Millicent Fawcett: el coraje llama al coraje en todas partes

“Lo que une a hombres y a mujeres, es más fuerte que la brutalidad y la tiranía que los separa”

Millicent Fawcett 

¡Qué poco se puede hacer en el marco del espíritu de temor!

Florence Nightingale

“Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados. Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito dondequiera que vayas”. 

(Josué 1: 6 y 7. Santa Biblia)

Me parece preciosa la vida, la conocida vida y logros de Millicent Fawcett, a quien le pusieron por sobrenombre, “ La sufragista pacifista”.

Hace pocos años, esta estupenda mujer valiente y de ideas muy claras (Aldeburgh, Suffolk, 1847 - Londres, 1929)  se ha ganado un espacio frente al Parlamento Británico; aunque un siglo después de que se lograse el derecho al voto en el Reino Unido. 

La efigie de la fundadora de la Unión Nacional de Sociedades del Sufragio Femenino ganó el lugar a la conservadora Margaret Thatcher. El consistorio del barrio londinense de Westminster escogió homenajearla a ella en vez de a la ex primera ministra del Reino  Unido, y acompaña a 11 esculturas de personajes históricos, todos ellos hombres: Winston Churchill, Ghandi, George Canning, Nelson Mandela y Abraham Lincoln, entre otros. 

La estupenda mujer que estamos considerando, era una gran oradora y escritora, pero también de muchísima acción, de mucha acción. Luchó enormemente por todo aquello en lo que creía, y no sólo por ella y sus contemporáneas, sino por todas las que venimos mucho después, y lo cierto es que me encanta este reconocimiento a lo grande. Son muchas las mujeres que se han dejado la piel por el camino de su vida en aras de lo que han considerado correcto, y cuando otras recogieron y disfrutaron de sus logros, quedaron un tanto en el olvido, después de haberlo entregado todo por alguna maravillosa causa.

A pesar de que Fawcett luchó desde los 20 años a favor del sufragio universal, no fue hasta que cumplió los 71 cuando vio a las mujeres votar en las galerías públicas de la Cámara de los Comunes. Frente a la acción directa de muchas sufragistas, defendió los métodos no violentos de protesta. Pero Fawcett no solo peleó por el sufragio universal, también lo hizo contra el trabajo infantil y dedicó gran parte de su vida a mejorar las oportunidades educativas de las mujeres: fue una de las fundadoras del Newnham College, el segundo que admitió mujeres en la Universidad de Cambridge.

La estatua, en bronce, es obra de la artista Gillian Wearing —ganadora del premio Turner de arte contemporáneo en 1997— y representa a Fawcett sosteniendo una pancarta en la que puede leerse Courage calls to courage everywhere ("El coraje llama al coraje en todas partes”), un extracto del discurso que dio tras la muerte de la sufragista Emily Wilding Davison.

La hermana de esta espléndida mujer, Elizabeth, se convirtió en la primera mujer en licenciarse como médico en Inglaterra, se había trasladado a vivir a la capital a donde Millicent la visitaba a menudo. En uno de sus encuentros, en 1865, Elizabeth la llevó con ella a escuchar un discurso de John Stuart Mill, quien era era un pensador, político y economista que se preocupaba por los derechos de las mujeres. Su discurso caló hondo en el espíritu de Millicent quien al año siguiente ingresó como secretaria en la London National Society for Women's Suffrage.

En aquel tiempo, Millicent conoció a muchos miembros del parlamento, entre ellos al que se convertiría en su marido en 1867. Henry Fawcett, miembro del partido liberal y catorce años mayor, había quedado ciego en 1857 a causa de un disparo accidental. La limitación de Henry no fue obstáculo para una Millicent de veinte años, que se convirtió en su compañera, su secretaria, su amanuense y sus ojos en el parlamento. Un año después de contraer matrimonio, el 4 de abril de 1868 nacería Phillippa, su única hija, quien sería una muy buena estudiante, sobre todo en matemáticas y terminaría convirtiéndose en la principal ayudante del director de educación del London County Council.

Henry Fawcett trabajó codo con codo con su esposa en la lucha por conseguir que las mujeres alcanzaran los mismos derechos educativos, sociales y políticos que los hombres. Ambos firmaron distintos artículos y libros sobre estos temas de manera conjunta, aunque Millicent también escribiría obras sobre el feminismo en solitario.

La lucha y el empeño de los Fawcett hizo que Millicent se convirtiera en uno de los miembros fundadores del Newnham College, una institución educativa para mujeres en Cambridge donde su hija estudiaría años después.

En 1924 Millicent Fawcett recibió la Cruz de la Orden del Imperio Británico y fue elevada al rango de Dama. Fallecía cuatro años después, el 5 de agosto de 1929.

He intentado no extenderme en una biografía muy importante y bien conocida por todos; pero muy por encima de todo ello, hay algunas cosas que me encantan de esta maravillosa mujer:

En primer lugar fue valiente, ¡muy valiente! Y como hemos visto, no sólo consiguió todo el tema del Sufragio universal, por lo que es más conocida.

Me encanta el sobrenombre que se ganó…“La sufragista pacifista”, luchó por todos los medios y consiguió maravillas; pero había algo que la distinguió de muchas otras mujeres, iba con la paz por delante. Supongo que esa fue una de las razones por las que, entre otros méritos y reconocimientos, ganó el título, el rango, de Dama.

Algo que también me encanta es la relación con su marido, iban juntos y ayudándose en una lucha que compartían, un trabajo en el que jamás hubo los mínimos celos o rivalidades de ningún tipo; sino amor y ayuda mutua.

En una mañana que comenzó con niebla y un tanto de frío, algo usual en mi tierra, hubo algo que me llevó a pensar en Millicent Fawcett, el tema de la valentía y el coraje, y esto me llevó a mi vida con el Señor, a mi vida espiritual y a mi trabajo para Él.

Puedo llevar una vida y un servicio para mi Señor… digamos… “facilones”. Pensar que ya he dado demasiado, que necesito disfrutar más de la vida…… y confieso que no tengo absolutamente nada de aburrida, y que me encanta disfrutar de todo lo bueno. Pero la verdad es que en su justa medida, y muchas veces mucho más, mi gran disfrute es servir a mi Señor con todas mis fuerzas, no dejarme llevar por el temor, no perder mi valentía y mi coraje de siempre… Sé bien que la vida va pasando y que también vamos cambiando determinados modos de actuar en nuestro servicio al Maestro; es entonces cuando me acuerdo de Esther, de Deborah, de Miriam, de Hulda, y de tantísimas mujeres que se lo han ido dejando todo por el camino, que se jugaron la vida… y cuando algo me cuesta por mi franja de edad y de vida, pienso en Caleb y su… “Dame esa región montañosa”, después de haberle concedido a su hija con generosidad ”las fuentes de arriba y las de abajo”, y siento al Señor decirme, ¡de acuerdo! Pero antes….. sumérgete bien en esas fuentes, y déjame que te empape con mi lluvia temprana y la tardía, te inunde del poder de mi Santo Espíritu y después… ¡a por la región montañosa, que soy tu Dios y voy contigo… No te dejaré ni te desampararé!