Como cada instante de mi vida, la Gloria de Dios maneja mi vida, y con hilos del más precioso amor, me lleva, me acerca y me deja abrazar por Él.
La Gloria de Dios
maneja mi vida.
Con hilos de amor
que puso en mi alma,
me lleva hasta Él.
La Gloria de Dios
¡gigante y sagrada!
Me carga en sus brazos,
alienta mis pasos,
me llena de paz y miel.
Sale a jugar
cuando me viene a ver
y me deja ganar.
En la Gloria de Dios tendré
el descanso para mis pies,
con su manto mi frío
desaparecerá y descansaré.
De la Gloria de Dios vendrá,
bendición y abundante pan
para ti, para mí,
y a quien quiera venir
¡a la Gloria de Dios!
La gloria de Dios
maneja mi vida,
con hilos de amor
que puso en mi alma
¡me lleva hasta Él!
Ni recuerdo la hora que era en la noche, ni tampoco el día exacto; estaba tan sumamente agotada, dolorida por fuera y por dentro, que ni recuerdo.
Después de un tiempo complicado, el Señor había traído a nuestras vidas uno de los regalos más hermosos que pueden existir en esta vida. Mientras tanto, yo me encontraba con mi mamá, reclinada en la cama para el acompañante de un hospital.
Ya habían sido muchos días y habían ocurrido demasiadas cosas; todo mi ser se encontraba… ¡Ni puedo deciros como! Sentía frío por fuera y por dentro, tenía cansancio en mi cuerpo y en mi alma… Sabía que todo aquello era producto de la vida, y también sabía que mi Señor tenía el más profundo control de todo. De un modo que yo no podía entender, estaba dirigiendo los acontecimientos como Él quería. Su mente es muchísimo más alta que la mía, y sólo podía dejar que hiciera lo que quisiera, que cumpliera Su propósito en mi vida. No me estaba gustando nada de nada. Pero podía escuchar muy dentro del alma… “Lo que estoy haciendo ahora, sé que no lo entiendes ahora, pero lo entenderás después”. Confieso que me estaba costando mucho aceptar toda la situación, ya eran muchos días de agotamiento físico, de una preocupación más que lógica desde el punto de vista humano. Pero decidí que no me conducía a ningún lugar el caer en una desesperanza, o intentar comprender las razones de mi Dios; aunque sólo podía dejar correr lágrimas de todo tipo por mis mejillas.
En aquella noche tan “fría” y tan cansada, no era ni capaz de dormir, y tomé mi móvil, mi único contacto con todo lo que podía, ni siquiera iba bien la WIFI del hospital en algunas de mis aparatos, ni sabía por qué.
En un momento, me di cuenta que tenía un mensaje de una persona de mi Iglesia muy querida por mi. No me lo esperaba; así que mis ojos se abrieron lo más que pudieron y comencé a leer. Eran unas palabras cargadas de cariño sincero, y del más profundo ánimo y aliento, y muy por encima de todo, estaban cargadas de la más grande comprensión hacía mí por la situación que estaba viviendo en aquellos momentos. A continuación me ponía un audio con la conocida canción de Ricardo Montaner “La gloria de Dios maneja mi vida” ese es el título por la que la nombro siempre, y no podía dejar de evitarlo, las lágrimas, entremezcladas de todo tipo de sentimientos, seguían corriendo despacio; pero con mucho dolor empapando suavemente mi rostro.
Cada una de las palabras de esa preciosa canción tan conocida para mí, palabras que os he puesto al principio de este artículo, eran como si pudieran cobrar vida propia en aquellos momentos, una a una… Todas y cada una de ellas comenzaban a tener un significado que nunca antes habían tenido, y la escuché muchas veces dejando que el Señor me hablara al alma.
Ni sé el tiempo que había pasado, cuando me entró otro mensaje, esta vez era una muy querida amiga para decirme algo. En agradecimiento, y como estaba tan tocada por esa preciosa canción, se la regalé a ella. Su contestación fue… ¡Preciosa, Bea! “Hilos de amor”. En aquel momento estaba tan bloqueada, que ni me acordaba de que ese era otro título que muchas veces se utiliza para la canción. Y era tan dulce y poético, que agradecí aquella conversación desde el fondo de mi corazón. Y no podía dejar de escuchar aquella música y aquellas palabras, era como si el Señor quisiera traer un bálsamo a todo mi ser angustiado en aquella noche, a través de lo que yo menos hubiera esperado.
Comencé a observar con mucho detenimiento cada una de las palabras, y sentí como si fueran escritas para mi en aquel momento tan difícil…
¡Claro que sí! Por más que mis ojos estuvieran nublados en aquellos momentos, sabía que, como cada instante de mi vida, la Gloria de Dios maneja mi vida, y con hilos del más precioso amor, me lleva, me acerca y me deja abrazar por Él. Y también he podido comprobar en mi vida en tantísimas ocasiones, que es gigante y es sagrada, que alienta cada uno de mis pasos ¡Claro que lo sé! Pero lo confieso, estaba desbordada.
Cuando llegué a la parte de “con su manto mi frío desaparecerá, y descansaré”, por alguna razón, mi alma que es poesía y vive muy cerca de Dios, pudo sentir como si todas las estrellas más hermosas y plateadas del cielo de aquella noche, se entretejieran formando un manto tan especial, con el que mi Señor me cubriera, me abrigara, me estrechara entre Sus propios brazos, y todo aquel frío que sentía por dentro, aquel cansancio y aquel dolor, desaparecieran por completo y pudiera descansar. Entonces apagué la luz pequeñita de aquella cama de hospital y me quedé dormida.
No sé si esto es un artículo, o un testimonio hecho artículo. Simplemente quería compartirlo con todos vosotros. Porque la mayoría de las veces, en esos momentos duros de nuestras vidas, momentos que nos parecen demasiado duros e incomprensibles en un principio; cuando todo va pasando y podemos ver el obrar de Dios manejando cada hilo con la más profunda suavidad y amor, llevándonos, cuidándonos y sosteniéndonos… Es cuando del corazón del creyente fiel salen a borbotones las palabras…
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”
Rom. 8: 28- 39.
Sólo me resta terminar, deseando con el corazón que lo que os he dejado pueda bendecir vuestras vidas, la preciosa canción “HILOS DE AMOR” en vídeo…
En el Amor de Cristo,
Beatriz Garrido
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