El valor, la belleza y la elegancia del silencio

Unos obreros estaban cortando hielo de un lago congelado y almacenándolo ante un pozo de nieve, cuando uno de ellos se dio cuenta  de que había perdido su reloj; todos, lo buscaron, pero fue absolutamente en vano y sin ningún resultado.

Cuando al final se rindieron, un muchacho que los vio salir entró en el edificio, y al rato salió con el reloj. Después de preguntarle como lo había encontrado respondió: “Simplemente me senté en silencio, y pronto pude escuchar el tictac”.

Aquella mañana me había levantado temprano con muchas cargas acumuladas en el corazón y ni sabía de que modo actuar ante determinadas decisiones. Lo cierto es que estaba tan cansada que dormí muy bien; pero si me despertaba por alguna causa, venían a mi mente y a mi alma las preciosas palabras del versículo 37 que mi abuela nos hizo aprender más que de memoria…

“Guarda silencio ante el Señor y espera en él”. (Salmo 37:7)

No hace demasiado tiempo, y ante un problema complicado delante del cual ni sabía como actuar, alguien cercano y muy querido me dio un muy buen consejo que procuro no olvidar…“Se elegante, calla, no digas nada... demostrando estar muy por encima; y recuerda el Salmo... guarda silencio y espera… deja obrar al Señor”.

Ese fue uno de los mejores consejos que he escuchado en mucho tiempo, y procuro llevarlo a la práctica. No es fácil ¡en absoluto! Pero siempre trae consigo los mejores resultados.

Cuando se trata de defender una causa, de defender a alguna persona que está sufriendo lo que sea, entonces si me parecería una cobardía callar y pasar de largo; pero aprendí que cuando se trata de algo relacionado con uno mismo, es infinitamente mejor guardar silencio ante el Señor y dejar que él tome cualquier causa, por muy dolorosa e injusta que se levante ante nuestros ojos, en sus poderosas manos y en su perfecto tiempo.

Me encantan todas y cada una de estas frases:

“Procura que tus palabras sean tan bellas como tus silencios”. Alejandro Jodorowsk

“No sé quién ha dicho que el gran talento no consiste precisamente en saber lo que se ha de decir, sino en saber lo que se ha de callar.” Mariano José de Larra

“Me he arrepentido muchas veces de haber hablado; jamás de haber callado”. Xenócrates

“Aquel que no entiende tus silencios, lo más seguro es que tampoco entienda tus palabras”. Elbert Hubbard

“De todas las reacciones posibles ante una injuria, la más hábil y económica es el silencio”. Santiago Ramón y Cajal

“Tienes un gran don para el silencio, Watson. Te hace muy valioso como compañero”. Arthur Conan Doyle

“Nada fortalece la autoridad tanto como el silencio”. Leonardo da Vinci

Os he dejado, creo que uno de los más importantes y bellos versículos sobre el silencio que están en la Escritura; pero también en ella podemos encontrar palabras, silencios y hasta preciosos susurros de Dios a nuestro corazón…

“Después del terremoto, un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y después del fuego, EL SUSURRO DE UNA BRISA APACIBLE”. (1 Reyes 19:12)

Me cuestan los silencios de mi Dios en algunas ocasiones, pero sus bellos y dulces susurros, son lo más maravilloso del universo para mi corazón.

¿Qué tal si hoy apartamos un buen tiempo para escuchar a Dios a través de su Palabra, luego le hablamos en oración dejando que el Espíritu Santo lleve ante su trono nuestras torpes palabras convertidas en gemidos indecibles y terminamos con un largo silencio de meditación?

Será entonces cuando podremos sentir muy dentro del alma su precioso susurro… será muy evidente “el tictac del reloj extraviado” y encontraremos su sabio consejo, sus dulzuras como miel de antera a nuestros corazones y encontraremos la salida a cualquier situación a la que nos podamos estar enfrentando; porque será él, no nosotros… y eso…. será… tal vez ¡el mejor regalo de esta dura Navidad!