Los evangélicos deberían separarse del presidente Trump. Mejor tarde que nunca

Para muchos cristianos fuera de los Estados Unidos, el apoyo inquebrantable de los evangélicos estadounidenses al presidente Trump es desconcertante.

¿Cómo pueden los seguidores de Jesús disculpar a un líder político que miente de forma regular, que usa su cuenta de Twitter para intimidar a los ciudadanos y que ha sido acusado de agresión sexual y de encubrir a estrellas porno?

La asociación Trump-evangélicos se ha vuelto aún más problemática, ahora que el presidente estadounidense está inmerso en un proceso de impeachment por abusar de su poder para obtener ayuda extranjera contra un rival doméstico.

Algunos creyentes celebran los beneficios de algunas políticas de Trump, como el nombramiento de jueces conservadores y que se den conversaciones difíciles sobre el aborto y la libertad religiosa.

Pero el daño causado a nuestra credibilidad como voz moral, supera cualquier ventaja política a corto plazo.

Los evangélicos necesitan rescatar su religión de los tentáculos de la política. Por malo que sea Trump, mis amigos estadounidenses a veces dicen que la alternativa es peor.

Pero no estoy abogando por el Partido Demócrata o su futuro candidato para 2020. Pensar que si no somos para Trump, entonces somos demócratas es una falsa dicotomía.

Los evangélicos deben cultivar, en cambio, una distancia profética que distinga el evangelio de las ideologías de izquierda y derecha. La buena noticia de Jesús no es conservadora ni progresista.

Los cristianos claro que deben votar y estar comprometidos políticamente. Amamos a nuestros vecinos y trabajamos por el bien común de nuestros países. Y lo hacemos, en parte, pidiendo a nuestros gobernantes que sean totalmente íntegros.

Al igual que Natan, que denunció al rey David por su pecado, los cristianos no deben excusar el mal comportamiento, sino estar preparados para desafiarlo, especialmente en los políticos con los que nos relacionamos públicamente.

La principal revista evangélica de Estados Unidos, Christianity Today, ha publicado un editorial valiente, en el que pide la destitución de Trump.

“El presidente de los Estados Unidos intentó usar su poder político para obligar a un líder extranjero a hostigar y desacreditar a uno de los opositores políticos del presidente. Eso no es solo una violación de la Constitución, sino que además y más importante, es profundamente inmoral", afirmó la publicación.

El presidente Trump respondió en Twitter con su característico tono de burla y auto exaltación:

“Una revista de extrema izquierda, o muy progresista, como algunos lo llamarían, que lleva tiempo haciéndolo mal y que no se ha relacionado con la familia Billy Graham durante muchos años, Christianity Today, no sabe leer una transcripción perfecta de un llamada telefónica de rutina y preferiría ... tener a un no creyente radical de la izquierda, que quiere quitarle su religión y sus armas, que a Donald Trump como su presidente".

Y añadió: “ningún presidente ha hecho más por la comunidad evangélica, ni siquiera se acerca. No obtendrás nada de esos Demócratas. ¡No volveré a leer CT!".

¿Qué pasaría si más evangélicos fuesen críticos con Trump en lugar de excusar sus defectos? Si, por ejemplo, la comunidad negra no aceptaba todas las propuestas de Obama solo porque era un presidente negro, y Obama reaccionó a lo que decían sus electores, ¿por qué tenemos que seguir creyendo a Trump en todo?

La reputación de que los evangélicos son un colectivo leal a Trump, es trágica para nuestra causa, no solo en Estados Unidos, sino en todas partes, el evangelio de Jesús comienza a confundirse con el nacionalismo, el racismo, el sexismo y la hipocresía.

Es por eso que los evangélicos deberían ser críticos públicamente con el presidente Trump. No podemos dejar que nuestra fe se derrumbe en una elección política. No podemos permitir que el evangelio de Cristo se equipare con el trumpismo.

Tenemos un Soberano, un Rey de reyes, que es mucho más digno de nuestra lealtad.

René Breuel es pastor de una iglesia evangélica en Roma.