Soy ciudadana del cielo, pero piso la tierra, no vivo en comunidad ni pertenezco a ninguna secta, y me relaciono y amo a personas que tal vez no piensen como yo, pero a las que amo profundamente y no pienso dejar de hacerlo.
Nuestras amigas, son aquellas personas que se encuentran con nosotros en las buenas y en las malas, son aquellas que se ponen en nuestros zapatos en caso de ser necesario, son nuestros psicólogas más baratas, nos dan las buenas noches con una sonrisa y siempre están dispuestos a apoyarnos en cualquier disparate que se nos ocurra.
En la vida se debe celebrar a ese tipo de amigas, aquellas que sentimos que son nuestras hermanas, que convertimos en parte de nuestra familia y no nos importa compartir lo poco o mucho que tenemos con ellas. Muy pocas amigas en la vida llegan a trascender de tal forma que se cree ese lazo inquebrantable, ese que se mantendrá intacto pese a la distancia u otros factores…
Encontrar a una mejor amiga o varias mejores amigas que puedan estar con nosotras en cada paso de nuestras vidas es una bendición. Tener amistades de calidad nos ayudan a sentirnos más seguras, a sentirnos más felices, esto de igual manera nos ayuda a que tengamos una autoestima balanceada.
Todas nos conocimos cuando teníamos 10 años, algunas, incluso de antes, y otras llegaron algo después; pero siempre permanecerán en mi corazón como uno de los tesoros más hermosos de mi vida.
Supongo que como muchos de los que me estáis leyendo, mi bachillerato, comenzó con 10 años y terminó con 16. Ya no era obligatoria la reválida de sexto; aunque mis padres me pidieron que la hiciera. Cursé mi bachillerato y C. O. U. en un prestigioso colegio de mi ciudad, una especie de Eton College, en mini, y no me avergüenzo por ello, ¡Al contrario! Doy gracias a Dios y bendigo a mis padres por esto, eso me ha permitido una muy buena formación en todos los sentidos. La única y, a la vez, grande diferencia con Eton, es que nuestro “cole” era tremendamente progresista, nos enseñaban a ser mujeres con todo y más; Sólo puedo agradecer por todo.
Curiosamente, no guardo demasiadas amistades de universidad, comencé a salir con mi esposo….. Pero sí y muy fuerte con amigas de la primera época.
Algunas cenamos en una ocasión cuando teníamos como 30 años, fue genial, pero faltaban más que muchas.
Una mañana, me llamó una amiga y compañera con la que compartí pupitre y mucho más durante años, y me dijo que le apetecía tomar un café juntas. Me alegró muchísimo, pero no entendía demasiado; mientras charlábamos, hizo una pausa y me dijo… Bea, nunca te olvidé ni comprendí muchas cosas, pero te sigo extrañando, y el día de mi boda me acordé de ti, me faltabas tú; tuve que hacer una pausa para respirar y mis ojos se empañaron de lágrimas, entonces me dijo… Yo me quejaba a mi madre de porqué decías que nos veíamos el sábado y luego no venías, porqué siempre te escogían para el coro del colegio y cuando era la hora de cantar en el Teatro Colón, no estabas…
Quiero medir cada una de mis palabras, porque este tema me trae mucho dolor de alguna manera; ¡Sí! Yo era, para que todos nos entendamos bien, la única “Protestante! de la clase; pero puedo decir con la cabeza muy en alto por mis compañeras, que jamás tuve ni el más mínimo problema con nadie, ni me sentí desplazada ni nada por el estilo. En aquel tiempo ya se había conseguido la exención de religión como asignatura; aún así, yo asistía a las clases. Recuerdo perfectamente a D. Manuel, y posteriormente a D. José. A ellos les encantaba que fuera, supongo que sabía mucha Biblia. En una ocasión uno de ellos me pidió que preparara para toda la clase una redacción para compartir, sobre todo lo que yo creía y las diferencias entre protestantes y católicos. Lo hice con sumo gusto, y él lo aplico y agradeció profundamente. En otra ocasión, D. José estaba dando la clase, cosa que yo matizaba para mis adentros, siempre respetando, y preguntó, ¿Quién sabe lo que significa la palabra tribulación? Y yo tan dispuesta como de costumbre y llena de razón, comencé a explicarle de arriba abajo todo lo que era “ la gran tribulación”. Él permanecía callado y caminando a uno y otro lado de la clase. Cuando terminé mi retaila me dijo, ¡muy bien! Aunque yo sólo preguntaba por la palabra tribulación; me puse colorada como un pimiento morrón, hoy veo la mano de mi Señor.
Y ahora voy a decir algo que no pretende herir la más mínima susceptibilidad, yo no iba los viernes, ni los sábados con mi amiga del alma, y no asistía el domingo en la tarde a cantar con el coro del colegio al teatro una vez al año, porque mis padres, con todo el amor del mundo y haciendo lo que consideraban mejor para mi, no me lo permitían. ¡Benditos padre que me dejaron una huella imborrable de fieles creyentes, siempre queriendo lo mejor para mi!. Puede que algunos digáis, ¡Muy bien hecho por parte de tus padres! Creo que eso y muchas otras cosas las hemos vivido muchos y de diferentes generaciones, hicieron lo que consideraban correcto y yo no me traumaticé por ello. Pero cuando comencé a retomar el contacto con mis más que queridas amigas y compañeras, si pude sentir muchas cosas para mis adentros. Las recuerdo a todas y cada una, con nombre y apellido, tengo en la mente y el corazón hasta el más mínimo recuerdo precioso, anécdotas inolvidables y recuerdos infinitos; el caso es que a partir de comenzar a recuperar el contacto y cada vez que me reúno con ellas, es lo más maravilloso del mundo, y la mejor terapia sicológica que puede existir.
El pasado fin de semana, viajamos juntas en viaje relámpago; sólo éramos 8, yo traía un cansancio atrasado de esos que hacen época, y justamente el día anterior, todo coincidió mal, sólo pude dormir dos horas, tenía cosas en otros lugares, pero esto estaba cerrado hacía varios meses… Pero no puedo transcribir con palabras todo lo bueno que pude experimentar en esos días.
Cuando nos veían juntas y nos escuchaban, desde el Señor del Taxi, pasando por el latin- lover de la cena del sábado, hasta el educadísimo muchacho dominicano del último café, nos decían, dependiendo de la edad o de su educación y cultura: ¡Qué tengan una felicísima estancia! ¡Pasadlo genial! ¡Disfrutad de Madrid!
Supongo que nuestro grupo no pasaba desapercibido; misma edad, mismo “origen”, nos lo pasamos increíblemente bien y nadie se “salió de tono” en ninguna manera. Cuando reíamos, lo hacíamos a tope, se nos atropellaban los recuerdos de un modo infinitamente bello, sacamos miles de fotos para el recuerdo y, lo que es yo, sentía como si tuviera aquellos 10 años, con unos cuantos , bastantes más, de algún modo hablando de cosas parecidas, pero con muchos años vividos, y aquel cariño de antes, se convertía en multiplicado por muchos números.
Comparto esto en una revista “Protestante” por muchos motivos; el primero son dos textos de la Escritura:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16
“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”. Juan 17: 15
Soy ciudadana del cielo, pero piso la tierra, no vivo en comunidad ni pertenezco a ninguna secta, y me relaciono y amo a personas que tal vez no piensen como yo, pero a las que amo profundamente y no pienso dejar de hacerlo. Otra historia es el amarnos los hermanos por encima de todo, el jamás dejar de congregarnos y todo lo demás
Sé perféctamente que muchos discrepareis de lo que estoy diciendo. Mis queridas amigas y compañeras, me conocen desde hace tanto…. Conozco la vida de la mayoría de ellas, de modo especial la de las más cercanas; saben perfectamente que he abandonado y dejado todo atrás para servir a todo tiempo a mi Señor, y jamás he tenido el más mínimo problema. Cada vez que estoy con ellas, es una “gozada”. Un plus de enriquecimiento mutuo, es llorar con las que pasan malos momentos, es reír cuando todo va bien….. Porque:
“En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia”.
Proverbios 17: 17.
Quiero dedicar este artículo con todo cariño, a mis “amigas del cole” ¡Os quiero niñas!
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