No hay nada que toque más mi corazón en medio de toda esta escena que la primera persona que vio a Jesús resucitado, María Magdalena.
Se cuenta la historia de un niño que soñaba con vestir la camiseta del equipo de fútbol de su colegio, pero al nacer, una de sus piernas se dañó, lo que era un gran impedimento para él; pero soñaba con jugar al futbol. Su padre hizo todo lo humanamente posible para que el equipo lo aceptara; y así fue; cada sábado, iba con su padre a jugar al fútbol, se ponía todo el equipo deportivo encima, y se sentaba en el banquillo. Así sábado tras sábado, pero nunca saltaba al campo. Él, a pesar de todo, no perdía la ilusión. Cierto día en el que el resultado ya estaba asegurado, y faltaban cinco minutos para terminar el partido, su entrenador lo hizo saltar al campo, era el niño más feliz del mundo ¿por qué?, no iba a poder correr al mismo nivel que los demás, a la hora de regatear, cualquiera le iba a superar, jamás iba a meter un gol; pero era el niño más feliz de la tierra, porque su padre le estaba mirando desde de la grada.
Hoy es Domingo de Resurrección, un día de victoria, un día glorioso, un día en el que el mundo cristiano; pero sobre todo cada hijo de Dios en particular, celebra el más maravilloso de los días, aquella mañana en que ya no sólo la cruz estaba vacía; sino que la tumba apareció también vacía.
Siempre me fascinó recordar y celebrar este glorioso día, y rememorar algunas cosas. Los discípulos tristes, encerrados, habiendo olvidado la promesa o con, no sé si es correcto decir que sin prácticamente ninguna fe. Estaban destrozados, aparentemente destruidos, todo parecía como una absoluta pesadilla, Pedro le había negado por tres veces, la tremenda escena de la Pasión vista de lejos….. Tentados a dejarse vencer por el desánimo, el dolor y el volver a las redes. Un Tomás que grita posteriormente de duda, unos discípulos que también posteriormente volverían a las redes. Todo esto me parece tan triste…. Pero soy mujer, y muy empecinada. No hay nada que toque más mi corazón en medio de toda esta escena, que la primera persona que vio de un modo que me sobrecoge a Jesús resucitado, María Magdalena.
Me encanta como recoge el relato bíblico el apóstol Juan:
“El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro…..”
Y todo sucede rápido, una cosa detrás de la otra…. Estaban demasiado derribados, pero no olvidaban la promesa del todo. María va a buscar a dos discípulos, vienen corriendo a ver que sucedía, la piedra estaba removida… Uno no entra, Simón sí lo hace y ve la evidencia, pero le vuelve a fallar la fe y regresan de nuevo más que derribados y confusos. Pero María Magdalena no hace lo mismo, se queda, ¡se queda! ¡No lo soporta, se queda y busca y pregunta!...
No puedo evitar que mis ojos se empapen en lágrimas en el momento del encuentro de Jesús y María Magdalena. Ella no lo puede reconocer, Su cuerpo estaba resucitado y glorificado…. Él la observa, se da cuenta de todo, y simplemente dice con Su voz de siempre, llena de Amor y ternura…. ¡María!...... Al instante, ella reconoce aquella voz amada, se gira sobre sus talones y responde… ¡Raboni!
¡Lo siento! Necesito tomar aire cuando recuerdo esto; simplemente lleva la voz de su Amado tan dentro de si misma, que con sólo escuchar su nombre en Su voz, le hace reaccionar al instante, y entiendo que quiso abrazarlo; porque Él le dice, “No me toques, porque todavía no he subido al Padre…” Pero me parece preciso lo que le dice a continuación…. “… Ve a decir a mis hermanos…” Esta mujer no vaciló, no se rindió, no se dio la vuelta, ¡lo amaba demasiado como para irse de vuelta! No sólo fue el primer testigo de la Resurrección; sino una preciosa mujer comisionada por Dios, le pese a quien le pese, y aquí grito, ¡GLORIA A DIOS! Fuerte, alto, y muy clarito.
Y en este día de victoria, vuelvo a la historia que os dejé al comienzo, algo que, aparentemente no tiene nada que ver con el Domingo de Resurrección. Pero llevo días entrelazando mis pensamientos en este sentido. Me encanta esa preciosa historia. Aquel niñito, tenía todas las papeletas perdidas. ¿De que le podría haber valido el entrar en el equipo, ir cada sábado con su traje puesto….? En una primera instancia, de absolutamente nada. Pero ni él ni su padre dejaban su empeño, su esperanza, su fe, ni su ilusión. Cuando ¡por fin! El sueño se hace realidad, y a pesar de que sabía que no iba a meter ningún gol, hizo lo que tenía que hacer, había un secreto…. SU PADRE LO ESTABA MIRANDO DESDE LA GRADA.
Todo esto hoy habla de un modo infinito a lo más profundo de mi alma. En primer y gran lugar, porque mi Cristo resucitó, y esa es la garantía de mi redención. Sé demasiado bien en quien he creído y a donde voy. En segundo lugar, me bendice de un modo que, tal vez nadie entienda, toda la escena de María Magdalena. Quiero ser como ella, estar tan unida a mi Señor, que pueda reconocer Su voz entre miles, esa dulzura es inconfundible para mi, y sólo puede venir de haber pasado mucho tiempo con Él. En último lugar, la historia del niño me infunde un valor y una esperanza increíbles, todo era como una especie de imposible, pero el chico miró hacia arriba, y con sólo saber que su padre lo estaba mirando desde la grada, continuó hasta el final.
Hoy, Domingo de Resurrección, te invito a gritar de júbilo conmigo…
“NO ESTÁ AQUÍ, PUES HA RESUCITADO….”
MT. 28: 6.
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