Inexorablemente, siempre saldrá a la luz lo que somos y llevamos por dentro.
“Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”. - Honoré de Balzac.
“Vano quiere decir vacío; es tan ruin la vanidad, que para afrentarla basta llamarla por su propio nombre”. - Chamfort
“Para mí la vanidad es una dolencia tan superficial, que basta con rascarme un rato para que se me quite”. - Tristan Bernard
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Sé que conocéis bien el mito griego de Narciso. Permitid que lo recordemos una vez más juntos:
Narciso era un joven extremadamente atractivo, capaz de enamorar tanto a mujeres como a hombres con su sola presencia. Esto hacía que fuese una persona demasiado vanidosa, incapaz de ver la valía y la belleza en las cosas o las personas, salvo en sí mismo.
Un día Narciso fue al bosque a cazar ciervos; allí le vio la ninfa Eco, quien se enamoró de él nada más verlo. Eco le confesó su amor, pero él la rechazó igual que rechazaba a cualquier otra persona. Decepcionada, Eco se marchó y le contó el acontecimiento a Némesis, la diosa de justicia y venganza.
Némesis se enfureció y decidió vengarse. Por ello, hizo que Narciso se acercara a un arroyo y viera allí su hermoso rostro reflejado en el agua; de este modo, no pudo dejar de mirarse a sí mismo, enamorándose de su propio reflejo. Sin poder resistir a su propia belleza, finalmente se tiró al agua y murió. En el arroyo donde cayó el joven nació una preciosa flor, que ahora lleva su nombre.
Os preguntaréis el porqué decidí escribir sobre la vanidad, algo que me parece de lo más triste y, eso… ¡vacío! Es algo diferente a la soberbia o el orgullo, si estos son horribles, la vanidad me resulta, todavía más penosa, y he conocido a tanta gente así en mi vida, incluso en donde jamás debería existir, que creo que merece que meditemos un poquito en este tema; a fin de cuentas, el orgullo y la soberbia del enemigo de nuestras almas, creo que puedo afirmar que comenzaron por la vanidad... su gran hermosura fue dando paso tras paso hasta querer llegar a ser como Dios, conocéis el resto.
Permitid que veamos algunos puntos sobre este absurdo y terrible mal que puede acarrear tremendas consecuencias:
- Envidia.
- Prepotencia.
- Arrogancia.
- Fantasías de éxito y poder.
- Exageración de los logros.
- Creencia de que se es superior.
- Manipulación de las personas.
- Búsqueda de la belleza y la perfección.
- Desprecio y descalificación de los otros.
- Necesidad de una admiración excesiva y constante.
- Necesidad de que se reconozca su superioridad, incluso sin logros que la justifiquen.
- Monopolio de las conversaciones en las reuniones sociales.
- Incapacidad o falta de voluntad para reconocer las necesidades y los sentimientos de los demás, porque están excesivamente centrados en sí mismos.
Lo cierto es que hace tiempo que vengo pensando en todas estas cosas, y más en tiempos tan difíciles como los que vivimos. Hay personas tan llenas de orgullo y vanidad, que tienen en poco las necesidades de otros, los logros de otros; incluso algo que viene dado, el ponerse la careta de la humildad más absoluta para ocultar la verdad sobre si mismos. O ese tipo de personas que “sirven” a Dios y son la cabeza visible y absoluta… siempre disfrazada, claro está… sus ministerios van a morir con ellos, me parece de lo más triste.
Existen tres palabras que aparecen mucho en mi vocabulario…
“Gracias, perdón, te quiero”.
No sé porqué me salen siempre, pero mi Señor sabe que lo hago de corazón, no es fácil pedir perdón; pero es un mandato bíblico y de lo más sano y reconfortante cuando nos equivocamos. El dar las gracias por “un simple caramelo” tampoco está demasiado de moda, pero me parece de lo más hermoso, y el dar un “te quiero” sano y verdadero a quienes amamos de corazón, me parece tan bonito…
Existen diferentes cosas que nos definen, podemos disimularlas… hay personas especialistas en esta materia, pero inexorablemente, siempre saldrá a la luz lo que somos y llevamos por dentro.
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Son muchas las veces que repito mi frase de cabecera, aparte de la Palabra de mi Señor, es una frase bien conocida atribuida a alguien tan especial como Abraham Lincoln.
“Se puede engañar a alguien toda la vida, se puede engañar a algunos durante un tiempo; pero no se puede engañar a todos siempre.”
Tal vez hace años, ni me atrevería a tocar lo que estoy escribiendo; pero lo cierto es que los años nos dan, entre otras cosas muy buenas… prudencia, sabiduría, y un sano atrevimiento.
Podemos retroceder en el tiempo miles de veces… “Un cuento de Navidad” de José Mota, retrocediendo mucho en el tiempo podemos ir a “Cuento de Navidad “ de Charles Dickens con su Mr Scrooge incluido, retroceder todavía más al mito de Narciso escrito anteriormente, y si vamos al origen, también lo hemos dicho; todo nace dentro del que ni quiero nombrar.
Me da pena a la vez que terror todo esto y si no me gusta de por sí, más me aterroriza en la vida de personas que dicen pertenecer a Dios, servirle, y dentro o fuera de los Templos tienen estas connotaciones, en el fondo me dan pena; porque por dentro están vacías de todo lo bueno.
Hay otras tres frases lapidarias de cabecera para mí, estas son nacidas de un corazón de Dios y le pido a mi Señor que puedan hacerse una realidad en mi propia vida. Son las tres frases cortas que escribió William Burten, un joven estadounidense de familia multimillonaria que soñaba con dejar su vida sirviendo al Señor en misiones:
“Sin reservas, sin retorno, sin nada que lamentar.”
Cuando sus padres murieron en un accidente de coche, heredó su inmensa fortuna, que donó íntegramente para misiones, entonces escribió en su Biblia…. “Sin reservas”. Luego partió hacia China sin la menor intención de volver, fue allí cuando volvió a escribir en la tapa interna de su Biblia, “Sin retorno”. Estando de camino, enfermó y partió con el Señor en Egipto, dejando un precioso testimonio; poco antes de partir, escribió por última vez en su amada Biblia… “Sin nada que lamentar”. Me emociona profundamente esta historia real. Claro que nuestro viejo hombre nos juega malas pasadas y nos equivocamos tantas veces….. pero eso es una cosa, otra es permanecer en el pecado.
Y para terminar necesito ir al ejemplo de mi amado Jesús…. Lo tenía todo, Hijo de Dios, Rey de Reyes y Señor de señores… Dejó toda su gloria, se hizo hombre, y nació y vivió en la más profunda humildad. Sabía bien quien era, pero por dentro y por fuera, solo existía amor profundo y humildad absoluta. Todo le llevó al Calvario y aquella horrenda muerte de Cruz por conseguir nuestra salvación y redención. Dice la Escritura:
“Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado”. - Isaías 53:4.
“Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” – Isaías 53: 11.
Sé bien que he escrito un articulo un tanto duro, pero espero que nos haga reflexionar a todos, y termino con mis tres frases y digo….. Mi Señor:
¡Gracias, perdón, te quiero!
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