Si le amamos sin haberle visto, y creemos en Él, y le amamos con toda el alma, y nos gozamos de un modo sublime estando cerca de Él.
“Ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama”.
Alfred de Musset
“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender.
Françoise Sagan
“La señal de que no amamos a alguien es que no le damos todo lo mejor que hay en nosotros”.
Paul Claudel
Dice la Escritura…
“A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”.
1ª Pedro 1:8
Leí hace algún tiempo sobre un hombre que pertenecía a una comunidad de blogueros que se comunicaban entre si; había sido policía por años y su confianza en Cristo era total. Cuando firmaba sus escritos, que siempre llevaban el sello del amor de Dios impreso de algún modo, compartía sobre sus preocupaciones, deseos… Siempre escribía su nombre y la inicial de su primer apellido.
Un día, la que había sido su esposa, envió una nota a aquella comunidad para comunicarles que había fallecido. Todo el mundo lo identificó al momento; aunque jamás lo habían visto, pero todo lo que compartía era muy especial, y llevaban conociéndose y escribiéndose durante años; aunque jamás se vieron físicamente, ni sabían como era su rostro; pero sintieron una punzada en el corazón, sabían bien cierto que habían perdido realmente a un amigo.
Cuando leí esta historia totalmente real me emocionó, me habló del impacto que podemos dejar en otros tras irnos con el Señor, entre otras muchas otras cosas. Pero lo que más lejos y precioso que todo esto me llevó en mis pensamientos, fue al texto bíblico que os he dejado más arriba.
Pedro, aquel Pedro precioso y transformado por Jesús, hasta el día de su muerte se dejó la vida y la piel en llevar a su Señor al mundo. Pedro predicaba, escribía, y hacía todo lo que estaba a su alcance, para que los que no habían conocido a Jesús, bien físicamente o de algún otro modo, pudieran conocerlo y encontrar en El la salvación, felicidad, y vida eterna.
Cuando escribe en su epístola…
“A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”… Lo hace de un modo precioso, y esas palabras llevan una carga inmensa. Hoy es algo habitual historias como la del protagonista que escribía en una comunidad de blogueros.
Hace ya unos cuantos años, me solicitó en una red social una mujer, parecía mayor que yo, llevaba una peluca oscura y gafas de sol en su foto de perfil, y yo no comprendía porqué me hablaba tanto, le daba igual hacerlo en privado, como comentar en público... Me decía una y otra vez lo bien que le hacía lo que yo compartía… Hasta que un día me confesó su historia:
Padecía un cáncer muy avanzado de cerebro y los dolores eran insoportables, estaba completamente desahuciada y al final se fue con el Señor.
En una ocasión cambió su foto de perfil por una muy bonita del día de su boda, ahí pude comprobar que era mayor que yo, no demasiado... Por el vestido y el peinado; era preciosa, rubia, su expresión era radiante… Un día me dijo si podría hablar por teléfono conmigo, le dije que sí, nos llamamos y hablamos unas cuantas veces, hasta que partió. Yo conservaba su teléfono, y un día llamé, me salió un hijo suyo con el alma deshecha; lo cierto es que me partió el corazón. Jamás la vi en vida, en esta vida, y nunca pude saber que era aquello que tanto de atraía de lo mío, o el bien que decía que le hacía… Oré muchísimo por ella, había ocasiones en las que me llamaba llorando y decía que no soportaba tanto dolor. En el momento que su hijo me dio la noticia, supe que había perdido a una amiga muy querida a quien jamás había visto.
Al día de hoy, todos podemos comprender perfectamente este tipo de historias totalmente reales, pero en aquellos tiempos, fijaos bien en las palabras de Pedro…
- A quien amáis sin haberle visto…
- En quien creyendo, aunque ahora no lo veáis…
- Os alegráis con gozo inefable y glorioso…
¿Quién diría que “el rudo pescador de las sandalias” llegaría a poder escribir estas palabras que insisto, llevan una fuerza brutal para mi? Tuvo que llegar Pentecostés y ser investido por el Espíritu Santo, eso marcó la diferencia, y todo el resto de su vida caminando con el Señor, ya no por el mar de Galilea; sino por fe.
En tiempos de un virus que nos hace vivir una pandemia mundial, y que no ha respetado ni a los unos ni a los otros; muchos creyentes pasaron con el Señor, otros lo han superado y habiéndolo pasado de muy diferentes modos. Sus testimonios y sus vidas, creo que fueron tocadas de un modo muy especial por el Señor, y que han cambiado, en algún sentido, para siempre.
Y quiero hilar todo esto del virus con el precioso texto ¿Acaso nosotros hemos visto al Señor?…… ¡Para nada! Pero si le amamos sin haberle visto, y creemos en Él, y le amamos con toda el alma, y nos gozamos de un modo sublime estando cerca de Él…. Y podemos unirnos a la canción con Marcela….
¡Y con un beso y tu perdón, estoy aquí! Porque…
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”.
1ª Juan 4:19
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