Lo que se aprende bien de niño nunca se olvida y lo puedes volver a realizar como si fuera el primer día.
Era un día de verano especial y lleno de calor, esas pequeñas temporadas en las que las familias se reúnen para disfrutar, desconectar de trabajos y miles de cosas, además de pasárselo a lo grande en algún lugar diferente estando juntos y mucho más.
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Cuando después de unos días de estar pocos y en calma, llegó toda la tribu, ¡mi tribu!... En ese momento todo cambió de repente y el más pequeño de la fila se hizo notar con fuerza.
Cuando era la peor hora para darse un chapuzón, el peque apareció con el bañador puesto dispuesto a bañarse a lo grande; todos lo rodeamos y nos reímos con él, pero pocos nos atrevimos a meternos en el agua, yo fui una que lo acompañó con ganas y no quería salir; así que en un momento en el que estábamos solos, comenzó a hacerme un despliegue de todo lo que había aprendido en sus clases de natación... ¡Mira!...
Y comenzó a tirarse al agua de mil modos y a mostrarme lo bien que sabía nadar, bucear y demás. En un momento me preguntó ¿y tú sabes nadar bien? No sé si habrás ido a clases de natación.
Entonces y con mucha calma le dije: ¿sabes nadar a crol, a braza...? ¡Pues claro, y, y, y...! ¿Y nadar a mariposa?... bueno... nos van a enseñar; entonces bajo un sol de justicia y después de no haber podido nadar a gusto durante años por diferentes circunstancias, ni sé como me atreví, pero como si fuera hace mil años comencé a nadar a mariposa hacia atrás hundiéndome en el agua y a todo lo que había aprendido siendo una niña.
Cuando me vio, sus ojitos ligeramente achinados y preciosos se abrieron como platos al mismo tiempo que su boca, después le dije ¿sabes hacer la ballena? Y mientras los ojos se le salían de las órbitas me hundí en el agua para salir echando un chorro por la boca, entonces me dijo: ¿quién fue tu profesor de natación?
En aquel momento entre recuerdos de todo tipo y guardándome las lágrimas le dije ¡mi papá! Tú no lo conociste, pero nadaba genial y fue ganador de un concurso en su tierra, la preciosa ría de Ares. Pero no me enseñó en una piscina, me enseñó en esa ría calmada entre cayucos, rizones, un manto de algas delicioso y siempre fuera de calo.
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Una conversación deliciosa después de comprobar como lo que se aprende bien de niño nunca se olvida y lo puedes volver a realizar como si fuera el primer día.
Aquella mañana fue larga, especial y cansada; así que después de comer entre risas y delicias, me puse en una tumbona y me quedé medio dormida, veía y escuchaba a medias y entre sueños me daba cuenta de que estaban podando un árbol, pero me dejé quedar hasta que escuché un grito general, al cortar una de las ramas que estaban amontonadas en el suelo, cayó el nido de un gorrión pequeñito, era como un bebé y sin pretenderlo quedó separado y lejos de su mamá.
Entonces me levanté y vi a todo el mundo, en especial al más peque recogiendo al gorrióncito y haciendo todo lo posible por solventar la situación, pero nada daba resultado.
Al anochecer se le buscó una caja intentando protegerlo de un gato o algo por el estilo, pero todos los intentos para conseguir que tomara alguna gota de agua o comiera un grano de alpiste fueron en vano, hasta ya tenía nombre y pasó la noche con nosotros; pero a la mañana siguiente, al ver que aquello no iba a terminar bien, alguien lo tomó entre sus manos, lo puso sobre un palo cerca de un árbol y lo lanzó al aire, tal vez su mamá andaba por ahí muy triste buscando a su pequeño, sabiendo que sin ella moriría.
Inmortalicé el momento en la foto que os dejé al principio y como suele ser mi costumbre, pensé mucho sobre todo lo ocurrido.
El gorrión no es un pájaro con el que me identifique demasiado, pero he de confesar que en algunas ocasiones de mi vida, sí me he sentido como ese pequeño gorrioncillo.
Tal vez alguien hizo que mi nido cayera y conozco muy bien esa sensación de sentirme desamparada, sin poder ni comer ni beber..... Es una sensación absolutamente desesperante, asfixiante..... Pero también conozco como actúa mi Padre, viene a socorrerme, me alimenta, me empapa y me da de beber de su agua y seca cada una de mis lágrimas ¡así es mi Dios!
¿Recordáis el texto bíblico?
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más qué ellas?” Mateo 6.
Cuando viví todo lo que os he dejado anteriormente, vino a mi mente como una especie de ola una de esas canciones especiales e inolvidables de Joan Manuel Serrat, alguien a quien muchísimos admiramos a través de todo el mundo por esa preciosa voz con un vibrato natural delicioso, compositor de canciones bellísimas que han recorrido el mundo.
Un hombre sereno y educado con claras influencias Mediterráneas y que ha puesto música y voz a increíbles poemas de Antonio Machado, Miguel Hernández y mucho más.... Serrat ha sido ganador de diferentes premios de mucha relevancia y detrás de cada canción que ha compuesto lleva una historia.
Os dejo con la que da título a este artículo... “Como un gorrión”.
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