Los nuevos anabautistas son los converso(a)s que hallaron en el anabautismo principios teológicos identitarios que hicieron suyos y que, además, se esfuerzan en practicarlos.
¡De qué sirve hablar mucho de Cristo y de Su Palabra si no creemos a Cristo y no queremos vivir de acuerdo a Su Palabra! No basta decir que somos hijos de Abraham, esto es, que seamos llamados cristianos y seamos considerados por tales, sino que tenemos que hacer las obras de Abraham, es decir, tenemos que andar así como la Palabra del Señor ordenó a todos los hijos verdaderos de Dios. Porque no sirve de nada que Cristo haya muerto, y que tomemos su nombre si no tenemos la fe sincera, regenerativa y firme en Jesucristo, y el amor puro y auténtico, la obediencia complaciente, y la vida piadosa e irreprochable. Menno Simons
Como toda identidad, la anabautista tiene que estar en conversación con el movimiento que la originó. Considero tiene que ser así tanto para comprender su ethos como para contextualizar el mismo en condiciones distintas a las del siglo XVI.
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El diálogo con los orígenes debiera implicar un ejercicio de evaluación, el cual identifique los puntos torales enarbolados por el movimiento y, también, sus debilidades y errores.
El anabautismo del siglo XVI tuvo distintas ramas, las que compartieron condiciones sumamente adversas causadas por las persecuciones de las iglesias territoriales. Éstas contaron con el pleno apoyo de las autoridades políticas para combatir a los disidentes de la simbiosis Iglesia (oficial)-Estado.
La conversación con los orígenes, y sus posteriores desarrollos, se intensifica entre los heredero(a)s teológicos y eclesiásticos del movimiento anabautista conforme se acerca el quinto centenario de su emergencia en Zúrich, en enero de 1525.
Stuart Murray es una voz que se suma al diálogo global sobre la identidad y misión del anabautismo actual. Su libro The Naked Anabaptist. The Bare Essentials of a Radical Faith (Herald Press, 2010), cuya traducción al castellano la publicó la misma casa editorial en el 2012, ha tenido amplia difusión e influencia en la familia anabautista global, ya que tiene traducciones al francés, alemán, japones, coreano, indonesio, sueco y otros idiomas.
En la primera entrega de la presente serie me ocupé de The Naked Anabaptist, y quien tenga interés sobre el comentario puede acceder al mismo.
La nueva contribución de Stuart Murray es la obra The New Anabaptists. Practices for Emerging Communities (Herald Press, 2024).
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A diferencia de los que podemos llamar anabautistas clásicos, sobre todo en su vertiente menonita étnica, los que Murray denomina “nuevos anabautistas” son quienes no tienen línea de continuidad genealógica con los anabautistas europeos que se diseminaron primero, a causa de la persecución, por la mayor parte de Europa y, después, migraron a Canadá y Estados Unidos, para más tarde también asentarse en colonias en distintos países de América Latina.
Los nuevos anabautistas son los creyentes converso(a)s que hallaron en el anabautismo principios teológicos identitarios que hicieron suyos y que, además, se esfuerzan en practicarlos en el seno de una comunidad eclesiástica normada por tales principios.
El autor identifica rasgos torales del anabautismo del siglo XVI, que a su vez tenían base en el entendimiento bíblico del movimiento. Menciona lo ya desarrollado en The Naked Anabaptist sobre la centralidad de Jesucristo en la comprensión de los anabautistas de su acción salvífica y la necesaria reorientación ética de la vida como discípulo/a)s de Jesús.
El cristocentrismo anabautista resaltaba que, basándose en las enseñanzas de Jesús, la primacía normativa la tenía él y, por lo tanto, sus seguidore(a)s deberían normarse con los principios emanados de tal primacía.
En esta perspectiva Jesús era la cúspide de la Revelación progresiva de Dios y, en consecuencia, diversos requerimientos vetero testamentarios quedaban como antecedentes de lo que habría de venir, es decir, la plenitud encarnada en Jesucristo.
Hoy en la familia mundial anabautista/menonita, reunida en el Congreso Mundial Menonita, las comunidades más numerosas son las de “nuevos anabautistas”, sobre todo de África, pero también cuentan con buena presencia las de Asia y América Latina.
Estas comunidades, aprecia Stuart Murray, tienen experiencias y formulaciones de su fe semejantes a las de los anabautistas del siglo XVI, por ende pueden contribuir con valiosos aportes a la evaluación del movimiento que enfrentó al régimen de cristiandad de las iglesias oficiales territoriales.
Sí, es verdad que en términos generales los anabautistas clásicos y los nuevos afirman la centralidad de Jesucristo, pero tal enunciado, en la práctica, debe ser recuperado en su integridad en cada aspecto del seguimiento de Jesús.
Murray evoca la frase de Hans Denck (murió víctima de la peste en noviembre de 1527): “Nadie puede conocer a Cristo a menos que lo siga en la vida, y nadie puede seguirlo a menos que primero lo conozca”. Conocer y seguir es una espiral creciente, no puede haber seguimiento de Jesús sin conocerle y, al mismo tiempo, el conocimiento se fortalece con el seguimiento.
Un desprendimiento de la afirmación anterior, para Murray, implica que “Comenzar con y seguir a Jesús no debe reducir el discipulado a la ética ni a Jesús a un gran predicador o un ejemplo maravilloso.
Un enfoque renovado en el significado de su vida y enseñanza tampoco debería tentarnos de ninguna manera a minimizar el significado salvífico de su muerte, resurrección, ascensión y don del Espíritu Santo. Comenzar con Jesús significa regocijarse por la salvación que logró para nosotros y aprender con gratitud a conocerlo y seguirlo”.
Murray, como británico y nuevo anabautista, inspirado por la “visión anabautista” que conoció a mediados de la década de los ochentas del siglo pasado, tuvo una desilusión que lo dejó desconcertado cuando por primera vez, en 1994, visitó congregaciones menonitas en los Estados Unidos y las encontró “casi indistinguibles de las iglesias protestantes (aunque sin banderas estadounidenses). Si bien reconocí ciertos ecos de lo que había asumido eran prácticas anabautistas, éstas tenían poca relación con la radicalidad y el dinamismo que asociaba con los primeros anabautistas”.
Tal vez, como en el siglo XVI, la renovación puede llegar de los márgenes, de los “nuevos anabautistas” que evangelizan, discipulan, construyen la paz y la justicia en su entorno.
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