Lutero, Müntzer y Grebel: conflicto hermenéutico en el siglo XVI (VI)

El rechazo de los anabautistas al sistema de Cristiandad afectó su interpretación de las Escrituras, de la misma manera que la aceptación continua, tanto por parte de católicos como de protestantes, de la síntesis constantiniana de Iglesia y Estado influyó en la suya. A diferencia de los reformadores, los anabautistas rechazaron los supuestos y valores constantinianos y adoptaron una hermenéutica que refleja esta postura en sus presuposiciones, métodos y conclusiones. Ofrece un enfoque que tiene raíces históricas igualmente profundas y es más apropiado para las iglesias y sociedades post-constantinianas [...] Ningún estudio de la hermenéutica de este pueblo bíblico puede ignorar la contribución de los muchos hombres y mujeres sin educación y a menudo analfabetos, pero saturados de la Biblia, que vivieron y murieron por los principios que surgieron de su estudio de las Escrituras.

Stuart Murray¹

Mientras en Zúrich, ya bien enterados del llamado de Müntzer a tomar las armas para hacer posible la Nueva Jerusalén, Grebel y los suyos hacen una exhortación “en nombre de la común salvación de todos nosotros a que desistas de todo ello y de toda idea propia [sobre la violencia], ahora y en adelante”. Consideran que mantener la integridad de la enseñanza neotestamentaria sobre vivir en contraste a los valores religiosos y políticos vigentes, necesariamente los pone en minoría ya que en el régimen de Cristiandad no se prioriza la práctica cotidiana de los principios éticos de Jesús.

Los radicales de Zúrich perciben con claridad que sus críticas tanto a príncipes católicos como a protestantes, al igual que a sus respectivos teólogos, les acarrearían persecuciones. El por ellos llamado bautismo de sangre, es decir pagar con sus propias vidas las crueles penas capitales que les impusieron sus perseguidores, tanto católicos como protestantes, no tardaría en llegar.

Grebel subraya en la segunda misiva que el apego a las normas del punto máximo de la Revelación progresiva de Dios, Jesús el Cristo, son las que deben transmitirse como vinculatorias para los creyentes: “Instituye y enseña sólo la clara palabra de Dios y los correspondientes ritos, junto con la Regla de Cristo [Mateo 18], el inadulterado Bautismo y la inadulterada Cena (tal cual la hemos mencionado en la primera carta acerca de los cuales tú sabes más que cien de nosotros)”.

Los disidentes de Zwinglio en Suiza sostendrían sus convicciones pacíficas, pacifistas y pacificadoras en territorios dominados por gobernantes católicos lo mismo que bajo la hegemonía de gobernantes protestantes. Su eclesiología tuvo como núcleo la conversión voluntaria y el ingreso a la comunidad de creyentes por un compromiso personalmente asumido.

Thomas Müntzer, como he intentado desarrollar, hizo denodados esfuerzos por llevar a la práctica su entendimiento bíblico de haber sido elegido divinamente para hacer llamados a la insurrección armada y establecer un nuevo orden religioso, social, político y económico. Sus proclamas encontraron terreno fértil en una población oprimida y esperanzada de tener acceso a condiciones de vida muy distintas a las sufridas cada día. Müntzer no creó el descontento de los campesinos, se sumó a él y le proporcionó un discurso revolucionario basado en una hermenéutica original no en cuanto al uso de la violencia (tal uso estaba respaldado teológicamente desde siglos antes), sino al sujeto que debía hacer uso de ella para terminar con la injusticia: los oprimidos y desheredados de la tierra.

Por su parte Conrado Grebel y los anabautistas que predicaron el Evangelio de paz abrieron una vía distinta a los modelos teológicos/políticos imperantes en el siglo XVI. Perseguidos, y en algunos momentos a punto de ser extinguidos, perseveraron en la encarnación de la comunidad voluntaria de creyentes al grado de que este principio teológico les convirtió necesariamente, por la simbiosis Estado/Iglesia oficial presente por toda Europa, en disidentes políticos.

En las misivas de Grebel, Mantz y los otros integrantes del círculo que rompieron con Ulrico Zwinglio fueron expuestos, de forma incipiente, principios hermenéuticos que paulatinamente se irían consolidando en la corriente del anabautismo no violento y le darían un perfil identitario distinto al propugnado por los reformadores magisteriales. Dicho lo anterior, vale aclarar que dentro del anabautismo existieron divergencias interpretativas, por ejemplo en cuanto a la disciplina que debía tenerse para quienes tenían conductas “mundanas”, entendimiento de la eclesiología, maneras de educar a los hijos, la solidaridad comunitaria y las misiones.²

Pese a sus divergencias y tendencias organizativas, es posible identificar ciertos principios hermenéuticos en el abanico que fue el movimiento anabautista del siglo XVI: 1) El acercamiento cristocéntrico en su lectura de la Biblia estuvo marcado por la noción, aunque no la llamaban así, de la Revelación progresiva de Dios. Para ellos la Biblia no era plana ni tenía la misma autoridad el Antiguo que el Nuevo Testamento, Cristo era la máxima revelación, la cima desde la cual tenían que normarse las creencias y prácticas de la comunidad de creyentes. 2) El cristocentrismo de los anabautistas daba primacía al ministerio terrenal de Jesús, su ejemplo a seguir, en lugar de las confesiones y credos que intentaban sistematizar teológicamente las creencias del pueblo. 3) Un prerrequisito para comprender las Escrituras era la obediencia. Poner en práctica lo aprendido posibilitaba alcanzar más entendimiento, no se trataba de acumular información de la Palabra sino caminar de acuerdo con sus preceptos. 4) Para los anabautistas era imprescindible diferenciar una lectura cristológica de la Biblia de una lectura cristocéntrica. En su óptica la segunda incluía la primera pero al contrario no. Jesús era ciertamente Redentor, mediante su obra salvífica, pero también Señor y Maestro al cual seguir y servir. 5) El anabautismo concebía que el lugar para discernir el significado de las enseñanzas bíblicas era la comunidad de creyentes, donde letrados e iletrados contribuían al entendimiento colectivo. Esta noción les hizo tener cierto escepticismo hacia los teólogos que pretendían poseer la última palabra sobre distintos tópicos. 6) El ser perseguidos les convenció de que dicha experiencia les habilitaba para entender el costo del discipulado, ya que Jesús también fue perseguido por el establishment religioso. 7) Para el movimiento anabautista el objetivo era restituir la práctica del Evangelio en las comunidades de creyentes, no buscaron reformar el régimen de Cristiandad, al que tenían por una falsificación de la sencillez del Evangelio.³

En los conocidos como Hermanos Suizos se hizo una práctica, tanto para quienes sabían leer como para quienes no, aprenderse de memoria porciones de la Biblia, particularmente del Nuevo Testamento. En 1540 imprimieron una concordancia bíblica, en la que se agrupaban versículos bíblicos en sesenta y seis temas. El compendio fue muy usado para que cada persona se apropiara mediante la memorización de un cúmulo escriturístico que le permitiera internalizar los rasgos distintivos del movimiento. La concordancia fue traducida al holandés y pudo ser publicada. También circuló copiada a mano, debido a la prohibición contra los impresos anabautistas. Pese a todo, alcanzó catorce reimpresiones en alemán.⁴

A diferencia de los reformadores magisteriales que produjeron obra en el tema de la hermenéutica y escribieron comentarios sobre distintos libros de la Biblia, en el campo anabautista muy pocos se dieron a la tarea de disertar sobre los pasos a seguir en la interpretación bíblica.⁵ Sin embargo su hermenéutica práctica diferenció al anabautismo de los enfoques católico romano y protestante. Así lo ha considerado Walter Klaassen: “En el protestantismo nos encontramos con un Cristo celestial, una figura cósmica que a través de su sacrificio hace posible la salvación del alma. En el catolicismo a Jesús se le encuentra frecuentemente y sobre todo en la misa, donde es constantemente ofrecido por los pecados de las personas. En el anabautismo encontramos lo que podemos llamar, solo anacrónicamente, al Jesús histórico”. Y agrega: “Jesús es todo lo que los credos históricos afirman de él, pero es algo más. Porque él es, también, ejemplo para los cristianos […] Él no es solamente el centro de un sistema teológico el cual uno acepta. Más bien es el centro de un modo de vida”.⁶

Los acercamientos hermenéuticos que aquí se han intentado describir no fueron meramente concepciones bíblicas/teológicas históricas, sino que, de distintas maneras, continúan expresándose en los tiempos que corren.

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[title]Por un año más[/title]

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