Quiero vivir rompiendo las cadenas

“Dios tuvo un solo hijo y le hizo misionero”

Eric Bermejo

Me fascina esta preciosa canción de David Bea, del mismo modo que su comprometido ministerio, y llevo mucho tiempo pensando en algo que siempre me atrajo de manera muy poderosa y procuro cumplirlo… el ayudar, el romper cadenas sin importar raza, color, posición económica, pobreza, miseria, país… o cualquier otra  circunstancia.

Me encanta pasearme por las vidas de hombres y mujeres especiales que han marcado historia y han dejado huella; son muchos y muchas, y siempre me gusta encontrar a alguien que no conocía, o un tanto de lejos.

Es fácil recurrir a personas muy especiales que dejaron una increíble huella y legado en la historia, personas muy conocidas, otras menos… pero casi siempre nos tenemos que remitir al pasado ¿y qué de hoy?

Para empezar, todo cristiano es un misionero allí en donde Dios le colocó; en ocasiones será con un propósito especial, un ministerio con dedicación al completo, en otras el estar involucrado en todo lo que se pueda y se considere conveniente... ángeles preciosos que andan por las calles sin que nos demos ni cuenta; y, al menos, se nos exhorta a ser “cartas abiertas” en las cuales todos puedan leer. Pero encuentro demasiadas veces que, escondiéndose bajo ese mandato bíblico, son muchos los cristianos que viven... un poco pasando, sin comprometerse con una realidad difícil del mundo en que vivimos.

Me encanta la frase que repetía reiteradamente Eric Bermejo que os he dejado al principio…

“Dios tuvo un solo hijo y le hizo misionero”

Hasta la primera vez que escuché esta frase, no había sido consciente de esta preciosa verdad; ya que Jesús vino al mundo con una misión, salvarnos y redimirnos; pero por el camino hasta la Cruz, anduvo haciendo bienes con todo aquel que se cruzaba en su camino. Recordemos al gadareno, al paralítico de Betesda, a Bartimeo, a los diez leprosos, a la samaritana…. A la multitud que alimentó con dos panes y cinco peces…. Jésús caminaba por esta tierra, y nos dice la Escritura que sentía compasión, en palabras de un viejo himno, “… y sintió compasión en su seno…”, se paró junto al féretro del hijo de la vida de Naín, no tuvo reparo en darse la vuelta para tener unas palabras con la mujer que sufría mucho y tocó su manto por detrás, ¡y eso que iba urgentemente a… resucitar a la hija de Jairo! Y tampoco tuvo por menos quedar por un tiempo en la casa de Zaqueo o transformar la vida de María Magdalena.

En los días en los que vivimos todo queda eclipsado bajo la tremenda pandemia que atravesamos, y el miedo al contagio paraliza a mucha gente. Otros son tan valientes que se abren camino en medio de ella para ayudar a los más necesitados.

Cuando veo por diferentes lados a personas que se juegan la piel al estilo David Bea, un ejemplo para mí, me levanto el sombrero y agradezco a mi Señor.

¡Por supuesto que tenemos que limitarnos a nuestras circunstancias, vida, edad…! Pero siempre habrá mil modos de ser un misionero en los días de hoy, y seguir el ejemplo del gran Maestro.

Me parece muy ilustrativo un cuento para niños que refleja una realidad para mayores:

El espejo estropeado...

Había una vez un niño listo y rico, que tenía prácticamente de todo; así que sólo le llamaban la atención los objetos más raros y curiosos. Eso fue lo que le pasó con un antiguo espejo, y convenció a sus padres para que se lo compraran a un misterioso anciano. Cuando llegó a casa y se vio reflejado en el espejo, sintió que su cara se veía muy triste. Delante del espejo empezó a sonreír y a hacer muecas, pero su reflejo seguía siendo triste.

Extrañado, fue a comprar golosinas y volvió todo contento a verse en el espejo, pero su reflejo seguía triste. Consiguió todo tipo de juguetes y cachivaches, pero aún así no dejó de verse triste en el espejo; así que, decepcionado, lo abandonó en una esquina. "¡Vaya un espejo más birrioso!, ¡es la primera vez que veo un espejo estropeado!"

Esa misma tarde salió a la calle para jugar y comprar unos juguetes, pero yendo hacia el parque, se encontró con un niño pequeño que lloraba entristecido. Lloraba tanto y le vio tan sólo que fue a ayudarle para ver qué le pasaba. El pequeño le contó que había perdido a sus papás, y juntos se pusieron a buscarlo. Como el chico no paraba de llorar, nuestro niño gastó su dinero para comprarle unas golosinas para animarle, hasta que finalmente tras mucho caminar, terminaron encontrando a los padres del pequeño, que andaban tremendamente preocupados buscándole.

El niño se despidió del chiquillo y se encaminó al parque, pero al ver lo tarde que se había hecho, dio media vuelta y volvió a su casa sin haber llegado a jugar, sin juguetes y sin dinero. Ya en casa, al llegar a su habitación, le pareció ver un brillo procedente del rincón en que abandonó el espejo. Y al mirarse, se descubrió a sí mismo radiante de alegría, iluminando la habitación entera. Entonces comprendió el misterio de aquel espejo, el único que reflejaba la verdadera alegría de su dueño.

No sé quien eres, ni cual es tu realidad y trabajo… o no, para Dios. No sé lo que refleja “tu espejo”… yo ni quiero ni puedo darme el lujo de mirarme en “mi espejo” y ver una cara triste, pálida y sin brillo. Creo firmemente que todo aquel que se arriesga por seguir las pisadas del Maestro y vive para ayudar, para romper cadenas…  simplemente conseguirá que la preciosa Gloria de Dios brille a través de él ¡o de ella!