La reducida diversidad genética del hombre constituye un gran problema para la teoría de la evolución.
La teoría de la evolución supone que cualquier población grande de seres vivos irá acumulando mutaciones a lo largo de millones de años y que esto generará, lógicamente, una enorme cantidad de diversidad genética en las especies. El problema con los humanos actuales es que los estudios genéticos muestran todo lo contrario. Es decir, hoy está claro que la humanidad es muy homogénea y que presenta una limitadísima variación genética. Si bien esta evidencia supone un grave problema para la perspectiva evolutiva, es exactamente lo que cabría esperar si todos los seres humanos descendiéramos de una sola pareja original, tal como afirma la Biblia. Una población humana homogénea, con una diversidad limitada, es fácil de explicar desde la perspectiva bíblica. Pero, ¿cómo se justifica desde el evolucionismo?
Nuestra limitada diversidad genética actual, según la perspectiva evolucionista, requiere de un gran acontecimiento de casi extinción total (un “cuello de botella” de la población o bottlenecks) que supuestamente se habría producido poco antes de que apareciera repentinamente el hombre moderno y se expandiera pronto por todo el planeta. Hasta ahora se creía que tal evento ocurrió hace unos 70.000 años, -un suspiro para la evolución- inmediatamente antes de que el Homo sapiens se diversificara por todo el mundo.1 Sin embargo, los recientes descubrimientos genéticos han provocado el colapso de este otro paradigma evolutivo. La idea de que se produjo un cuello de botella en los humanos modernos, que disminuyó drásticamente su población hasta casi la extinción, ya no se puede sostener.
El darwinismo cree que durante los famosos seis millones de años, en que los ancestros de los chimpancés estaban evolucionando para originar también a las personas, las mutaciones al azar habrían generado una gran cantidad de diversidad genética. Con el fin de explicar esta evidente falta de diversidad que se observa actualmente en la población humana, tuvieron que apelar a un hipotético evento de extinción casi total. Es decir, a lo que en genética se llama un cuello de botella en la historia de la población humana. ¿Qué son y cómo funcionan los cuellos de botella?
Hay muchas especies animales que suelen experimentar oscilaciones estacionales en cuanto al número de individuos que las constituyen. Por ejemplo, las moscas de las regiones templadas son muy numerosas durante el verano, pero al llegar el invierno su población se reduce a unos pocos ejemplares. Sin embargo, estas pocas moscas que sobreviven a la estación fría serán las progenitoras de las del siguiente verano. Pues bien, tal disminución de individuos, y por tanto de genes, es lo que se llama un cuello de botella genético.
Lo mismo se puede ilustrar de forma más gráfica. Supongamos que tenemos una botella llena de bolas o canicas de distintos colores. Cada color representa un gen y en la botella hay canicas azules, verdes, blancas, rojas y amarillas. Si removemos bien la botella y dejamos caer solamente dos bolas en el interior de un vaso, éstas pueden ser del mismo color o de diferentes colores. Imaginemos que una es azul y la otra amarilla. Esto significa que los demás colores (verde, blanco y rojo), o los genes que los representan, ya no saldrán más en la descendencia. Después de muchas generaciones, las canicas más abundantes en la población resultante serán precisamente las azules y las amarillas. Más aquellas otras que hayan surgido por mutación aleatoria. De manera que la sociedad final será mucho más homogénea y menos diversa que la primitiva, representada por los cinco colores iniciales. Esto es lo que ocurre con los cuellos de botella y lo que el evolucionismo supone debió ocurrir con la primitiva humanidad.
Es también lo que insinuaba, ya en 1976, el Dr. José Pons Rosell, catedrático de antropología de la Universidad de Barcelona: “Durante los primeros períodos de la Humanidad debieron de constituirse colectividades extraordinariamente reducidas (…) las luchas, epidemias y escaseces determinarían de cuando en cuando fuertes disminuciones, comparables, hasta cierto punto, con los bottlenecks (cuellos de botella).”2 Pues, ya entonces, aunque no se había propuesto ninguna catástrofe concreta, se intuía la necesidad de tal mecanismo reductor para poder explicar la homogeneidad genética del ser humano.
Dos décadas después, en 1989, el profesor Stanley H. Ambrose, de la Universidad de Illinois, propuso la teoría de la catástrofe de Toba,3 en la que se refería a una gran erupción volcánica ocurrida en un enorme volcán situado en el lago Toba, al norte de la isla de Sumatra (Indonesia). Tal cataclismo habría ocurrido hace entre 70 y 75 mil años y sería supuestamente el responsable de producir un cuello de botella en la especie humana. Esta teoría afirma también que cuando se restableció el clima y los demás factores ambientales, los seres humanos se empezaron a diseminar por todo el mundo partiendo del continente africano. La teoría de la catástrofe de Toba supone que la población mundial pudo reducirse a unas diez mil personas, o quizás a tan sólo unas mil parejas reproductoras.4
No obstante, una investigación posterior llevada a cabo por el antropólogo evolucionista, Michael Petraglia, de la Universidad de Cambridge, concluyó que la erupción de Toba no tuvo unos efectos tan catastróficos sobre el clima de la Tierra, ni sobre la evolución humana, como pretendía en Dr. Ambrose,5 puesto que, en el año 2009, al sur de la India, se encontró un yacimiento repleto de artefactos de piedra fabricados por el hombre que indicaban que las poblaciones locales permanecieron vivas en la región después de la erupción volcánica de Toba. Por lo que dicha catástrofe no podía ser la causa del supuesto cuello de botella.
Además, el hecho de que la humanidad se redujera sólo a dos mil individuos significa que llegó al borde de la extinción. Si se mantuvo así durante muchos años, sufriría una grave pérdida de diversidad genética, que sumada a la fijación de mutaciones perjudiciales y la lógica endogamia reproductiva, la habrían empobrecido genéticamente. Sin embargo, casi simultáneamente o poco después, esta misma población se transformó supuestamente de Homo erectus en Homo sapiens y entró en un crecimiento exponencial ilimitado que rápidamente se extendió por los cinco continentes, originando todas las etnias humanas modernas.
De manera que cuando el hombre moderno (H. sapiens) superó esta etapa genéticamente empobrecedora de casi extinción, pronto empezó a aparearse con los neandertales,6 así como con los denisovaros7 y a provocar la extinción total de Homo erectus. Todo esto suena como una historia bastante difícil de creer porque una especie que ha estado al borde de la extinción, y ha visto como se reducía drásticamente no sólo el número de sus individuos sino también su variabilidad genética, ¿cómo podría explosionar repentinamente en un torbellino de vida capaz de poblar y dominar todo el planeta?
La ecología nos dice que las pequeñas poblaciones que experimentan cuellos de botella suelen tener graves problemas. Por ejemplo, los guepardos, que son los animales terrestres más veloces del planeta, están actualmente en peligro de extinción. Algunos zoólogos aseguran que para el 2030 los guepardos salvajes habrán desaparecido. Hoy quedan aproximadamente unos diez mil en todo el mundo (curiosamente la misma cantidad que se supone para el presunto cuello de botella humano) que muestran signos de endogamia y declinación genética. Su diversidad se ha visto erosionada debido a esta reproducción entre parientes y la especie está empezando a sufrir muchas mutaciones recesivas perjudiciales. A la vista de tales resultados, ¿es lógico creer que un cuello de botella genético semejante pudo estar detrás de la evolución del hombre?
Por otro lado, cuando se secuenció el genoma del hombre de Neanderthal, la hipótesis del cuello de botella africano se volvió todavía más problemática. Pudo comprobarse que el neandertal era totalmente humano ya que se había cruzado con el hombre moderno y estaba relacionado genéticamente con los europeos y otros grupos humanos.8 Esto contradice claramente la historia del cuello de botella que nos habría llevado casi a la extinción.
Según la cronología evolucionista, el hombre de Neandethal se habría separado de la población humana principal hace unos 400.000 años, por lo que no pudo experimentar el cuello de botella africano próximo a la extinción de hace sólo unos 70.000 años. Después, se nos dice que estos mismos neandertales se reunieron con la emergente población humana que acababa de salir de África y tuvieron relaciones sexuales inter-fecundas. Pero, si el Homo sapiens había sufrido una remodelación genética tan radical en dicho continente, ¿cómo podía seguir siendo inter-fértil con el neandertal? Y si, tanto los neandertales como los denisovaros y el Homo erectus podían cruzarse sin problemas con el Homo sapiens africano y ninguno de ellos había experimentado el famoso cuello de botella genético, ¿cómo se puede decir siquiera que hubo un cuello de botella real?
Por tanto, esta hipótesis del cuello de botella evolutivo, que supuestamente habría llevado al hombre primitivo al borde de la extinción y a una severa endogamia, no es de ningún modo factible. De manera que la homogeneidad genética que actualmente evidencia la especie humana constituye un problema teórico muy serio que aún no ha sido resuelto desde la perspectiva darwinista.
Sin embargo, desde la cosmovisión bíblica no existe ninguna dificultad con una población humana relativamente homogénea. La humanidad podría haber empezado perfectamente sólo con dos personas. Lo que ya de por sí era como un cuello de botella extremo pero benigno ya que duró solamente una generación y además, al no haber mutaciones perjudiciales acumuladas en los genomas que produjeran efectos negativos de consanguinidad, pudo dar lugar a un crecimiento explosivo de la población.
En resumen, la reducida diversidad genética del hombre constituye un gran problema para la teoría de la evolución ya que obliga a buscar historias constantemente que suelen ser revisadas y cambiadas de manera periódica. No obstante, esa misma evidencia genética humana es compatible con el relato bíblico y no necesita que imaginemos otros relatos inverosímiles.
1 http://ecob.scienceontheweb.net/genetica/HistoriaGenetica.html
2 Pons, J. 1976, “Los mecanismos genéticos en el hombre”, en Crusafont, M., Melendez, B. y Aguirre, E., La Evolución, BAC, Madrid, p. 846.
3 https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_cat%C3%A1strofe_de_Toba
4 Michael C. Campbell and Sarah A. Tishkoff, 2010, “The Evolution of Human Genetic and Phenotypic Variation in Africa”, Current Biology, 20, nº 4 (February 23, 2010): R166-R177.
5 Sanderson, K., 2007, Super-eruption: no problem?, Nature, 5 July 2007, doi:10.1038/news070702-15, News.
6 Richard E. Green, et al., 2010, “A Draft Sequence of the Neandertal Genome”, Science, 328, nº 5979 (May 2010): 710.722.
7 David Reich, et al., 2010, “Genetic History of an Archaic Hominid Group from Denisova Cave in Siberia”, Nature, 468 (December 22, 2010): 1053-1060.
8 Qiaomei Fu, et al., 2014, “Genome Sequence of a 45,000-year-old Modern Human from Western Siberia”, Nature, 514 (October 23, 2014): 445-450.
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