El fruto del amor y la misión, pueden pasar por momentos complicados y difíciles; pero al final, siempre son la bendición más absoluta que pueda existir.
"No es un tonto el que da
lo que no puede conservar,
para ganar lo que
no puede perder"
Jim Elliot
No hace mucho, en una de esas noches en las que el alma, la vida, las circunstancias que me rodeaban no me dejaban dormir, comencé a buscar ni sé lo qué, hasta que el Señor me llevó a una preciosa canción tan antigua como deliciosa; algo que aprendí, enseñé a otros y canté desde lo más profundo del corazón siendo tan solo una adolescente; pero algo que hicieron suyo Jim Elliot y sus cuatros compañeros, y lo cantaron desde el fondo de su alma pocos días antes de partir a la gloria entrando por “portales de esplendor”.
Nadie podría adivinar las lágrimas que derramé escuchándola, palabra por palabra y recordando miles de cosas. Sentí como si el Señor me estuviera acariciando el corazón con una mano de seda, calmando toda mi alma, y recordé las tantas y tantas veces en las que me sentí del mismo modo. Fue entonces cuando he podido apoyar mi rostro sobre su hombro y…. descansar.
De la preciosa vida de Elisabeth Elliot he escrito en diferentes ocasiones, es una vida que me apasiona desde siempre; hoy quisiera dejar algunas pinceladas sobre su hija Valerie, hija de Jim y Elisabeth Elliot, que vivió de muy pequeñita toda aquella… ¿tragedia?, hoy digo, ¡bendición teñida en sangre!, que llega hasta nuestros días, y que ha marcado un hito y la vida de generaciones y personas, entre ellas... la mía.
Aquella preciosa canción escrita por Edith Gilling Cherry de Plymouth, Devon (Inglaterra)…. "We rest on Thee, our Shield and our Defender", y con la increíblemente maravillosa música del compositor finlandés Jean Sibellius: "Sinfonía Opus 26":
Descanso en ti, mi defensor y escudo,
Pues en la lid contigo a salvo estoy.
En tu poder a combatir acudo,
Descanso en ti y en tu Nombre voy.
¡Oh Salvador!, voy en tu santo Nombre,
Tu Nombre amado y digno de loor;
Justicia, Paz y Redención del hombre,
Rey de la Gloria y Príncipe de amor.
Por fe yo voy, sintiendo mi flaqueza,
Mas en tu gracia apoyado estoy.
En tu poder está mi fortaleza,
Descanso en ti y en tu Nombre voy.
Descansaré contigo al fin en gloria,
Entrando por portales de esplendor.
Tuya es la lucha, tuya la victoria,
Y la alabanza a ti será, Señor.
Vamos un poquito con Valerie...
Nacida el 27 de febrero de 1955 en Shell Mera, Ecuador, Valerie era la única hija de Elisabeth y Jim Elliot, misioneros a los indios quechua de la selva amazónica.
En 1956, mientras intentaban llegar a los indios Waodani (una tribu primitiva y salvaje de la edad de piedra) con otros 4 misioneros, Jim fue asesinado con una lanza en enero de ese mismo año. Elisabeth y Valerie continuaron viviendo con los quechuas hasta que milagrosamente fueron invitados a vivir con la tribu Waodani que había matado a Jim, y vivieron con estos indios durante 2 años en seguridad y con gozo; mientras Elisabeth y otra misionera, Rachel Saint, aprendieron a hablar el idioma y les tradujeron la bendita historia del Evangelio. La mayoría de ellos aceptaron la verdad y dijeron que no volverían a matar, y así lo han hecho desde entonces.
Valerie se graduó en el Wheaton College en 1976 con una licenciatura en Literatura Inglesa. Se casó con Walter Shepard poco después, y se mudó a vivir con él en Louisiana.
Walter creció en la República Democrática del Congo con sus padres misioneros.
Valerie, ha pasado más de 44 años siendo esposa de pastor, criando 8 hijos, educando en el hogar y enseñando estudios bíblicos. Tiene 8 nietos y sus hijos adultos.
El ministerio de Valerie y Walter ha sido importante en hospitalidad, dirigiendo reuniones de oración y aprendiendo a vivir en la gracia de Dios con gozo.
Ella ha compartido parte del ministerio de radio, llamado “Gateway to Joy”, con su madre, en Back to the Bible Broadcasting Network.
Habiendo siempre tenido el deseo de ser misionera, se mudó con su esposo y 3 de sus hijos a Kinshasa, en la República Democrática del Congo en 2005 y se quedaron hasta junio de 2008. Por razones de salud, decidieron trasladarse a los Estados Unidos.
El Señor los llevó a un campo misionero estadounidense, y en 2008 se mudaron a Southport, NC, donde plantaron Christ Coastal Church hasta que Walt se jubiló en agosto de 2018. Ahora viven en Long Beach, MS, donde los abuelos y la madre de Walt vivieron la mayor parte de sus vidas.
Podría traeros mucha más información sobre Valerie y su esposo, sus vidas, trabajo y ministerio; pero sólo he querido traeros unas pinceladas por una razón especial…
¡Sí, claro que sí! La historia de aquellos cinco misioneros, la increíble vida de Elisabeth Elliot, que se casó un par de veces más, pero una vida en la que jamás quiso perder el apellido de su primer marido… Elliot, son sucesos e historias de vida sobre las que he escrito y predicado en diferentes ocasiones.
¡Me apasiona toda esta historia! Hoy, simplemente he querido referirme un poquito a la vida de aquella niñita que vivió de primera mano todo lo ocurrido en aquella selva de Ecuador, por diferentes razones….
Lo que marca el ejemplo de unos padres, sus oraciones, el modo en el que nuestros hijos pueden ver como enfrentamos las situaciones más difíciles en las que Dios nos pueda colocar, y el resultado de todo ello.
No todo en la vida de los siervos de Dios es miel con hojuelas; más bien, tal y como comprobó Jim Elliot, le costó la vida; pero el resultado de aquella vida sesgada en plena juventud, trajo consecuencias imborrables para toda la humanidad, comenzando por la familia que dejó bajo el cuidado del Dios al que sirvió aquí en la tierra, siguiendo por aquellos aucas que le quitaron la vida, pero a los que Dios llegó a salvar, y el reguero de bendición que fluyó como agua viva y bendita en su descendencia.
¡Por supuesto que las inolvidables palabras de Jim que os dejé al principio son la verdad más absoluta! ¡Por supuesto que cada palabra del precioso “Descanso en ti” son las más preciosas y consoladoras que puedan existir! Pero tal vez lo que está llenando mi corazón en estos momentos, es que el fruto del amor y la misión, pueden pasar por momentos complicados y difíciles; pero al final, siempre son la bendición más absoluta que pueda existir. Y cuando mi vida y el ministerio que el Señor colocó entre mis manos hace mucho tiempo siguen fluyendo, puedo unirme al canto precioso y descansar en el Señor de mi vida.
Os lo dejo para que lo disfrutéis del mismo modo que lo hice yo en aquella noche fría y llena de muchas cosas duras, en una de las versiones más bonitas que conozco y amo por mil motivos…
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