En el caso de América Latina, al gran crecimiento cuantitativo protestante no le ha seguido lo que desde adentro de las comunidades de fe se llama discipulado.
Los números del protestantismo global muestran peculiaridades y sorpresas.
Al cumplirse quinientos años del movimiento iniciado por el monje agustino Martín Lutero han tenido lugar distintas conmemoraciones, festividades, análisis críticos y ejercicios de valoración sobre las transformaciones culturales que trajo la consolidación del protestantismo en distintas regiones y países.
La directora asociada de investigación religiosa del Pew Research Center, Neha Sahgal, dio a conocer en el artículo “500 years after the Reformation, 5 facts about Protestants around the world” (500 años después de la Reforma, 5 hechos sobre los protestantes alrededor del mundo), datos acerca del estado cuantitativo del protestantismo global.
Es importante señalar que en otro reporte el Pew Research Center definió que usa el concepto protestante: “en un sentido amplio para hacer referencia [a integrantes] de las iglesias protestantes históricas (por ejemplo, bautistas, adventistas del séptimo día, metodistas, luteranos o presbiterianos), miembros de iglesias pentecostales (por ejemplo, Asambleas de Dios, Iglesia Pentecostal de Dios o Iglesia Evangélica Cuadrangular) y miembros de otras iglesias protestantes”.
El primer hecho es que dentro de lo que llama las mayores tradiciones cristianas alrededor del mundo, el protestantismo representaba a fines de la primera década del siglo XXI, 37%, mientras el catolicismo aglutinaba 50% y la cristiandad ortodoxa 12%.
Recuerda que el protestantismo nació en Alemania, y actualmente casi nueve de cada diez (87 por ciento) de protestantes viven fuera de Europa, “particularmente en países que integran el sur global”. Hay más protestantes en Nigeria que en Alemania.
El segundo dato apunta hacia que la población adulta protestante en Estados Unidos está declinando. Pasó de 51% en 2007 a 47% en 2014.
El declive es mayor entre quienes se identifican con las conocidas en ingles como “mainline protestant denominations”, entre las cuales Neha Sahgal incluye a la Iglesia metodista unida y la Iglesia evangélica luterana de América.
De la población adulta en Estados Unidos en 2007 se identificó protestante 18%, en 2014 lo hizo 15%. Mientras el protestantismo de la corriente principal pierde adeptos En Estados Unidos, los adultos del país sin afiliación religiosa pasaron de 16% en 2007 a 23% en 2014.
El tercer hecho sobre el protestantismo global revela que su crecimiento en América Latina ha sido muy importante. En Latinomérica vive cerca del 40 por ciento de católicos de todo el mundo.
En 2014 Pew Research Center condujo la investigación Religion in Latin America: Widespread Change in a Historically Catholic Region (Religión en Latinoamérica: extensión del cambio en una región históricamente católica), en la que fueron estudiados diecinueve países, entre ellos México.
Mientras 9 por ciento respondió que fue formado en una familia protestante, 19 por ciento se identificó al momento del estudio como protestantes, es decir, el número de conversos fue más del doble que el de los provenientes de un hogar protestante.
En contraste, 84 por ciento respondió haber sido educado como católico pero el porcentaje bajó a 69 cuando la pregunta fue si al momento se identificaba con el catolicismo. La pérdida fue de 15 puntos porcentuales. Los protestantes latinoamericanos tienen más compromiso con su confesión religiosa que los católicos, también los primeros son más conservadores que los segundos “en temas como divorcio, aborto, matrimonios entre personas del mismo sexo y normas de género”.
El cuarto dato señala que dentro del abanico protestante la que tiene mayor crecimiento es la expresión pentecostal. Así como hay varios protestantismos (los hubo desde el mismo siglo XVI) que tienen rasgos comunes pero también singularidades, de la misma manera existen variaciones del pentecostalismo.
El énfasis que distingue al pentecostalismo es el de los dones del Espíritu Santo, que comprenden sanidad divina, hablar en lenguas y recibir revelaciones directas por parte de Dios. Éstas son prácticas comunes, observa Neha Sahgal, en África subsahariana, América Latina e incluso Asia.
El pentecostalismo es con claridad predominante en el protestantismo latinoamericano, ya que en su seno congrega 75-80% de los protestantes del Continente.
En Europa occidental, “el hogar de la Reforma protestante, católicos y protestantes son ahora más similares de lo que son diferentes, al menos en algunas cuestiones teológicas”, por ejemplo en cuanto a la forma de tener salvación.
En el año que corre la investigación del Pew Research Center mostró que en 15 países de la región la visión prevaleciente en protestantes y católicos es que para alcanzar la salvación son necesarias buenas obras y fe en Dios.
En resumen, “menos gente responde que solamente la fe conduce a la salvación (Sola fide, en latín)”, ésta última convicción fue el centro del enfrentamiento de Martín Lutero con el catolicismo romano en el siglo XVI.
Los datos glosados son útiles para comprender las diversificaciones de los protestantismos quinientos años después del sismo religioso y cultural encabezado por Lutero. Lo cuantitativo debe ser tamizado por un ejercicio analítico que intente reflexionar sobre el peso del cambio cultural, o no, que las cifras parecieran señalar.
En el caso de América Latina al gran crecimiento cuantitativo protestante no le ha seguido lo que desde adentro de las comunidades de fe se llama discipulado, y que hacia afuera pudiera ser visto como creación de ciudadanía, construcción de personalidades democráticas que son agentes de cambios mentales y culturales.
En este sentido cabe la distinción sociológica que afirma puede estudiarse el fenómeno religioso como creencia y/o como conducta. Cabe preguntarse, ¿qué perfil de personas ha construido el protestantismo realmente existente y que domina en la mayor parte de las comunidades evangélicas del Continente? ¿En qué son contrastantes las conductas de los protestantes latinoamericanos con las de quienes no lo son?
¿Son sus comunidades más democráticas, horizontales, preocupadas por el otro, con menos casos de abusos de todo tipio y corrupción? ¿O todo, o la mayor parte, consiste solamente en cambios de algunas creencias y nuevos ritualismos que no alteran/transforman rasgos subsistentes de la cultura patrimonialista latinoamericana?
Las respuestas a las interrogantes anteriores no pueden ser tajantes hacia un lado u otro. El sí o el no depende de comprensiones doctrinales, aplicaciones pedagógicas de las mismas y proyectos para implementar las creencias en la vida personal, comunitaria y social.
Para clarificar las prácticas sociales de las comunidades evangélicas, su cotidianidad y relación con su entorno ya existe un considerable cúmulo de investigaciones históricas, sociológicas y antropológicas que muestran luces y sombras de ellas.
El protestantismo en América Latina, no obstante que desde distintas posiciones e intereses se le sigue etiquetando de advenedizo, ya tiene una historia de más de siglo y medio.
Es en las últimas cuatro décadas donde su presencia se ha masificado y es una realidad bien asentada por todo el Continente.
Si las primeras generaciones enfocaron su lid principalmente a sobrevivir en un medio que les era hostil y por ello crearon espacios que les dieran tanto legitimidad social como posibilidad de reproducir y diseminar una identidad religiosa/cultural alternativa a la histórica y tradicional en Latinoamérica, las generaciones actuales tienen la responsabilidad que les da su peso demográfico de construir no nada más un perfil confesional identitario hacia adentro de sus comunidades de fe, sino también de fermentar con lo mejor de la cultura protestante las sociedades nacionales que siguen inmersas en un desasosiego de profundas raíces históricas.
Debe hacerse más carne el principio protestante para transformar la que Gabriel García Márquez, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, llamó la “realidad descomunal” de América Latina.
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