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Susannah Spurgeon, el precioso regalo de Charles

Esta magnífica mujer comenzó y continuó con la labor del “Fondo de Reserva” por el resto de su vida.

FOLLAS NOVAS AUTOR 49/Beatriz_Garrido 09 DE FEBRERO DE 2020 10:00 h
Susannah Spurgeon.

“El hogar es el seminario de todas las demás instituciones”.



E. H. Chapin.



“El liderazgo espiritual comienza en el hogar. Al tratar con la familia, recuerde que ha sido bendecido por el Señor, no beatificado. No espere que dejen de pedirle que saque la basura”.



Paul W. Carlson.



 



Tal vez a muchos os sorprenda que tome para reflexionar y comentar un poco la vida de Susannah Spurgeon, inevitablemente ligada al que fue su esposo. Reconozco que me apasiona Charles Spurgeon, su llamado, su vida, sus sermones, sus magníficas y lapidarias frases que utilizo con mucha frecuencia…. Y, aunque haya algunas cosas en las que no coincido en todo con él, creo que aquello de “El príncipe de los predicadores”, no le cayó por casualidad.



Susannah y Charles, venían de contextos muy diferentes, pero me encanta el modo en el que supieron encontrar el equilibrio en su matrimonio, y pudo resultar en una preciosa bendición.



Hay algo que me molesta un tanto... ¡Mucho! En la mayoría de biografías que he leído de esta preciosa mujer, y preciosa que era en realidad, la inmensa mayoría la trata como un tanto poco espiritual al lado de su ferviente esposo. Lo cierto es que esta mujer era hija de un buen  fabricante de cintas… Nació en una... Digamos “familia bien” y además era muy bonita; le encantaba ir a la moda, bien vestida, elegante y combinada. Independientemente de temas que comentaremos a continuación, eso no es malo ¡en absoluto! Estoy demasiado cansada de la idea de que para ser una mujer de Dios, muy espiritual, y demás, haya que andar hecha un “trapillo”; eso me parece una idea que no viene en ningún modo en la Palabra de Dios, es más, creo que si Dios permite eso en una mujer, honra al Señor y al ministerio, todo dentro de un orden, ¡por supuesto! Dicho esto, vamos a adentrarnos en dos vidas que se entremezclan para la gloria del Señor, y lo hacen a través de Sus inescrutables y perfectos planes y caminos.



Susana Thompson nació el 15 de enero de 1832, hija del señor y la señora R.B. Thompson, al sur de la ciudad de Londres. Ella fue criada en un hogar cristiano y tuvo amigos también cristianos serios y comprometidos, y ella misma se convirtió en cristiana siendo una joven. Pero cuentan las crónicas que en aquellos tiempos, no habían muchas organizaciones que animaran a los jóvenes creyentes a seguir el servicio cristiano, ni a profundizar su conocimiento de Dios; había un ambiente de frialdad e indiferencia que era común entre la juventud de esos días.



El 18 de diciembre de 1853, Susannah vio y escuchó por primera vez al hombre que más tarde se convertiría en su amado esposo. Charles Spurgeon era un simple joven de 19 años al cual le había sido encargado el predicar en el famoso New Park Street Chapel (ahora llamado "The Metropolitan Tabernacle") en Londres.



Ante la insistencia de sus amigos, ella fue al servicio, en aquel momento de su vida su estado espiritual era de un tanto frío y diferente, y no pudo entender al completo la clara predicación del evangelio que este hombre joven estaba realizando, así que no quedó impresionada con su predicación.



La ciudad de Londres estaba impresionada con el elocuente predicador de diecinueve años, pero Susannah definitivamente no lo estaba, cuando lo vio por primera vez y escuchó, de hecho comentó: “¡Así es que esto es lo que llaman elocuencia! No me impresiona. ¡Qué insufrible es su estilo campesino! ¡Algún día va a dejar de crecer con ese horrible pañuelo azul de seda! Y ese pelo… ¡Porque parece el ayudante de un barbero!



Muchas veces Susannah lo vio en la casa de sus queridos amigos, el señor y la señora Olney, quienes eran miembros de la iglesia; aunque ellos se veían bastante seguido, ninguno de los dos (el señor o la señora Spurgeon) recuerdan cuando los presentaron por primera vez. Pero parece que no pasó mucho tiempo para que Susannah superara sus prejuicios con respecto a Charles como predicador, y pronto se dio cuenta de que su vida espiritual estaba un tanto lejos de cómo debería ser.



Mientras pasaban las semanas siguientes, y ella escuchaba las predicaciones de Spurgeon, gradualmente cambió su enfoque desde las vestiduras del mensajero hacia el mensaje que éste entregaba.



Susannah iba a la iglesia mucho más a menudo, mientras el Espíritu Santo usaba la predicación de Spurgeon para acercarla más al Señor. 



Charles le regaló una copia ilustrada del libro “The Pilgrim's Progress” (El Progreso del Peregrino) para ayudarla a través de su camino. En el libro, él escribió “Señorita Thompson, con deseos de progreso en este bendito peregrinaje, de parte de C.H. Spurgeon”. Susannah quedó muy impresionada por su preocupación  hacia  ella y su lucha por algunos meses, y logró alcanzar una plena seguridad de su fe en Jesucristo. 



El 20 de junio de 1854 los dos jóvenes fueron a la brillante apertura del London Crystal Palace (el Palacio de Cristal de Londres) juntos. Charles le leyó a Susannah algunas líneas del libro que él estaba leyendo “Pide una buena esposa a tu Dios; porque ella será el mejor regalo de Su providencia… Si tú vas a tener la esposa de tu juventud, ella ahora está viviendo en la tierra; por lo tanto piensa en ella, y ora por su bienestar”.



Charles le preguntó a Susannah con una suave voz: “¿Usted ora por aquel que va a ser su esposo?” El corazón de Susannah se aceleró, bajó la mirada y se ruborizó ante las palabras del joven pastor. Después de las ceremonias de apertura, la joven pareja caminó a través del Crystal Palace (Palacio de Cristal), los jardines y bajaron al lago. Susannah escribió años más tarde:



“Durante esa caminata, en ese memorable día de junio, creo que Dios mismo unió nuestros corazones con lazos indisolubles de verdadero afecto; aunque no lo supiéramos, nos dio el uno al otro para siempre”.



La nueva amistad de Charles y Susannah se profundizó hacia algo más durante los dos meses siguientes y floreció en amor. Cuando él le propuso matrimonio, ella aceptó con mucho gozo. El 2 de agosto de 1854, Charles y Susannah declararon su amor el jardín del abuelo de ella. Más tarde escribió con gran asombro:



"Dejé a mi amado, y mientras me apresuraba a la casa hacia el cuarto alto, me arrodillé ante Dios, lo alabé y le di gracias, con lágrimas de alegría por su gran misericordia por darme el amor de un hombre tan bueno. Si hubiera conocido antes lo bueno que era él, o cuán grande iba a ser, habría estado abrumada; pero no más que con la alegría de ser suya además de la responsabilidad que dicha posición habría de conllevar".



Este fue un noviazgo fuera de lo común. Charles tenía poco tiempo libre para dedicarle a Susannah. Una de sus citas más comunes consistían en que ella, tranquilamente se dedicaba a sus asuntos mientras Charles editaba su sermón semanal para ser publicado.



En una ocasión, Susannah acompañó a Charles a hablar en un compromiso en una abarrotada reunión. Mientras caminaban hacia el lugar, Charles estaba preocupado por el mensaje que estaba a punto de dar. Entró por una puerta lateral olvidando completamente a Susannah, quien se encontró apretujada en medio de la multitud tratando de ubicar algún lugar donde sentarse. Ella dejó el edificio y tomó un taxi hacia la casa de sus padres. A la señora Thompson no le hizo gracia lo que notó en su hija, que ella esperaba ser también una figura. Sabiamente, animó a Susannah a no  tratar  nunca de hacer de ella un ídolo en el corazón de su prometido. Charles era primero y principalmente un siervo del Señor, y le advirtió a Susannah que ella nunca debería ser un obstáculo para su ministerio. Más tarde Susannah escribió:



“Nunca olvidé la enseñanza de ese día. Aprendí mi dura lección de memoria, recordar no buscar hacer valer mi derecho de su tiempo y su atención cuando algún servicio de Dios lo requiera”.



Durante su noviazgo Charles y Susannah, desarrollaron una afinidad en los asuntos espirituales que se profundizó en la vida de casados. Pasaban tiempo leyendo a Jonathan Edwards, Richard Baxter y otros viejos escritores puritanos. Juntos publicaron una colección de teología puritana llamada Smooth Stones Taken from Ancient Books (Piedras Suaves tomadas de Libros Antiguos). Desde el principio, su amor por lo espiritual fue el lazo que fortaleció su temprano amor.



En enero de 1855, después de que Charles recibió una carta de Susannah llena de profundidad espiritual, con sincero anhelo por las cosas de Dios, Charles le escribió: “Querida comprada por la sangre del Salvador, tú eres para mí un regalo del Señor, y mi corazón está lleno hasta rebosar con el pensamiento de tan continua bondad. No me asombro ante su bondad, porque es tal como Él es; pero no puedo sino levantar la voz de gozo ante sus multiformes misericordias. Ante lo que sea que recaiga sobre nosotros, problemas y adversidad, enfermedad o muerte, no necesitaremos temer a una separación final, cualquiera de los dos el uno del otro, o de nuestro Dios. Estoy gozoso de que no estás aquí en este momento, porque siento tan profundo que podría rodear mis brazos a tu alrededor y llorar…” “¡Que los selectos favores sean suyos, que el Ángel del Pacto sea su compañía, sean sus súplicas respondidas ¡y sea su conversación con Jesús en el cielo!”



Charles y Susannah se casaron el 9 de enero de 1856. El 20 de septiembre de 1856, Susannah dio a luz a dos varones gemelos en casa de New Kent Road. Ella quedó débil por algún tiempo después del nacimiento de sus hijos, y aunque eventualmente se recuperó, nunca pudo recuperar su plena y completa salud. Su amor creció durante los años sucesivos. Las muchas pruebas que tuvieron que afrontar solamente fortalecieron su unidad espiritual. Cuando tenía treinta años de edad, Charles sufría de gota con su consiguiente cuadro depresivo. Susie, como Charles la solía llamar, también estaba enferma y no podía salir de la casa por largos períodos de tiempo. Estando crónicamente enferma, mucha de su vida la pasó sufriendo de achaques que la mantenían en reposo la mayor parte del tiempo.



A menudo, Susannah no podía acompañar a su esposo a la iglesia; desanimada y confundida, clamó a Dios. Más tarde escribiría:



“En el momento en el cual pasamos por alguna prueba o dificultad, nuestro primer pensamiento debería ser, no lo pronto que podríamos escapar, o cómo podríamos aminorar el dolor que sufriríamos por causa de él; sino cómo Dios puede ser glorificado de mejor manera en esto”.



Pero, ¿cómo podría Susannah glorificar a Dios o ministrar con su esposo mientras estaba enferma y confinada en su cuarto? Aun así, a través de dificultades y problemas, ambos fueron capaces de tener vidas cristianas.



A pesar de los problemas de salud de ambos, Susannah se transformó en una verdadera compañera del ministerio de Charles. El llamaba su “wifey” (mezcla entre wife: esposa y Saturday: sábado) para que fuera y lo ayudara en las tardes de los Sábado. Juntos leían comentarios y discutían las Escrituras para el sermón del día siguiente. Susannah fue la tabla de salvación y apoyo emocional.



Cuando él estaba desanimado, ella le leía desde Richard Baxter, El Pastor Reformado, hasta la poesía de George Herbert. También aconsejaba a mujeres y jovencitas de la iglesia, además de enseñar cuidadosamente a sus gemelos. Se las arreglaba para cumplir con su rol de ama de casa sabiamente, y sin quejarse soportaba los períodos de separación de los viajes de Charles, dándole la bienvenida cuando regresaba a casa. Sus días estaban llenos y su pequeña familia era feliz, y aunque débil y frágil durante mucho tiempo de su vida adulta, Susannah fue una fiel maestra de sus dos hijos en la doctrina cristiana y tuvo el gozo de verlos convertirse a Cristo cuando eran muy jóvenes.



Cuando los chicos se hicieron adultos, los dos reconocieron públicamente lo grande que fue la influencia del ejemplo de su madre y su enseñanza en su conversión.



Charles Spurgeon fue un escritor prolífico y tuvo la mayor parte de sus sermones publicados. En el verano de 1875 se completó el primer volumen de Conferencias a mis alumnos y dio a su esposa una copia de prueba del libro, pidiendo su opinión. Ella le dijo a su marido que deseaba poder colocar ese volumen en las manos de cada ministro en Inglaterra, a lo que su marido respondió, ¿por qué no lo haces?



Susana no estaba preparada para su pregunta, pero la desafió a ver si podía ahorrarse el dinero de su cuenta personal para cumplir su deseo. En ese momento se acordó de algo de dinero que ella había guardado cada vez que tenía algo extra; entonces fue a su habitación y mientras contaba se dio cuenta de que tenía suficiente dinero para pagar un centenar de ejemplares de la obra, fue en ese instante en que el “Fondo de Reserva” nació.



En la siguiente edición de La espada y el palustre, una revista que era impresa por su marido, figura un anuncio con la intención de la señora de Spurgeon de dar los libros, y la invitación a los pobres pastores bautistas para solicitar el libro.



Las solicitudes demostraron ser más numerosas de lo que se pensaba, y en la distribución se hizo entrega de dos centenares de ejemplares en lugar de los cien que se habían propuesto inicialmente. En la edición siguiente de su publicación, Charles habló de los muchos ministros que desean nuevos libros para aumentar sus conocimientos y mejorar sus ministerios, y del “Fondo de Reserva” que Susannah había creado para satisfacer estas necesidades.



Esta magnífica mujer continuó con la labor del “Fondo de Reserva” por el resto de su vida y en su testamento dejó una suma de dinero para la asistencia de la obra.



Charles y Susannah estuvieron casados por 36 años. Cuando Charles murió Susannah escribió:



“Porque aunque Dios ha tenido a bien llamar a mi amado para un servicio mayor, Él me ha dejado la consolación de todavía amarlo con todo mi corazón, y creyendo que nuestro amor será perfeccionado hasta que nos encontremos en esa bendecida tierra donde reina el amor supremo y eterno”.



Su matrimonio fue modelo, fundado en amor y cimentado en una estima mutua. Spurgeon murió en la segunda mitad del siglo diecinueve.



Sólo me resta decir que, nuevamente ha sido un auténtico placer conocer más de una preciosa mujer en todos los sentidos, un tanto estigmatizada al principio de su vida por algunos, un tanto eclipsada por el tremendo ministerio de su esposo; pero que dejó que Dios la usara y la guiara para cumplir con el propósito para el cual Dios la había creado.


 

 


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