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Redención y santidad por la sangre de la espada

En su idea de tierra sagrada, imponían el supuesto de que la podían pisar y gobernar sólo “santos” apropiados. Por supuesto, los moros en Hispania no lo eran, así que tenían que ser expulsados. Ni siquiera convertidos; expulsados. El evangelio de la espada “evangeliza” así.

REFORMA2 AUTOR 7/Emilio_Monjo 12 DE FEBRERO DE 2023 20:00 h
Geraud d'Aurillac. / Wikimedia Commons, CC 4.0

Las falsas decretales, sustento del poder papal, como vimos la semana pasada con Gregorio VII, ha puesto, en algunos casos, por vez primera, la mirada en la corrupción tremenda (incluso sorprendente) que sustenta al papado. Además, ha despertados a algunos sobre eso de la Santa Tradición, pues esos tres primeros siglos, que serían el meollo de la misma, resulta que han sido fabricados con nada menos que más de 50 documentos fundamentales. Santa Falsificación, en todo caso. Y ponen a eso como si fuese una de las dos partes que, con la Sagrada Escritura, forman una unidad (eso decía Ratzinger), una sola revelación de Dios. Miserables.



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También supuso constatar que, así como hay bandas organizadas para delinquir, para burlar las leyes con el fin de obtener dinero y poder; también las hay para producir leyes, aunque sea con falsificaciones y fraudes de todo tipo, para lograr el mismo fin. ¿Qué, si no, es todo un derecho canónico fundado en falsificaciones? Y no es tema menor, porque de ahí ha salido el poder de actuación, “jurídico”, del papado. De ahí salen los dictatus recordados la pasada semana. De una falsificación salió el pretendido “derecho”, añadido, de propiedad reclamado sobre todo occidente (incluso, y no es broma, el “derecho” de re/conquista de América). Que todo eso se mezclaba con algunas cosas que no eran falsificaciones, pues, sí, ¿y qué?



Y como prometí meterme con el monacato, en eso estamos. De sus inicios y desarrollo, con todas sus supercherías, ya vemos, d. v., la semana que viene. Pero en nuestro encuentro hoy, tenemos el monacato como sustento del poder papal durante siglos. Incluso el lenguaje ha pervivido hasta nuestros días. Aunque, en este caso, es un modelo peculiar: el cluniacense.



Precisamente el modelo de pretensión de dominio total que propuso Gregorio VII, lo elaboró en estrecha colaboración con Cluny. Su abad Hugo (el 6º) fue el más certero difusor de los nuevos dogmas papales. Luego, el siguiente papa, el de la cruzada, sale de ese monacato (concedió a su antigua orden notables privilegios).



Estos asuntos siguen sin interesarle a casi nadie, pero conviene conocerlos. Un dato evidente en esta conversación, es tener en cuenta que la historia de Europa, en ese momento (siglo XI), no puede verse sin  mirar la enorme cantidad de monasterios que la pueblan. Después vendrá la llamada “Europa de las catedrales”. Monasterios, iglesias, y catedrales (también castillos); ¿es eso cristianismo? Seguro que sí. Pero, ¿qué cristianismo? Yo creo que es un cristianismo contra Cristo, el de la cruz. No habrá que conservarlo, sino exponerlo y rechazarlo, que lo dice nuestro Pablo a los efesios.



La presencia del cristianismo, y su extensión, se mide por los monasterios que hay en un territorio. No olvidemos, que los monjes que “evangelizan”, luego establecen monasterios; como los antiguos romanos, son sus plazas fuertes. Eso no quita, sino que forma parte, del caos social, de guerras, rapiñas, etc., que es el día a día de Europa. Se tiene que recurrir, como mal menor, a establecer media semana para guerrear, y dejar la otra para los asuntos del campo. Que no hacía falta ninguna Reforma para las guerras, que ya son de identidad nacional, por dondequiera que miremos. 



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Ese es el contexto (la contingencia histórica), con el que se cuajará un nuevo paradigma con la evolución de Cluny. Al principio no dejaba de ser un nuevo intento de vivir fielmente el modelo benedictino, pero se incorpora, en ese entorno francés (910), una percepción pionera. Aparece un caballero, un guerrero, cristiano, claro está; pero que, a diferencia de otros, éste se dedica a usar su espada para defender a los monjes y sus monasterios, de otros guerreros (que también actuaban motivados por valore cristianos). Gerardo de Aurillac, que sí se llamaba, era muy religioso, incluso quiso meterse a monje; pero se le orientó para que siguiera con lo que hacía, pues había nacido un modelo nuevo. Con su espada realiza lo que el monje en su monasterio. La sangre de los mártires, que había sido la simiente de la Iglesia (frase de Tertuliano, muy bonita y repetida, pero que ya supone una grave corrupción de la fe, pues lo considera como satisfacción de una pena por el pecado); ahora se transforma en que la sangre que derrame el guerrero cristiano, en defensa de la iglesia, es la simiente del papado. (Ya está aquí la indulgencia plenaria en la guerra santa. Que se prepare el santoral para subir a guerreros a caballo. ¡Más valores cristianos para Europa!) Las manos manchadas de sangre derramada, ya no necesitan ser “limpiadas” con algún ritual sacramental de la iglesia, ahora esa misma sangre es sacramento de santidad y signo de penitencia.



Para que esta nueva percepción se dogmatice, se necesitan otros aspectos que la acompañen. Los guerreros cristianos, por ejemplo, no pueden defender a cualquier monasterio o meterse en cualquier causa; tienen que defender lo sagrado. Y eso lo establece, que estamos en la reforma gregoriana, el papado. Por eso fue tan relevante Cluny, porque precisamente era “tierra sagrada” por su independencia de señoríos cercanos, y sólo dependían de la autoridad del rey (que no se metía) y del papa. La Tierra Santa, con su Jerusalén y lugares sagrados, ahora pasa a ser todo el dominio papal. Tienes que defender la tierra del papa, y su persona, como harías con los lugares sagrados de Jerusalén. Es más, si alguien intenta tomar esas tierras o robarlas, se ha convertido en un enemigo de la corona de Cristo. Esto se transformó en un seguro para los centros religiosos cluniacenses; que así crecieron y se enriquecieron a lo grande, con amplias tierras y tutela de otros monasterios adscritos como federados, y vasallos. 



Con eso de que era tierra sagrada, que debía ser defendida por las armas de los guerreros cristianos, se estaba a un paso de ver a sus monjes como administradores de la salvación, con su papa. Producen muestras de ello: proponen día de conmemoración de difuntos; de todos los santos... Ha nacido la organización del Purgatorio, tan necesaria para la cruzada, idea ahora dogmatizada. Crecen las donaciones, que permanecerán como trozo “sagrados”, para que allí recen por los vivos y los difuntos. Para poder cumplir con todo ello, es necesario la obligación del celibato. Cluny es ejemplo de la dogmática papal de la grandeza de los santuarios, para que la gente contemple que “eso” permanece. (Hasta la construcción de San Pedro, el templo del monasterio de Cluny era el más grande Europa.) Curiosamente, la otra orden que vino a mostrar el verdadero espíritu benedictino, la cisterciense, frente a la ostentación cluniacense, se quedó, sin embargo, con todo lo de Cluny, menos la formas de expresión de riquezas, porque decían (Bernardo de Claraval) que, precisamente la tierra sagrada debe mostrar la austeridad de Cristo y sus apóstoles. Incluso abroncó al papa por su ostentación de riqueza. La cosa no fue a mayores. Pero el Cister se quedó con lo del Purgatorio, tierra santa, guerra santa (2ª cruzada), organizó las órdenes militares, y llenó de vírgenes a todo el territorio. Europa cristiana, sí, pero contra Cristo. ¿La conservamos? 



Para que la tierra sagrada (que, recordemos, no es sólo el templo, sino sus propiedades territoriales) pueda ser reconocida por el guerrero, tenía que haber algún testimonio acreditativo (supongo que las fotocopias de las escrituras de propiedad con la donación de Constantino darían un apaño), por eso surgieron por todas partes las reliquias, encontradas o traídas. Donde esté una buena reliquia, eso es tierra santa. Pero Cluny ni tenía ni la necesitó, porque, en sus buenos planes mercantiles, la reconoció en Santiago de Compostela como suya propia. La tierra santa supone un negocio de peregrinos. Y los caballeros cristianos deben defenderlos. El camino de peregrinación a la tumba de Santiago cubre el espacio necesario, ya se llegará a Jerusalén. Además, con Santiago han encontrado un tesoro para sus planes. Guerrero que defiende lo sagrado contra los moros; y la fabricación en esa zona tan estratégica de una “sede” apostólica. En ese juego jugaron a quitar a los mozárabes de Sahagún, punto importante en el camino, y poner el orden de Cluny. Ya puestos, los de Oviedo quisieron sumarse a la marcha, y se marcharon en busca del Arca de la Alianza, nada menos, que resulta que estaba allí, que lo habían traído los godos del saqueo a Roma (no es broma; realmente tanto da el fraude de Santiago, y cómo llegó allí, que esto; pero esto aflojó rápido con el tiempo, aunque, ya que lo trajeron, ahí lo conservan todavía hoy; el otro sigue fortalecido, y es seña de identidad de la civilización de la hispanidad). Valores que todavía hay quien quiere poner como fundamento de nuestro futuro. 



Con eso de la tierra sagrada, encontraron una mina de minerales preciosos, todos falsos, pero preciosos para ellos. No sólo se tenía el “derecho” de suprimir a los reyes sobre sus tierras y gentes, si éstos no besaban el pie del vicario, lo que supone siglos de impureza sobre las tierras puras, y esa es la historia de Europa. Se tenía que nacer en lo sagrado, ya se sabe dónde, crecer en lo sagrado, ¡casarse! en lo sagrado, y morir en lo sagrado. Si no ocurría así, y eso lo decidía el vicario, se perdía todo: lo material, y el alma. ¿Puede alguien imaginar un poco los beneficios que esta situación, durante siglos, aportó al papado? Eso del matrimonio, especialmente, tenía sus derivadas. El santo fruto del vientre, sólo era santo si había salido de santo matrimonio, bajo el vicario. El poder que eso supuso en las manos del papado, ya es historia, aunque a muy pocos interese. Por supuesto, nada de esto anula el propósito de Dios, que sigue salvando a los suyos en cualquier tierra, pues no se hacen santos por algo de mérito, sino por la obra perfecta, hecha una vez para siempre, del Cristo redentor, que hace santos y verdaderos a los con él crucificados. Y eso no lo quita, ni lo puede poner, algún poder religioso, por más falsificaciones que aporte. De los sometidos a la estructura papal, Dios ha conservado, y a veces, sacado, a los suyos. Eso no quita que intentemos derribarla, yo al menos, me apunto. Que hubiera siete mil guardados por gracia, no quita a los profetas que anuncien la falsificación de la religión de Israel, y señalen su ruina. 



Al final, tampoco la cosa fue muy duradera. Los conflictos siguieron; los intereses de príncipes, y caballeros continuaron, y pintan la historia de Europa, y de España en particular. Lo que sí quedó es la superstición de la tierra sagrada, que todavía la usan grupos de interés propio, ligados a esos modelos. España, sagrada tierra, no la pueden gobernar gente que no tenga la “santidad” requerida: que le concede el beneplácito del papado, sin eso, no hay poderes “públicos” legítimos. (Esto es muy actual.) Los reyes cristianos en la península, cuatro o cinco, se peleaban entre sí. Todos con su guerra santa contra los demás. Lo que les podía unir un poco, y eso lo usó el papado, es el enemigo común. La llamada reconquista es la expresión del dogma de la tierra sagrada, con sus dioses (santos, reliquias, apariciones), algo tan pagano. 



No quiero dejar este rato, sin mencionar una muestra de la corrupción de estos dogmas, que se convierten en seña de identidad del papado hasta hoy. En su idea de tierra sagrada, imponían el supuesto de que la podían pisar y gobernar sólo “santos” apropiados. Ya se sabe, los que besan el pie del vicario. Por supuesto, los moros en Hispania no lo eran, así que tenían que ser expulsados. Ni siquiera convertidos; expulsados. El evangelio de la espada “evangeliza” así. Luego lo veremos en la contrarreforma. Pero ese modelo, y esto no interesa, pero es bueno recordarlo, también consideraba impura cualquier forma de cristianismo que no fuese la sujeta al vicario. Tal ocurrió con el modelo cristiano que existía, y coexistía, en Hispania: el mozárabe. El modelo de Cluny, el del papado de los dictatus, quitó a los moros de esta tierra sagrada, y también quitó a los cristianos mozárabes. Los guerreros “cristianos”, limpiaron esta tierra de la impureza mora y cristiana. A esos hay que señalarlos, descubrirlos, y rechazarlos.



No sigo, que se alarga. La próxima reunión, d. v., para meterme con el monacato.


 

 


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COMENTARIOS

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Esteban
13/02/2023
12:05 h
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esto me hace acordar a un ex colaborador de este medio, que metido en su propia inquisición terminó solo con su ego y sus descalificaciones. La cuestión es esta: si el meollo está ¨en los tres primeros siglos¨... dime, en que siglo aparece tu biblia, esa a la que te refieres cuando hablas de la ¨sola escritura¨? tu respuesta (que no darás) descalifica todo tu argumento, que se construye, precisamente sobre dos falacias: el ad-hominem y el espantapájaros.
 



 
 
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