“La dureza de Dios es más agradable que la suavidad de los hombres”. C.S. Lewis

Hoy quiero dejar con todos vosotros 10 razones muy importantes para mí con respecto a la relación intima, estrecha y profunda que guardo con mi Señor:

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[1] Sé que Dios no me escogió para salvación, a pesar de que “ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere... ” Jn 6: 44. Puede parecer paradójico; pero así es o se me caen de plano muchísimas partes de la Escritura. No pretendo hacer un Estudio Bíblico, simplemente conozco en profundidad la Escritura y a mi Dios. Con ello tengo suficiente.

[2] Pero sí sé que me escogió como a cada hijo suyo para andar en buenas obras; aunque soy muy consciente de que por encima de ello, me escogió para servirle a todo tiempo en el ministerio, capacitándome para ello, dándome dones espirituales, y así lo he hecho desde que apenas era una adolescente hasta el día de hoy... Y no dejaré de hacerlo jamás en el modo que él me indique, habiendo recibido diestras de encomendación al ministerio junto a mi esposo.

[3] Soy plenamente consciente de que soy salva por Gracia, justificada por Fe y sellada por el Espíritu Santo desde aquel bendito día en que le recibí en mi corazón. No ha sido fácil llegar hasta aquí; pero su preciosa mano siempre me ha sostenido. ¡Aleluya!

[4] También sé que tengo a buen recaudo mi posición, soy... “Así que como somos sus hijos, también somos sus herederos. De hecho, somos herederos junto con Cristo de la gloria de Dios; pero si vamos a participar de su gloria, también debemos participar de su sufrimiento.” Rom 8: 17. ¡Maravillosa herencia!

[5] Sé bien y lo digo alto, fuerte y claro, y que nadie se me confunda, ¡por favor!, que jamás podré perder la salvación que Cristo ganó para mí a precio de sangre preciosa en la cruz del Calvario y sellándola con su resurrección: “En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.” Jn 5:24.

[6] Conozco con toda seguridad lo que es un problema para muchos, el tema del ministerio de la mujer y hay diferentes matices que respeto, pero lo cierto es que estoy encantada de ser mujer y de como Cristo en la cruz rompió la maldición dada a Eva: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar...” Gen 3: 15. Este tema me ha hecho derramar muchas lágrimas. Soy respetuosa donde tengo que serlo, pero es algo tan nítido para mí, que soy feliz por ello, lo cumplo y lo haré hasta el final.

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[7] Hay algo que me maravilla una y otra vez, y es el saber que absolutamente nada me separará de su amor y de que todo lo que sucede en mi vida, él lo permite por alguna razón y para bien: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ......... ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo........ Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Extracto de Rom 8.

[8] He pasado por múltiples “valles de sombra de muerte” en mi vida, pero mi copa se desborda cuando leo en el Salmo 23: “Aunque ande en valle de sombra de muerte,no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,Y en la casa de Jehová moraré por largos días.”

[9] Hay algo que me importa mucho y es algo tan discutido al día de hoy como el poder que tiene el enemigo sobre mí. En palabras de uno de mis más grandes maestros, Francisco Lacueva: el diablo está sujeto por Dios como un perro a una cadena fuerte, y dice la Biblia: “... porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar...” ¡No te metas en el radio de su cadena y no te podrá tocar! Sé bien y reconozco el roce del enemigo del mismo modo que lo reconoció Job, pero estoy resguardada por mi “León de la tribu de Judá”, ¡él pelea por mí!

[10] Y en último lugar, mi vida consiste en gritar bien alto o en susurros por dondequiera que voy y en mil colores su gran mensaje, soy embajadora del Rey: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.” 

No suelo escribir de este modo, y siento si he sido muy clara y he escrito algunos de los textos en los que me apoyo. Para dulcificarlo, resumo mi relación con Dios en poesía, algo que el Señor me inspiró hace un par de noches...

Señor de mis olas, arrecife y coral

Vivo entre tus brazos sintiéndome segura;

aunque ruja tormenta, las olas y el mar.

Me acurruco en tus corales y en tus arrecifes,

Y me mezo en tus brazos dejándome llevar.

Cuando llega la noche miro a las estrellas,

Y me cuelgo en tus alas dejándome besar.

Eres mi consuelo, eres mi confianza,

Y vivo entre tus brazos disfrutando paz.

Y sueño con verte y llegar a tu vera,

sueño con mirarte muy cerca de mí.

Es entonces cuando mi alma toda te anhela,

sueño con tus ojos Señor de mi andar.

Muero por beber de ese torrente tuyo,

ese maná que no cesa jamás:

y se me hace delicia incomparable,

porque sé que jamás se me habrá de agotar.

Señor de mis olas, arrecifes, corales,

que en cruz te entregaste por amor a mí.

Tú todo lo diste y no esperas menos,

vuelve a tomar lo mejor de mí.

Cuando recuerdo todo mi camino

Y veo tus brazos cargar con mi andar;

te amo y te amo y te entrego mi alma,

mis sueños, mi vida, tu calma, mi paz.

Y hoy me dejo dormir entre ola y corales,

entre estrellas de ensueño mi arena y mi mar:

que cuida mi vida quien me lleva en sus brazos,

y con dulce ternura me guía al hogar.

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[title]Por un año más[/title]

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