Nuevos cardenales para el futuro cónclave

Cuando el Papa reinante nombra nuevos cardenales es porque no solo piensa en la Iglesia católica romana de hoy sino, sobre todo, en la de mañana. Los cardenales son los que, además de asistir al Papa en el gobierno de la Iglesia universal, se reúnen en cónclave y eligen al sucesor una vez que el reinante ha fallecido o, como en el caso del Papa Ratzinger, ha dimitido. A finales de agosto, el Papa Francisco ha establecido 21 nuevos cardenales (de los cuales 16 son elegibles, es decir, todavía menores de 80 años). De este modo, ha designado a dos tercios del colegio de cardenales con derecho a voto (en caso de que el cónclave se reuniera hoy) desde el inicio de su pontificado. Obsérvese que la mayoría necesaria para la elección del Papa es de solo dos tercios. La generalidad de los nuevos cardenales y todos los que votan parecen pertenecer a la zona pro-Francisco, es decir, fieles a la línea del papa y en continuidad con sus planteamientos.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

A la hora de elegir al sucesor de Francisco, la inmensa mayoría de los cardenales habrán sido nombrados por el propio Francisco. ¿Significa esto que votarán por un candidato “franciscano”, o sea, que lleve a cabo la agenda del actual papado? No es seguro. La historia de los cónclaves, incluido el último, indica que las mayorías electorales no siguen previsiblemente el camino de su formación, sino que pueden construirse de forma inesperada. En cualquier caso, es un elemento indiscutible que Francisco ha llenado el cónclave con cardenales de su designación. En este punto ha seguido no tanto una política “católica” de elección de representantes de todas las tendencias dentro del catolicismo romano (por ejemplo, progresistas, tradicionalistas, centristas, ...) como una política partidista: ha elegido a cardenales que responden a sus preferencias teológicas y pastorales personales.

La procedencia geográfica de los nuevos cardenales es diferente. En este sentido, cabe destacar que el Papa Francisco ha elegido a los nuevos cardenales de las “periferias” del mundo católico romano: pensemos en los obispos de Singapur, Mongolia y Timor Oriental, sedes episcopales pequeñas y descentralizadas que ahora cobran mucha más importancia. En Italia nombró cardenal al obispo de Como (una pequeña diócesis), mientras que la cercana y gran archidiócesis de Milán sigue sin cardenal. En Estados Unidos estableció como cardenal al obispo de San Diego (diócesis de tamaño reducido) pero se quedó sin nombramiento de cardenal la diócesis de Los Ángeles, mucho más grande. El Papa Francisco es así: es predecible en su voluntad de desestabilizar los patrones establecidos que subvierten las expectativas.

¿Qué significa todo esto respecto a las perspectivas del catolicismo romano? No mucho. O, mejor dicho: mucho en cuanto a la dinámica interna de Roma, pero mucho menos en cuanto a la expectativa de un “giro” del catolicismo romano en dirección evangélica. Tanto si el próximo Papa es “franciscano” o conservador, del hemisferio sur o del mundo occidental, elegido por una estrecha mayoría o por una de más grande, partidario de la sinodalidad o centralizador, poco va a cambiar de importancia teológica.

Si el cónclave se reuniera hoy, los candidatos más cotizados al papado son:

- El cardenal Luis Antonio Tagle (Filipinas), que se considera en línea con Francisco y representa al sur global católico romano, pero es quizá demasiado joven (nació en 1957); 

- El cardenal Matteo Zuppi (Italia), cercano a Francisco pero con su propia postura independiente;

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

- El cardenal Peter Ërdo (Hungría), un buen candidato del ala conservadora, pero europeo y, por tanto, todavía del “viejo” mundo; 

- El cardenal Pietro Parolin (Italia), actual secretario de Estado del Vaticano, en caso de que el cónclave acabe en punto muerto y se busque una mediación entre los distintos grupos.

Sea quien sea el próximo Papa, salvo que haya una sorpresa que provenga de la extraordinaria providencia de Dios, se mantendrá dentro de la lógica del catolicismo romano, que se mueve en la línea de la política eclesiástica pero cuya agenda no incluye un camino hacia una reforma según el evangelio. 

La verdadera reforma requiere abandonar todo lo que Roma ha añadido a la fe evangélica (dogmas marianos, sacramentos y prácticas que no se enseñan en la Escritura, estructuras imperiales y jerárquicas, devociones espurias, si no realmente paganas, etc.) para volver a la fe bíblica que se basa solo en la Escritura y se centra solo en Cristo. Desgraciadamente, todo lo que precede al cónclave no parece indicar ningún movimiento hacia una reforma evangélica de la Iglesia católica romana, sino solo una página más en la larga historia del catolicismo romano.