que genera vida, y alejarnos del camino de muerte.
Que hoy nos ilumine su palabra para reconocer el camino de vida, y para rechazar el camino estéril que no promueve la esperanza.
Que el Espíritu Santo nos lleve de la mano hacia el conocimiento de Cristo para rendirnos ante su señorío en nuestra vida.
A veces, para darnos cuenta del peligro del anti-mensaje, es necesario expresarlo todo en negativo, para darnos cuenta lo cerca que estamos todos de vivir por caminos de perversidad. Es como si usáramos la ropa al revés.
Se trata de las mismas prendas, pero hemos puesto la etiqueta por fuera, mostrando también las costuras y los bolsillos que deberían ir por dentro.
Llevar la ropa al revés es muestra de un desequilibrio básico, y ejemplifica la condición de un pueblo que no obedece a la palabra, sino que hace todo lo contrario.
En el caso de las prescripciones concretas de Romanos 12, que describen en qué consiste negarse a sí mismo y tomar la cruz cada día siguiendo al Señor Jesús, sería hacer todo lo contrario de lo escrito en el mensaje.
Muchas veces pareciera que nuestros oídos escuchan precisamente lo contrario de lo que nos dice el Espíritu por medio de la Palabra escrita y predicada.
Atendemos indebidamente a la propaganda de mentiras que nos bombardea constantemente durante toda nuestra vida, y que no debemos aceptar como si fueran verdad: “Finjan su amor por los demás.
Aprendan a sonreír ante el espejo con sonrisas falsas. Saluden sin tener sinceridad en su corazón. Acepten todo lo que sea malo; especialmente si lleva la etiqueta de ‘veneno’, tráguenselo.
Si ya sabes que es algo malo, búscalo. Procura ver ese programa y leer esa literatura; aunque sabes que va a destruir tu vida, hazlo. No lo rechaces. Apártense de todo lo bueno. No se amen unos a otros como hermanos y no se respeten unos a otros.
“Cuando trabajen, no lo hagan con ánimo. Trabajen quejándose y señalando a los demás que no trabajan como ustedes. Trabajen como si fuera una carga o un castigo. Y siempre publiquen cuánto trabajan. Si pueden, sean perezosos y holgazanes. Es mejor dejar para mañana lo que es para pasado mañana. Especialmente si se trata de algo para Dios, no lo hagan con entusiasmo. Háganlo solamente cuando tengan tiempo libre. Si es un trabajo de la iglesia, háganlo solamente si les sobra tiempo. A las reuniones de la iglesia, acepten participar sólo si no tienen otra cosa que hacer. Pongan las cosas de Dios en su última prioridad. No muestren ánimo ni entusiasmo por las cosas de Dios…”
Roguemos al Señor que perdone si hemos atendido al anti-mensaje del egoísmo del mundo y de la carne. Sigamos hoy la buena dirección del Espíritu Santo para servir al señor JesuCristo.
Sería ilógico llevar la ropa al revés, mostrando etiquetas y bolsillos; sería un rasgo de desbalance emocional o mental, pero parece que así nos conducimos muchas veces, cuando hacemos exactamente lo contrario de lo que nos indica la Palabra de vida.
Los profetas de Israel utilizaban recursos dramáticos para comunicar sus mensajes. Isaías anduvo tres años en ropa interior, Jeremías rompió una vasija de barro enfrente de los jefes y los ancianos del pueblo.
Es una forma de hacer performativo el mensaje. Así, con la ropa al revés, es como se lee Romanos 12 todo al revés, para expresar que el pueblo de Dios ha estado siguiendo un camino equivocado, y para llamarlo al arrepentimiento.
“Como la venida del Señor se tarda, muéstrense amargos y sin esperanza. Si acaso les toca sufrir por esta fe, por participar en una iglesia, por identificarte como ‘hermano de la religión’, respondan explosivamente.
No muestren paciencia. Cuando oren digan: ‘Señor, lo quiero ya’. Lo que pidan, exíjanlo, declárenlo, obliguen a Dios, tuérzanle el brazo para que les dé ya lo que ustedes quieren, y de la manera en que lo quieren.
“No compartan lo que tienen con los pobres de la iglesia. Ese paquetito de jamón que compraste ayer, escóndelo para que no se lo coma la visita. Al día siguiente se te echará a perder y tendrás que tirarlo, pero no lo compartas hoy.
No muestres hospitalidad ni recibas a nadie en tu casa. Maldice a tus enemigos y pide a Dios que también los maldiga. Utiliza todo tu catálogo de maldiciones para maldecir a quienes te odian.
“Si alguno está alegre, ténganle envidia. No se alegren con él. Si alguien comparte una gratitud en el culto, no compartan con él o ella. Y si alguno está triste, no lo acompañen en su tristeza. Déjenlo solo a que se amargue y llore, porque se lo merece. No vivan en armonía y sean orgullosos.
A los humildes trátenlos peor. Sean arrogantes frente a los humildes. Si encuentras a alguien de menos recursos que tú, aplástalo, y recuérdale que tú tienes más que él o ella.
“Busquen ser siempre más inteligentes que los demás, con la inteligencia que no se demuestra en las neuronas, sino en el colmillo. Es sacar el mejor provecho de las cosas y de las personas.
Sean oportunistas y aprovechados de los demás…. Si alguno los trata mal, páguenle con la misma moneda”.
¿Será posible que el pueblo que tiene el evangelio viva en el anti-evangelio? Que el Señor nos ponga un corazón limpio, y renueve un espíritu recto dentro nuestro. Que hoy podamos abandonar el camino de muerte, y comenzar a caminar con Cristo por la vida.
El mundo dice: “Si alguien te trata mal, devuélvele lo mismo que te hizo. Pisotea al que te ha pisoteado. Es la ley del más fuerte, en esta carrera en la que sólo sobrevive el que devuelve mal por mal”.
Esa es la sabiduría diabólica y pagana, que nos dice que no hay que buscar hacer bien a todos, y que hay que hacer todo lo posible por estar siempre en conflicto con los demás.
El enemigo nos insinúa y nos dice que, si ya parece que las relaciones con el prójimo están tranquilas, hay que buscar el negrito en el arroz, el pelo en la sopa… “algo tiene que tener –no puedes estar contento con tu prójimo.
Busca el conflicto; no busques la paz. Busquen la venganza y no le dejen a Dios el asunto, porque Dios es tan bueno, misericordioso y clemente, que seguramente va a perdonar a aquel sinvergüenza. Toma el asunto en tus manos y procura darle su merecido a los malvados. No se lo dejes a Dios.
Y si tu enemigo tiene hambre o sed, no le des de comer ni de beber. Aprovecha tu posición de ventaja. Qué bueno que tu enemigo está en necesidad y en carencia. No hagas nada por ayudarle.
Cuando veas el mal, súmate a él, y hagan que abunde todavía más y más el mal sobre todo el mundo, de manera que no haya para este planeta ni el más mínimo rayo de esperanza”.
Ese es el anti-mensaje, que en las iglesias debemos reconocer y evitar. Que Dios nos libre de predicar así –no sólo en palabras, sino particularmente con nuestras acciones y actitudes. Como dice el famoso poema “SERVIR”, de Gonzalo Báez-Camargo:
Sólo tengo una vida, una vida no más. ¿En qué habré de emplearla: en odiar o en amar? ¿Odio? ya hay bastante en el mundo, bastante rencor. ¿Por qué he de aumentarlos, si lo que hace falta es amor, mucho amor?
Si alguno me ofende, si alguno procura mi mal, hay un daño al menos que no ha de causarme, y es hacerme odiar.
Si pienso tan sólo en el bien de los otros y me olvido de mí, no hay ninguna ofensa que me pueda herir. La vida es tan breve, y hay tanto de bueno que hacer, que no tengo tiempo para aborrecer.
La vida es tan corta, y tanto hay que servir y ayudar, que no tengo tiempo sino para amar. Ya no quiero riquezas, ni gloria, ni fama, ni poder para mí;
sólo quiero el gozo de amar y ayudar y servir.
La sabiduría que proviene de Dios para andar por la vida es distinta a los consejos de muerte que nos da el mundo. Esos consejos de muerte conforman una especie de actitud social hacia la vida, hacia el prójimo, y hacia Dios, que son como un pecado colectivo, una atmósfera de esterilidad y desierto espiritual, un medio ambiente del que es necesario salir conscientemente, por medio de la renovación de nuestro entendimiento, y por la gracia de Dios.
La sabiduría que proviene de Dios encuentra su lugar en una relación viva, en la amistad con Dios, que en el libro de Proverbios halla su expresión concreta, en la vida del pueblo de la fe del Antiguo Testamento.
En la segunda parte de Romanos 12 aparece un texto que nos da un ejemplo que se encuentra en Proverbios 25:21-22: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber.
Así Dios te premiará y harás que a tu enemigo le arda la cara de vergüenza. Esto quiere decir que el Nuevo Testamento no está improvisando nada, sino que es la culminación de un camino que comenzó en el Antiguo Testamento, y el mensaje de la Palabra de Dios se mantiene en congruencia y en unidad.
Quienes han abierto su corazón a Cristo y le han dado las riendas de su vida no se conducen según el pecado colectivo de apreciar más al egoísmo y al oportunismo. Más bien viven según la sabiduría que proviene de Dios.
Abandonan todo intento de venganza y toda orientación de vida justiciera. Aprenden que hay cosas que hay que dejárselas a Dios. Dios se encargará a su manera, en su tiempo y con sus métodos. No somos nosotros los jueces, ni los carceleros, ni los verdugos de nadie.
Si hay alguien que ha hablado mal de ti, no pienses que ha tenido mala intención. Más bien, piensa que si te conociera bien tendría cosas peores que decir. Reconoce la gracia de Dios en tu vida, y abandona toda posición de guerra o conflicto con tu hermano.
Ofrece a todos el mismo vaso de agua y plato de comida, porque así es Dios, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover su lluvia sobre justos e injustos.
Que Dios permita que como pueblo suyo nos podamos arrepentir de un pecado colectivo, de rendirnos imprudentemente al anti-mensaje, al anti-evangelio, al anti-Cristo.
Que el Señor nos ayude, por la fuerza de su Espíritu, a abrazar al evangelio, a obedecer al mensaje, a vivir según su sabiduría y buenas nuevas de fe y de salvación en Cristo Jesús. Él es nuestro maestro, nuestro amo, nuestro Dios y Señor.
En el estadio de fútbol, el público comienza a animar a su equipo favorito con gritos de “¡Sí se puede!” De esa manera, infunden ánimo a los jugadores, que –tal vez en una situación desesperada de desventaja—sacan fuerza de su debilidad, y redoblan su esfuerzo como equipo para dar la batalla deportiva ante un oponente formidable.
Muchas veces ese grito unánime de los miles de espectadores ha logrado voltear el desenlace de un partido complicado, por la confianza que se transmite con esos gritos.
Así también es en la vida cristiana. El Señor nos anima. El Espíritu nos alienta. Nos dice cómo se vive mejor, y nos afirma diciendo que sí se puede. Sí se puede vencer al mal con el bien.
Si fuera un sueño imposible, no sería un mandamiento. Las prescripciones prácticas de Romanos 12 terminan con esta sentencia dialéctica de un no y un sí. No dejarse vencer por el mal, sino al contrario, triunfar sobre el mal haciendo el bien.
No dejarse arrastrar por la corriente, sino resistir en contra de la corriente. No rendirse ante las presiones del entorno que está impregnado de corrupción, sino mantenerse en la conducta justa.
No ceder a la moda de inmoralidad, sino fijar los ojos en un plano de vida limpia. No participar en la cuota de violencia colectiva de nuestra sociedad, sino ofrecer un refugio de paz en cada conversación y en cada relación.
No participar en el pleito de unos contra otros y de todos contra todos, sino presentar una opción de no-agresión y no-violencia. No entrar a la dinámica de desconfianza mutua, descalificaciones y etiquetas aplicadas sin conocer bien al otro, sino defender el buen nombre del hermano o hermana que ha sido redimido por la sangre preciosa del Cordero, del mismo modo que tú y yo.
Si no fuera posible ponerla en práctica, no se nos daría esta instrucción. Los mandamientos de la Palabra son garantía de vida plena y en abundancia. Se nos dan porque son alcanzables.
El Señor conoce nuestras capacidades porque Dios nos creó e hizo a nuestra alma competente para responder a su palabra.
Además, Dios nos hace participar en su nueva creación, y nos regenera en el poder del Espíritu Santo, de manera que sí se puede obedecer al mandamiento, precisamente por la fuerza del Señor en nosotros.
Como dice la oración de Francisco de Asís: “Señor, haznos instrumentos de tu paz. Que donde haya odio, sembremos amor; Donde haya injuria, perdón; Donde haya duda, Fe; Donde haya desaliento, esperanza; Donde haya oscuridad, luz; Y donde haya tristeza, alegría. Oh, Divino Maestro, concédenos que no busquemos ser consolados sino consolar; Que no busquemos ser comprendidos sino comprender; ni ser amados, sino amar; Porque dando es como recibimos; Perdonando es como Tú nos perdonas; Y muriendo en Ti es como nacemos a la vida eterna”. Amén.
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