Una vez que conoció al Señor y su vida fue transformada, vivió para servirle hasta el final.
“No entiendo mucho acerca de la fe a ojo seco; se que vine a Cristo por el camino de cruz de llanto… cuando vine al Calvario por fe, fue con gran llanto y súplicas, confesando mis transgresiones, y deseando encontrar salvación en Jesús, y en Jesús solamente.” Charles Spurgeon
Bendigo a Dios por la fe de mis mayores, y la vieja y preciosa costumbre que aprendí de ellos, el…. En mi caso, después de un cafecito y antes de emprender lo que sea, tomar un tiempo para estar con mi Señor, empaparme de él, recibir de su Palabra y encomendarle mi día y todo lo que tenga que encomendarle.
Esta mañana muy temprano, tomé el libro que suelo utilizar para leer mi devocional y me encantó lo que leí... el Señor iba poniendo piedrecitas en mi camino para lo que quería decirme.
Contaba el autor de el día de hoy una historia real de su vida, su casa y su perro, un gran perro labrador negro de unos 50 kilos. El recipiente de metal en donde aquel precioso perro tenía su agua para beber, siempre estaba colocado en un rincón de la cocina. Curiosamente, cada vez que el recipiente quedaba vacío, en ocasiones sólo era cuestión de algunos minutos, pero en otras no; aun así no se ponía a ladrar o cosas parecidas, simplemente se quedaba quieto al lado del recipiente y esperaba, sencillamente confiaba, tenía fe y sabía que más tarde o más temprano su dueño pasaría por allí y llenaría de agua fresca aquel recipiente.
Esta historia real me llevó a la fe, la confianza en mi Dios por mi parte y mi modo de actuar cuando el agua de mi recipiente para beber está seco.
Hoy quiero traer para vosotros la vida de alguien que vivió hace mucho tiempo, la historia de un hombre que al conocer a Dios de verdad, su vida fue cambiada por completo y llegó a ser un ejemplo precioso de vida de fe y obediencia, me estoy refiriendo a Walter Thomas Prideaux Wolston.
Walter Wolston nació en Brixham, Devon, el 6 de septiembre de 1840, él mismo decía que antes de convertirse era un joven apartado de Dios por completo y profundamente inmerso en sus placeres y su pecado. Cuando terminó la escuela, ingresó en la oficina de un abogado en su ciudad natal con la intención de seguir la profesión de abogado.
El 4 de diciembre de 1860, dejó su casa de campo en Devonshire para ir hacia la gran ciudad de Londres y continuar sus estudios de leyes allí, con la intención de regresar a casa para una visita en Navidad; ya que tenía que cumplir una serie de compromisos en relación con “The Glee Band”, de la que era un miembro destacado; sin embargo, antes de que llegara la Navidad el Señor lo había encontrado y lo había salvado.
El primer domingo después de llegar a Londres, un compañero de alojamiento sugirió que ambos deberían de ir a escuchar a Richard Weaver, el predicador minero, en Surrey Theatre; cuya fervorosa y entusiasta predicación del evangelio atraía a miles de personas y así lo hicieron. Aquella noche se sintió culpable de su pecado, pero no fue hasta el siguiente domingo, también en la noche, después de escuchar a Charles Stanley predicar el evangelio, que la luz amaneció en su alma y Walter Wolston encontró la paz. Inmediatamente se decidió profunda y directamente por el bendito Dios al que acababa de conocer y aceptar.
Reconociendo que una promesa es una deuda, y que todo cristiano debe pagar cada una de sus sus deudas, escribió inmediatamente al director de “Glee Band”, informándole que desde que dejó su hogar se había convertido, que el Señor había puesto un nuevo cántico en su vida y en su boca, y que aunque estaba dispuesto a cumplir con sus compromisos legítimos, ahora sólo podía cantar del Salvador que había hecho tanto por él. No hace falta decir que fue relevado de su obligación.
Walter Wolston amaba mucho el evangelio, y no importaba qué tema hablara con cualquiera, jamás terminaba sin predicar la salvación de su Dios.
En 1864, con el clarísimo pensamiento de que el Señor lo había llamado a trabajar en Escocia, incluso con la oferta de un avance considerable, dejó Londres y llegó a Edimburgo, donde fue nombrado Cirujano de la Casa de la Old Infirmary. Posteriormente se estableció como médico en la capital escocesa, donde por su habilidad adquirió una amplia práctica. En el Dr. Wolston se combinaron personalidad, habilidad y gracia, de modo que fue reconocido universalmente como un médico cristiano hábil y bondadoso. Siempre encontraba tiempo en medio de su ajetreada agenda para contar la antigua historia, y solía alquilar salas y teatros para este propósito.
En los últimos años, pocos hombres de negocios en Escocia tuvieron el privilegio de predicar el evangelio a tantos y durante tanto tiempo, y tuvo una maravillosa influencia sobre los jóvenes, frecuentemente daba conferencias a estudiantes en Edimburgo sobre temas espirituales.
Fue el editor de la revista “Las buenas nuevas de Dios”, posteriormente llamada “El mensajero del evangelio” durante cuarenta y cinco años, y también salieron de su pluma muchos folletos evangelísticos.
Walter Wolston produjo nueve volúmenes sobre temas espirituales, que han sido útiles para muchas personas... "Simón Pedro: su vida y sus cartas", "Los jóvenes de la Escritura", "Otro consolador", "Escenas nocturnas de la Escritura", "He aquí el novio", "Cuarenta días de la Escritura", "Buscadores de luz” y “La Iglesia". De modo que por medio de la página impresa, el Dr. Wolston ha sido, por la gracia de Dios, un medio de bendición para miles de personas.
En 1909 abandonó su práctica médica, y a partir de ese momento cumplió un antiguo deseo de visitar Australia y Nueva Zelanda. Posteriormente realizó dos visitas a Noruega.
Durante la segunda visita a Noruega en febrero de 1915, sufrió una parálisis y lo llevaron a su casa en Weston-super-Mare, donde permaneció indefenso durante dos años, en todo este período de impotencia física, fue feliz en el amor del Salvador y nunca se le escuchó murmurar o proferir la menor queja.
Unas semanas antes del final tuvo otro ataque que lo dejó inconsciente a todo lo terrenal, pero era bien evidente para su esposa que estaba en constante e ininterrumpida comunión con el Señor que había amado por tanto tiempo y había servido con tanta fidelidad. El 11 de marzo de 1917, a la edad de 76 años, este precioso hombre de Dios, pasó a la presencia de su Rey y Señor. ¿No os parece preciosa esta historia de vida y de fe?
Comencé por la historia real de confianza de un perro en su amo, para terminar con la historia de vida de un hombre que una vez que conoció al Señor y su vida fue transformada, vivió para servirle hasta el final; aun en su enfermedad e inconsciencia permaneció apegado continuamente a su Señor hasta llegar a su presencia.
Terminaba mi devocional de esta mañana diciendo…
“No te preocupes por el mañana, Dios ya está allí.”
Y yo quiero terminar con otra frase de Charles Spurgeon…
“Poca fe bastará para llevarnos al cielo, mas una gran fe traerá el cielo hasta nosotros.”
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