Monchu

“El mejor atuendo, una sonrisa; el capital más grande, la fe; la fuerza más poderosa, el amor.”

Autor desconocido

“Oh afligida, azotada por la tempestad, sin consuelo, he aquí, yo asentaré tus piedras en antimonio, y tus cimientos en zafiros.” -

Isaías 54:11.

Jamás podré olvidar el día que conocí a mi querido y recordado hermano y amigo Monchu, hace ya muchos años; yo era muy joven y él…. me resulta muy difícil calcular las edades, pero me daba cuenta que era bastante mayor que yo.

Por alguna razón, siempre me atrajeron  muchísimo las personas con algún problema de esos que se pueden ver a primera vista, y también por algo que desconozco, desde que era niña ellas se acercan y apegan a mí.

Estábamos en un lugar donde se celebraban unos cuantos días de conferencias especiales y preciosa convivencia, donde me encontré  por primera vez con Monchu; su cara estaba completamente desfigurada por la parte de abajo, mi impresión era como que no tenía mandíbula, labios, dientes, no sé cuanto le faltaría de lengua… esa era mi impresión, pero aquellos ojos azules con un tono tirando a verde de cuando en cuando, aquella sonrisa, aquella actividad en todo lo que hiciera falta, su poder hablar, comer de todo, me sorprendieron y al mismo tiempo me atrajeron poderosamente: no conocía su historia ni la pregunté, pero al conocerle durante años en las mismas fechas y disfrutar todos juntos de tantísimas cosas… todavía recuerdo cómo le encantaba traer para unos cuantos en las noches su “sidrina” y su jamón, el que comía sin el más mínimo esfuerzo.

Después de unos cuantos años, en una ocasión en la que fuimos invitados por la iglesia a la que pertenecía para tener ministerio, una iglesia a la que amamos y a la que nos unen lazos muy fuertes, allí estaba mi querido Monchu, que nos recibió en cuanto nos vio con el abrazo más fuerte del mundo lleno de cariño sincero.

Una noche en la que su familia nos invitó a cenar y donde pude saborear la sopa de mariscos más rica que he probado nunca y después de una preciosa velada, él nos llevó en su coche al lugar donde nos hospedaba la iglesia y aparcó, quería hablar con nosotros.

Era tarde en la noche y yo iba sentada en el asiento de atrás, entonces nos comenzó a contar entre lágrimas toda su historia: Monchu había conocido al Señor hacía mucho en otra iglesia diferente cuando le asaltó un cáncer muy agresivo en toda la zona de la mandíbula…. algo que todavía hoy me da escalofríos; Monchu nos contaba acerca de todo lo que sucedió, operación tras operación, injerto tras injerto, que no es que no prendieran solamente, es que se pudrían…. todo el horror más grande que nos podamos imaginar, y mientras nos contaba con aquellos ojos azules empañados en lágrimas, recordaba las veces que quiso tirarse por la ventana del hospital, mientras los hermanos responsables de aquella iglesia lo visitaban, oraban, lo consolaban y le enseñaron un precioso himno muy antiguo que yo conocía…

“Después de la tormenta, viene la calma, viene la paz; si a Cristo de rodillas tú se la pides, el te la da; no importa que legiones del enemigo te hagan sufrir, si al Nombre de mi Cristo, sagrado Nombre, tendrán que huir…”

Mientras Monchú hablaba y lloraba, yo escuchaba en silencio dejando caer lágrimas por mis mejillas, y luego mi esposo terminó con una oración.

Y por todas esas cosas que han ocurrido recientemente en mi vida, vino con muchísima nostalgia y cariño mi querido hermano y amigo Monchu, hace años con su Señor.

Ayer, al atardecer de un día tormentoso mezclado con ratos de sol, una querida hermana y amiga que tiene una preciosa casita en la sierra me mando una foto tomada por ella desde dentro de la casa, eran unas flores preciosas cultivadas por ella misma y colocadas con mucho gusto sobre una mesa frente a una ventana por donde entraba un sol radiante de atardecer en la sierra tras una tormenta fuerte y dura, y me decía….. “paz después de la tormenta.”

En esta mañana, cuando el amanecer estaba lleno de niebla que va dando lugar poquito a poco, a un sol tenue de mi tierra gallega, siento demasiada nostalgia…. “teño morriña”.… pero me enfrento a una nueva etapa de mi vida tras fuertes tormentas, y lo hago con paz, gozo y esperanza, sabiendo que mi Señor estará conmigo en todo lugar y en todo momento.

Me despido con una poesía que escribí como una promesa, una promesa al Dios de mi vida; le pido poder cumplirla y deseo que te bendiga...

DANZANDO BAJO LA LLUVIA

Señor de mis entrañas y mi vida,

he hecho una promesa ante Tu altar;

y hoy la recojo hecha poesía,

porque te lo debo, porque me la das.

Prometo danzar bajo la lluvia;

aunque sea demasiado fuerte el huracán.

Sera lluvia temprana y la tardía,

que empaparán mi alma en tu bondad.

Prometo escuchar el susurro del viento,

viento hecho silbo dulce de mi Dios de amor;

y saldré de la cueva y me pondré el manto,

y envuelta en dulzuras sentiré tu voz.

Prometo bailar sobre las olas,

así sean calmadas o en alto encrespar;

y entre ola y ola, Señor de mi vida,

me abrazara quien al viento le mandó callar.

Beatriz Garrido