Para un ángel

«La batalla casi siempre se gana en la mente. Es por medio de la renovación de nuestra mente que nuestro carácter y comportamiento se transforman.»

John Stott

PARA UN ÁNGEL

Mis primeros recuerdos de ti son suaves,

de tiernas caricias y preciosa piel,

tus brazos me arrullaban entre cantos,

Y jamás olvidaré aquel querer.

Pasaron años y seguiste cuidando,

Jamás faltaste si necesité.

Tu cariño constante fue muestra indeleble,

de madre abnegada en todo su hacer.

Aprendí a amar a Dios con tu vida y tu ejemplo,

con prudencia, silencio y profunda humildad.

La Palabra Divina leída en tus labios,

quedó en mis oídos por siempre jamás.

Hoy llega el momento de cuidarte y amarte;

Ayudarte en tus años y debilidad.

Y estoy a tu lado, dispuesta a ayudarte,

con amor devuelto, sólo eso, nada más.

Tu cara de ángel sigue igual de hermosa;

aunque tus andares no son los de ayer.

Pero aquí me tienes con los brazos amplios,

hasta que el buen Padre venga a recoger.

Beatriz Garrido

Hace cerca de 10 años que escribí este poema que ha sido publicado en diferentes medios, cuando mi madre cumplió sus 80 años. Y al pie de ella escribí un texto que mi padre marcó como con fuego en mi corazón cuando era poco más que una niña…

“…. Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies”… (Proverbios 23:22. Santa Biblia)

Pertenezco a una de tantas generaciones en las que, a pesar de ser sólo dos hermanas, éramos muchos en el hogar; desconozco la razón, pero sólo sé que mis abuelos paternos siempre vivieron con nosotros y, sinceramente, echo aquellos años muchísimo de menos. ¡Sí, sí! Conozco perfectamente lo que dice la Escritura al respecto….. “Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer…” y el viejo refrán del riquísimo refranero español.. “El casado casa quiere”; pero cuando la mayoría de mis amigas y compañeras de colegio vivían sólo con sus padres, por alguna razón, en mi casa vivíamos todos y tan felices. Todavía recuerdo la primera mudanza de mis padres, no había cumplido los 4 anitos y salimos de lo que había sido por muchos años la casa de mis abuelos, donde mi padre estableció su consulta, algo que jamás cambió de lugar, frente por frente al teatro Rosalía de Castro en lo que en aquel entonces, y creo que incluso ahora, era y sigue siendo el meollito precioso de La Coruña….. Calle Real, Riego de Agua, Plaza de María Pita…

Nuca puedo dejar de decir que Dios fue increíblemente bueno conmigo y me regaló unos padres 10. Muy diferentes entre sí, de diferentes lugares geográficos, de diferentes denominaciones evangélicas….. pero me crié en ese caldo de cultivo tan especial que hizo de mí lo que soy por la gracia del Señor; porque en medio de todo eso había algo que unió a mis padres hasta la muerte, el amor que se profesaban el uno por el otro y la increíble fe y amor al Dios de nuestras vidas; y eso, lo unía todo y lo superaba todo.

Fui criada en los caminos del Señor, en los valores cristianos y en las enseñanzas de la Biblia, y uno de esos valores era fundamental: el respeto a mis mayores y el cuidado amoroso de ellos, de modo especial cuando iban envejeciendo y más nos necesitaban.

Todavía recuerdo el orden y el lugar de cada uno en la mesa, el más profundo respeto que mi madre, aún a estas alturas no puede olvidar. Desde que mi padre partió con el Señor, mi madre colocó a mi esposo en su lugar, era como algo inconsciente y lo sigue siendo. Nosotros siempre tuvimos la costumbre de orar por los alimentos, él por la mañana y yo por la noche, siempre conservamos esa vieja costumbre, pero a mi madre le siguen pudiendo muchas cosas, y a pesar de los años y la agitada vida que vivimos en estos tiempos, si le pedimos que en una noche ore ella, se queda parada, por más que le digo que vaya comenzando a comer no lo hace y se lo piensa con calma si le pedimos que ore. Cuando conseguimos que lo haga, es digno de ver; con el más profundo de los respetos, comienza dando gracias por la provisión de Dios, sigue pidiendo por los más necesitados y continua pidiendo por la familia….. de modo muy suave, ferviente y desde el alma; aun cuando ya van fallando más que muchas cosas.

No hace mucho era uno de esos días de final de verano, en los que aquí tanto hace calor como frío, llueve como deja de llover…. aquella tarde noche, llovía con fuerza y hacía un calor insoportable, yo ni sabía con qué vestirme; pero lo cierto es que me apetecía mucho salir, despejarme un poco… aunque para eso, a estas alturas, uno de los dos tiene que quedar con mi mamá. Fue una suave cena muy agradable con una amiga y no llegué tarde a casa. Entre las muchas cosas de las que conversamos, salieron temas en los que estábamos de acuerdo o no, y el consabido….. “Bea, mira por ti”. Hablamos de las madres, del cuidado de los padres….. No sé lo que me sucedió en la noche; pero me desperté mal y me puse horrible, en mi mente resonaban demasiadas palabras dolorosas, y todo aquello siguió resonando en mi cabeza por muchos días.

Lo cierto es que llevamos unas semanas de esas que no se olvidan con facilidad, se juntaron muchas cosas, alguien muy querido para nosotros partió con el Señor, mi esposo fue llamado para predicar en el entierro, yo escribí…. A los pocos días partió otra persona, mi esposo fue, yo no pude ir… y llevábamos muchos días durmiendo muy poco; esas circunstancias que ocurren en ocasiones y que se magnifican en estos momentos.

Hace unos días, yo estaba tan absolutamente cansada que sobre las tres de la madrugada sentí levantar a mi esposo, y le dije… ¡por favor, que no me dejas dormir! Me vio tan agotada que no me dijo nada, pero se había levantado porque mi mamá; ya no es que se quejara, es que daba auténticos alaridos de dolor, yo ni la había escuchado…

No sabemos ni como fue, supongo que se mareó, resbaló o ni idea… pero se quejaba de muchísimo dolor en el lado derecho, en la zona de las costilllas. Yo ya había vivido eso antes con mi papá y, menos mal que la habitación y todo lo demás quedó ya  adaptada para ella; pero aun de ese modo, las personas mayores son impredecibles en ese sentido, y yo que soñaba con un festivo delicioso, calmado y descansando, me encontré con que el Señor tenía algo muy distinto preparado para mí.

Los dolores iban en aumento; así que llamamos a un médico que la viniera a ver y nos orientara, vino una doctora realmente encantadora que al verla y mirarla un poquito, nos dijo que llamáramos inmediatamente a una ambulancia, pensaba que… tal vez no; pero tenía miedo a un neumotórax, y desde luego había al menos una costilla fracturada. Eso hicimos y yo nunca me había visto en algo así, pero de ese modo es la vida, fui con ella en la ambulancia, enseguida nos pasaron y no había mucha gente; pero ni sé las horas que estuve esperando a que me llamaran. Mi hermana no estaba aquí y evité decirle nada hasta que regresara, salvo que fuera algo grave; cuando me llamó nuevamente también una médico de urgencias igualmente encantadora, me dijo que tenía una buena fractura completa en la sexta costilla del lado derecho, me dio las indicaciones pertinentes, me explicó bien todo, y me dijo… sé que le duele muchísimo, quisiera hacer más para paliar el estado en el que se encuentra, pero a estas alturas y con toda la medicación que toma, le doy hasta donde puedo…

Os podéis imaginar el cuadro... llegar, su dolor, cambiarle la ropa rápido, había estado en el hospital muchas horas y el virus “maravilloso” que nos ha tocado vivir, sigue danzando por ahí. Los anti-coagulantes habituales hicieron que hasta la vía que le pusieron, al momento de  quitarla, sangrara todo lo que quiso. Era noche cerrada, hacía frío y, aunque en aquellos momentos venía como muy sedada, me encontré con todo aquello en soledad, mientras mi esposo iba a la farmacia de guardia a comprar las medicinas que me habían pautado. Si ya venía medio rota y mi sueño de un festivo para descansar y todo el cambio de planes que viví, hizo que volviera a mi corazón mucho de la conversación de aquella noche.

Sé demasiado bien que hay que comenzar a pedir ayuda donde nosotros no podemos llegar, apretarse muy fuerte el cinturón y lo de… “ cuídate Bea, mira por ti” sé que dicho desde el cariño, entre otras frases que no me gustan y que me duelen bastante más, tengo que contemplarlas, incluso tragármelas al estilo Mary Popinns.

En todos estos días y pensando en todas estas cosas, no me sale de la mente y el corazón aquello de… ¡Es Corbán! ¿Recordáis?…

Corbán (gr. korbán; transliteración del heb. qorbân, “un regalo”, “una ofrenda” a Dios [de la raíz verbal qrb, “aproximarse”]; literalmente, “lo que se trae cerca”). Expresión que, usada por los judíos, liberaba de la obligación de atender a los padres (Mar 7:11). Qorbân aparece con frecuencia en el A. T., y significa una ofrenda. Cuando un judío pronunciaba este término, bajo las circunstancias que describió Jesús, significaba que cualquier beneficio que los padres pudieran obtener de él, a partir de ese momento era un regalo para el templo, por lo cual no podían utilizarlo. Cristo reprendió severamente a los que, en su intento por defraudar a sus progenitores, usaban este esquema piadoso con la consecuencia de que un mandamiento de Dios, el 5º, se ponía totalmente a un lado.

El Señor Jesús no se cortó lo más mínimo en estas ocasiones, de modo especial con los fariseos, muy aficionados a este tipo de cosas y les propinó unas cuantas frases tremendas, como…. Sepulcros blanqueados, entre otras parecidas.

Sé perfectamente que no todos los casos son iguales y que cada uno delante del Señor lo hace del mejor modo posible, yo simplemente le pido a mi Señor sabiduría, mucho amor, mucha paciencia, y encontrar el equilibrio correcto entre el… “Cuidate Bea, mira por ti”, otro tipo de frases que prefiero ignorar, y el hacer lo que el Señor me pide. ¿Quién dijo fácil? ¡En absoluto! Pero recurro a las palabras de mi bendito Cristo…

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;

porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. 

Mateo 11: 28- 30

Y cuando mis fuerzas se acaban, es cuando me siento flotar sobre las benditas alas de mi Señor.