Mi querida amiga Jacqueline

“El mayor regalo de la vida es la amistad y yo la he recibido.”

Hubert H. Humphrey

Nos conocimos hace años en un lugar que más tarde significaría mucho para ella y para muchos de los que amamos la poesía, Toral de los Guzmanes; enseguida nos miramos, nos sonreímos y nos acercamos. Iba acompañada como siempre, por su querido Alfredo. Nos sentamos los cuatro juntos y charlamos un buen rato, pero por alguna razón que hoy puedo comprender, yo me volví a juntar con ellos de nuevo, y también al día siguiente en la Iglesia de Salamanca de la que eran miembros, Paseo de la Estación.

Me regaló un ejemplar de la preciosa revista que dirigía, Sembradoras, y en alguna ocasión me pidió algún artículo para ella. Luego coincidimos muchas veces, ¡muchas! Nos juntábamos en Encuentros…. ADECE, Movimiento de Lausana, encuentros y retiros de todo tipo, y cada vez que estábamos juntas era una alegría y un gozo indescriptible.

Cada vez que nos llamábamos era un comenzar y no terminar, podíamos terminar riendo habiendo empezado desde una conversación un poquito triste.

Mi querida amiga Jacqueline, era la persona más dulce y buena que he conocido; hubiera podido hacerlo, dárselas de importante, no le faltaban motivos para ello: estaba casada con el reconocido poeta Alfredo Pérez Alencart, era licenciada en Ciencias económicas por la Universidad Federal de Mato Grosso, en Brasil, tenía un precioso blog en la revista Protestante Digital, en donde escribía artículos de todo tipo; pero siempre iban en un tono dulce y suave, tal y como era ella. Su gran pasión era ayudar a quien la necesitara y formaba parte del equipo de voluntariado de la preciosa Alianza Solidaria, entre otras muchas iniciativas y proyectos.

Mi querida amiga Jacqueline, era la voz de los que sufrían, la ayuda de todos aquellos que la necesitaban, y formaba parte de cualquier proyecto que tuviera algo que ver con la ayuda a los más desfavorecidos.

Cada vez que algo me preocupaba o me podía un poquito, la llamaba por teléfono para saber su consejo u opinión sobre el asunto que fuera; sus cálidas palabras y consejos, siempre eran sabios y llenos del amor del Señor.

Mi querida amiga Jacqueline era suave al caminar, en sus palabras y en sus modales, y la recuerdo vestida casi siempre de jeans y jersey o algo parecido cuando era algo relacionado con trabajo, en nuestro caso, el servir al Maestro. No le importaba perder la mejor predicación del mundo o estar fuera de la sala, incluso ocupar el último lugar, por llevar el control de alguna mesa de exposición o lo que fuera necesario.

Mi querida amiga Jacqueline, sabía comportarse, vestirse y hablar en cualquier ocasión, del modo más correcto y publicitaba por todos los lugares que podía la gran labor literaria de su esposo.

Mi querida amiga Jacqueline me mostró con su vida y ejemplo muchas cosas, humildad, sinceridad, cariño, ternura…. Y una dura lección aprendí con su partida: en los últimos tiempos me acordaba muchísimo de ella, pero por falta de tiempo, mucho trabajo, una mamá que me necesita mucho en estos momentos, siempre lo iba postergando, y me queda la pena de no haberle podido decir ¡hasta pronto mi querida amiga! Procuraré que nunca me vuelva a ocurrir algo parecido, no se me va la pena del corazón. En cambio me queda el consuelo de saber que la volveré a ver y poder abrazar, entre preciosas nubes de algodón blanco, paseando por calles de perlas, adorando junto al Mar de Cristal, por los siglos de los siglos.

Desde aquí hasta mucho más alto que las estrellas, ahí junto al Padre amado, ¡el beso más fuerte del mundo mi querida amiga Jacqueline!

Dedicado al más entrañable recuerdo de mi querida amiga Jacqueline Alencar Polanco.