Gabino Fernández Campos, contador de historias

El historiador sigue siendo el especialista de la tribu que tiene el cargo de contarle a los demás lo que todo grupo necesita saber: ¿Quiénes somos? ¿Cuáles fueron nuestros orígenes? ¿Cómo llegamos a este punto o a esta encrucijada de la historia? John Updike

El único modo en que nosotros, como historiadores, podemos llenar nuestra responsabilidad con los muertos es asegurarnos de que sus obras no se pierdan en el pasado –en otras palabras, levantarlas del cementerio de los contextos muertos y ayudarlas a tener nueva vida entre los vivos–. El mejor modo de respetar a los muertos es ayudarlos a hablar con los vivos. David Harlan

Su vocación la transformó en oficio. Así fue como Gabino Fernández Campos transitó de historiador a contador de historias. Era un gran comunicador, heredero de quienes, en la Antigüedad, mantenían absortos con sus narraciones a los oyentes sentados alrededor de la fogata.

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Como Lucas, Gabino se dio a la tarea de rescatar testimonios verbales o escritos de hombres y mujeres que se encontraron con Jesús y decidieron seguirle.

Desarrolló la tarea convencido de que la historia del pensamiento y acción de las comunidades de fe tiene que transmitirse como un legado vivo, que al ser conocido por las sucesivas generaciones juega el rol de fortalecer la identidad y misión de los creyentes.

Su interés histórico no era meramente académico (aunque sí riguroso en cuanto a búsqueda de fuentes y cotejar datos), al rigor del estudio le agregaba la convicción del poder pedagógico consustancial en las historias que difundía.

Debo al entrañable Gabino el haber conocido con cierto detalle la vida y obra de algunos reformadores protestantes españoles del siglo XVI. Su libro Reforma y Contrarreforma en Andalucía, que vio la luz en 1986 y una segunda edición en 2006, fue estimulante para, después, conseguir los escritos de quienes debieron exiliarse de España para evadir al régimen inquisitorial.

El rescate historiográfico de Gabino Fernández Campos tuvo varios productos. Quiero destacar uno de ellos: Recuerdos de antaño. Los mártires españoles de la Reforma del siglo XVI y la Inquisición, de Emilio Martínez, originalmente publicada en 1875, a cuya edición de 2016 Gabino la enriqueció con una guía de lectura e ilustraciones.

En la presentación de la obra, Manuel Cerezo, secretario ejecutivo del Consejo Evangélico de Madrid, comentó que por primera vez conoció “las peripecias y vicisitudes de la Reforma en la España del siglo XVI a través de este libro. Desde entonces, se creó en mí un gran interés por esta parte de la historia que no conocía”.

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Interesado en quienes hicieron esfuerzos para salvaguardar la memoria, Gabino Fernández proporcionó datos del autor de Recuerdos de antaño.

Emilio Martínez nació en Madrid en 1849 y su fallecimiento ocurrió en Valladolid, en 1919. Tuvo su experiencia de conversión a Cristo “el lunes 31 de octubre de 1869, a las nueve y media de la noche”, como él mismo escribió. De su autoría son las novelas Pepa y la virgen; Julián y la Biblia; Pablo el estudiante y doña Nieves. Fue un prolífico escritor, algunos de sus artículos los reprodujo El Faro, de México.

En la publicación mexicana antes citada, con fecha 15 de septiembre de 1899, se informó acerca de Recuerdos de antaño, cuyo contenido sintetizó Arcadio Morales (creyente evangélico desde enero de 1869) de la siguiente manera:

“En este volumen el autor, bajo la forma correcta de una novela, teje, digámoslo así, los acontecimientos históricos que prueban evidentemente la sinceridad y lo hondo de las convicciones que los reformadores evangélicos de su país tuvieron, puesto que mantuvieron esas creencias enmedio de los más atroces tormentos que día por día les infligieron los sacerdotes constituidos en el tribunal de la Inquisición”.

Acucioso como era, Gabino Fernández pudo documentar que Recuerdos de antaño apareció en varias partes en las páginas del semanario protestante madrileño El Cristiano, durante los años 1874 y 1875.

La obra “En España y América se volvió a publicar hasta donde nosotros sabemos en los años 1888, 1897, 1901, 1930, 1949 y 1977”. Además hizo comparaciones entre las distintas ediciones, detectando nuevos materiales agregados por Emilio Martínez.

El enjundioso Gabino, en su guía de lectura, alude brevemente a otras novelas cuya temática coincide con la elegida por Emilio Martínez. Es así que menciona Los hermanos españoles, de Débora Alcok; La España negra, de José Gutiérrez Solana; La casa de Constanza, de Emma Leslie, El hereje, de Miguel Delibes; Memorias de ceniza, de Eva Díaz.

Al anterior listado habría que agregar la novela de Mario Escobar, publicada después del recuento hecho por Gabino Fernández: Palabras de fuego. Cómo Casiodoro de Reina entregó su vida por el libro que cambiaría la historia.

El gran lector que fue Gabino Fernández tuvo interés en la literatura sobre la intolerancia y persecución contra quienes disintieron de una creencia oficial apoyada por el Estado.

Al respecto hizo la que llamo una confesión: “De todas las versiones noveladas en torno a la Inquisición española ninguna me ha impresionado más ni me parece más directa, contundente y concisa que la contenida en “La leyenda del Gran Inquisidor”, del ruso F. M. Dostoievski, que nos presenta un diálogo de Jesús con el Inquisidor General en el Castillo de Triana, sede del Tribunal en Sevilla”.

Para quien desee adentrase en el estudio del entorno, vida y obra de los reformadores españoles del siglo XVI, la abundante bibliografía que enlistó Gabino Fernández en la edición que hizo de Recuerdos de Antaño, es una segura hoja de ruta que, de seguirla, permitirá arribar a buen puerto.

Escuchar a Gabino es un deleite, su voz de narrador de historias quedó grabada en los doscientos podcasts que produjo bajo el título general de Escritores olvidados de España y América.

En el que vino a ser el capítulo final de la serie hizo un recuento del contenido de los programas anteriores. El contador de historias que fue puede seguir aleccionándonos mediante la tecnología que capturó las narraciones tan cuidadosamente producidas por él.

En el invierno de la Ciudad de México, el querido Gabino me acercó a la cálida hoguera para escucharlo e hizo arder mi corazón.