¡Enmanuel sigue siendo el mejor regalo del universo! No lo dejes pasar de largo, te ama con un amor incomparable y eterno.
Cuando la esposa de Albert Caldwell contemplaba como el personal de cubierta cargaba con el equipaje el 10 de abril de 1912 en Southampton, preguntó a uno de los mozos: "¿Es verdad que este barco no se puede hundir?". El chico le contestó: "Así es, señora, ¡ni Dios mismo podría hundir este barco!"
“¡Iceberg al frente!”
“Con el orgullo viene el oprobio;
con la humildad, la sabiduría”.
Proverbios 11:2
Era muy chiquita cuando escuché por primera vez la impresionante historia del Titanic, lo recuerdo entre la niebla del tiempo, pero lo recuerdo. Me la contó mi tío Daniel, hermano de mi padre, que era marino mercante, y me encantaba cuando tocaba puerto en La Coruña y me contaba historias increíbles de surcar mares, enfrentar tempestades y mil cosas más, algunas de verdad... a otras le ponía unos ingredientes maravillosos de océanos y mares que de muy chica me los tragaba enteritos.
En un libro de texto de mi bachillerato de la clase de ingles, escrito totalmente en ese imprescindible idioma, sacaban en cada lección una historia verdadera; un día de aquel curso, me volví a topar con la historia del Titanic, pero esta vez en inglés... justo, correcto, y sin ingredientes añadidos. Era un relato corto que pudiéramos resumir así.
La aparición del Titanic impresionó y envolvió en todo tipo de sentimientos a los ojos del mundo entero, por su impresionante nivel de lujo y confort, sus dimensiones y miles de atractivos más. Zarpó el 10 de abril de 1912 desde el puerto inglés de Southampton, para comenzar su viaje con destino a Nueva York.
Pero aquel gran y anhelado viaje, duró apenas cuatro días; durante la noche del 14 y la madrugada del 15, en un lugar del Atlántico Norte, cercano a las costas de Terranova, el buque soñado por tantos tocó a su final.
El comandante del barco, Edwar Smith, no pudo evitar la colisión con un iceberg, y a partir de ese momento comenzó una de las mayores catástrofes marítimas de todos los tiempos, donde solo sobrevivieron 711 de las 2.208 personas que iban a bordo, teniendo en cuenta tanto a la tripulación como a los pasajeros.
La historia del barco más grande del mundo hasta la fecha de su inauguración, está envuelta en un halo de magia y misterio, y resulta hasta el día de hoy como muy atrayente para todos. Se hicieron diferentes películas sobre aquella tragedia a lo largo de los años, pero cuando llegó en 1997 una película estadounidense dirigida y escrita por James Cameron, fue realmente un “boom”, llena de verdades, pero también de mitos y cosas no ciertas; pese a todo, un atardecer llevé a mis tres hijos chiquitos a verla, quería que supieran, sacaran unas cuantas conclusiones… poder ver la escena de la orquesta tocando mientras el barco se hundía el “Más cerca ¡oh Dios! de ti” que parece ser cierta… No sé si el más pequeño entendería demasiado; pero quería verla con ellos y que supieran, aunque con novela a medias por medio, lo que era el orgullo, lo que sucede cuando se quiere prescindir de Dios o se piensa que se lo puede igualar o superar… Las malditas diferencias sociales entre los unos privilegiados que viajaban por distintos motivos y de un mundo lleno de lujos, y otros que iban a Nueva York buscando la vida, emigrando buscando algo mejor para vivir... y sin entrar en entresijos de que “Rose” no era ella, la verdadera sobreviviente tenía mi mismo nombre y Cameron se inspiró en ella para escribir y luego realizar una preciosa película digna de ver; pero repito, sin meterme en todos estos entresijos e historias, me puso los pelos como escarpias, el ver como dos personas pertenecientes a diferentes mundos se encuentran, y pueden ver y sufrir las diferencias, los privilegios y lujos de unos, asimismo como las carencias y auténticos maltratos de otros.
La muerte horrible en las heladas aguas del Atlántico Norte fue para la mayoría, pero con las mismas diferencias; en medio de toda aquella tragedia, seguía siendo de privilegios y maravillosos botes salvavidas elegidos para los unos, el dinero que aun mojado tenía su valor... y la lucha tremenda y el sufrimiento de los otros, sin botes salvavidas, hundiéndose con el barco mientras luchaban por salir de él o ahogándose dentro.
No quiero entrar en todos los detalles anovelados, lo que es verdad y lo que no; me quiero quedar, simplemente con unas cuantas verdades que nos hagan meditar.
– En primer lugar repetir la gran verdad que he dejado antes. En diferentes ocasiones hubo seres que quisieron igualar a Dios, el primero fue el arcángel más bello del cielo, Luzbel; quiso ser como Dios y recibir la adoración que solo Él merecía, sabéis bien lo que le costó y lo que arrastró consigo. Las consecuencias llegan hasta el día de hoy.
– En el maravilloso huerto del Edén, él mismito disfrazado de serpiente, le convenció a Eva de que sus ojos se abrirían y sería como Dios si tomaba del fruto prohibido… También sabéis lo que sucedió, Eva no pudo resistirse, y desde génesis 3, venimos sufriendo las consecuencias.
– Fruto de lo que sucedió en el paraíso perdido, el príncipe de este mundo se encargó bien encargado de todo el resto, pecados, ambiciones, diferencias y barbaries de todo tipo campan a sus anchas por todo el mundo.
– ¡Sí!, creo sinceramente que entre otros muchos errores que fueron cometidos, el intentar ser, ya no igual, sino superar a Dios mismo, trajeron como consecuencia toda aquella tragedia.
¡Pero aquí viene la buena noticia! Dice la Palabra de Dios:
“Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. (Mateo 1:21)
“Y vosotros sabéis que Él se manifestó a fin de quitar los pecados, y en Él no hay pecado”. (1ª Juan 3:5)
“Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él”. (Colosenses 2:15)
“Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, Él igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida”. (Hebreos 2:14-15)
“Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él”. (Romanos 5:9)
“Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. (1ª Tesalonicenses 1:10)
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo; sino para que el mundo sea salvo por Él”. (Juan 3:16-17)
Lo cierto es que hace unos días tuve la oportunidad de volver a disfrutar de la película de Cameron sobre el hundimiento del Titanic, y del mismo modo que quise que mis hijos la vieran en su momento, aunque tal vez se perdieran un poco; yo quería verla con ellos y decirles, explicarles, hablarles del Señor…. En esta ocasión fui yo la que quise por encima de todo, meditar en grandes verdades de la palabra de mi Dios.
En este momento te invito a meditar sobre lo que has podido leer nacido de mi alma con Dios, y que le des una oportunidad, te aseguro que jamás te pesará. ¡Enmanuel sigue siendo el mejor regalo del universo! No lo dejes pasar de largo, te ama con un amor incomparable y eterno.
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