Will Graham se dirige al movimiento calvinista contemporáneo.
Queridos calvinistas,
Os saluda vuestro amigo Will Graham.
Antes que nada me da mucho gozo ver cómo las doctrinas de la gracia están experimentando una especie de avivamiento en nuestra amada península ibérica. Me lleno de alegría cuando me topo con cada vez más veinte y treintañeros entusiasmados por las gloriosas verdades que engendraron la Reforma protestante.
Si Juan de Valdés, Constantino Ponce de la Fuente y Juan Pérez de Pineda estuvieran entre nosotros, estarían bien pero bien animados.
Yo mismo estoy muy expectante al pensar en el precioso efecto santificador que estas verdades han de ejercer sobre la iglesia evangélica en España a lo largo de las próximas generaciones. ¡Pasión por el Evangelio! ¡Pasión por las Escrituras! ¡Pasión por Jesucristo! ¡Pasión por la gloria de Dios! ¡Pasión por iglesias fuertes! ¡Pasión por almas perdidas!
Así que quiero animaros a todos a seguir saturándoos de las Escrituras, a seguir clamando al Señor de día y de noche y a seguir peleando la buena batalla contra toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Cristo. ¡Adelante, soldados!
No obstante, no quiero limitarme a felicitaros por todo el bien que estáis haciendo. Me siento obligado a señalar algunos puntos débiles del movimiento neo-calvinista que se podrían mejorar.
No lo hago con el fin de haceros daño ni de menospreciaros sino de edificaros en la fe y de glorificar aun más el nombre de nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo. Total, lo hago por amor. Estoy convencido de que la nueva ola reformada podría ser mucho más eficaz si tomáis en cuenta las siguientes observaciones.
Aquí están. ¿Y cómo no? Cinco puntos…
1.- Los arminianos no son nuestros enemigos
Lo primero que quiero destacar es que los arminianos no son nuestros enemigos. Son hijos de Dios justificados por la fe en el Señor Jesucristo. Somos uno en el Evangelio.
Recalco esto porque en ciertos círculos percibo un gran desprecio hacia nuestros queridos hermanos no calvinistas. Me pregunto: ¿cómo pueden las doctrinas de la gracia producir orgullo o altivez en nuestro corazón? ¿Acaso no enseñan los cinco puntos que todo –absolutamente todo- es por la gracia del único Soberano? Por lo tanto, ¿por qué tanto desprecio y desdén? Si creemos en las doctrinas de la gracia, ¿no ha sido esto también un fruto de la gracia divina?
Evidentemente podemos debatir con las Escrituras en mano y con el corazón abierto; pero es injustificable que tachemos a los arminianos de “apostatas” o “incrédulos” o algo peor. Aman al Señor Jesús. Se deleitan en las Escrituras. Evangelizan con el celo del Espíritu.
Y muchas veces rechazan las doctrinas de la gracia porque creen de todo corazón que están defendiendo la honra del Señor. Así que, ¡tengamos compasión! ¡Seamos mansos! ¡Qué nuestra teología nos haga humildes! Esto no quiere decir que tengamos que negar nuestras convicciones; sin embargo, hay que defenderlas de una manera digna del Evangelio de Cristo.
¡Identifiquemos bien, pues, al verdadero adversario! El enemigo del calvinista no es el arminiano sino el teólogo liberal que pone en tela de juicio la plena autoridad, claridad, necesidad y suficiencia de las Escrituras o el pensador ecuménico que niega las cinco solas o cualquier otro filosofo religioso que denigra la gloria de Dios.
2.- La iglesia local importa
En segundo lugar, es necesario resaltar la importancia de la iglesia local. La gran tentación para el joven calvinista es la de dedicar todo su tiempo libre a su nueva página web o cuenta de Facebook reformada.
Está bien promover intereses teológicos online. ¡Desde luego que sí! Pero no nos olvidemos de que Dios nos llama a formar parte de una iglesia local.
Es la iglesia local donde se nos ministran la Palabra de Dios y las ordenanzas conforme a lo estipulado en las Escrituras. Es la iglesia local –con su ministerio pastoral- que ora y vela por nosotros.
Es la iglesia local que reconoce nuestros dones y talentos y nos asigna tareas ministeriales. Es la iglesia local donde demostramos nuestra fidelidad a la iglesia universal. Un creyente que no está anclado en una iglesia local está pecando contra Dios. ¡Aunque sea reconocido como un coco teológico online!
Hermanos y hermanas neo-calvinistas: ¿estáis comprometidos con una iglesia local? ¿Estáis orando por el pastor y los miembros de vuestra congregación (los casados, los solteros, los ancianos, los jóvenes, los niños, etc.)? ¿Estáis sirviendo en algún ministerio dentro de la iglesia? ¿Estáis ofreciéndoos a limpiar el local, a llevar a alguna abuelita a hacer las compras, a ayudar en lo que sea con el fin de que el pueblo de Dios sea edificado?
Como la historia ha enseñado una y otra vez: el verdadero calvinismo siempre produce pasión por la iglesia del Señor.
3.- Falta de amor
No quiero generalizar pero sí es cierto que algunos jóvenes neo-calvinistas me dan la sensación de que les falta una buena dosis de amor cristiano, esto es, el ponerse en los zapatos del otro, el ser paciente con la gente, el prestar atención.
Hace una década cuando el noveno capítulo de la carta a los romanos me devoró como un león rugiente, me entraron ganas de hablar con todo el mundo acerca de mis nuevas convicciones calvinistas.
Tristemente metí la pata en muchas ocasiones porque siempre quería dirigir la conversación en dirección a mi tema favorito, procurando convertir a la gente a los gloriosos cinco puntos.
Reconozco que me faltó mucha paciencia y debería haber aprendido a amar a mis hermanos, interesándome más por ellos en lugar de intentar ganarlos en un simple debate académico.
Ahora sé que hay un tiempo y un lugar para buenas charlas teológicas, sobre todo cuando hay interés y apertura por ambas partes. Pero lo que nos tiene que caracterizar en todo momento es el amor del Señor.
Es cierto que el conocimiento es muy importante en la economía de salvación y también es innegable que los creyentes más fuertes tienden a ser aquéllos que están inmersos en las Escrituras; pero como nos recordó Pablo de Tarso –el teólogo de teólogos- “el conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Corintios 8:1).
El conocimiento sin amor es puro envanecimiento, o sea, soberbia, presunción, engreimiento. Por lo tanto, es necesario combinar nuestro conocimiento bíblico-teológico con el amor de Cristo. Tanto el contenido de nuestra fe como la forma en que la expresamos importan.
Así que, hermanos y hermanas: ¿por qué leéis tanta literatura reformada, puritana, spurgeonista, pinkiana, lloydjonesista? ¿Por qué descargáis sermones piperianos, macarthuristas, washerianos, michelenistas? ¿Es para daros a conocer como grandes “todólogos”? ¿O lo hacéis porque de veras tenéis sed de Dios y anheláis ser santificados a través de la Palabra de Dios, creciendo de gloria en gloria, de amor en amor? ¡Amad a la gente! Es una clara señal de que la gracia de Dios está obrando en vosotros.
4.- La santidad personal
Más allá del asunto del amor por los demás está la santidad personal. Cuando atacamos a las personas y no sus ideas, estamos comportándonos como gente no regenerada.
Los profetas, Jesús, Pablo, los demás apóstoles y los reformadores protestantes hablaron públicamente en contra de determinados falsos maestros; pero lo hacían basándose en sus herejías. Tenían que cumplir con su tarea de atalaya, advirtiendo al pueblo de Dios. No levantar la voz hubiera sido una gran irresponsabilidad.
La aplicación para nosotros sería que no es correcto oponernos, por ejemplo, a Cash Luna ni a Guillermo Maldonado por el mero hecho de que no nos gusten o porque sean famosos.
Si vamos a hablar en contra de ellos, necesitamos estar bien fundamentados doctrinalmente y saber qué es lo que enseñan que no está de acuerdo con el Evangelio de Cristo. Atacar a las personas por atacarlas no es espiritual sino carnal y demoniaco.
Otro tema relacionado con la santidad sería nuestra espiritualidad personal. ¿Estamos orando como debemos? ¿Leemos la Palabra? ¿Meditamos en las Escrituras? ¿Nos congregamos todas las veces que podamos? La fe reformada siempre ha hecho hincapié en la santificación. ¿Acaso no nos ha escogido Dios con el fin de que seamos santos?
Y luego el tema más problemático de todos: la adicción al Internet. Conozco a hermanos y hermanas neo-calvinistas que están literalmente viciados. No pueden desconectarse. ¡Ni en el culto! Contestan mensajes a las siete de la mañana, las tres de la tarde, las diez de la noche, las dos de la madrugada y están todo el día subiendo fotos banales a las redes sociales.
Me pregunto: ¿cuánto tiempo estarán pasando con sus familias? ¿Cuánto tiempo dedican a las cosas del Señor? El Internet se ha convertido en el becerro de oro de nuestros días.
Consiguientemente, hermano o hermana, si estás pasando más tiempo con el i-Pad o con tu móvil que con tu cónyuge o tus niños o tu trabajo, algo va muy mal. ¡Arrepiéntete!
5.- ¡Ánimo!
El quinto punto es más bien una palabra de ánimo que una observación crítica. Aunque haya hermanos reformados que miran a los arminianos como si fueran sus enemigos, pasan de la iglesia local, no andan en amor y no se preocupan por la santidad personal, veo que la gran mayoría de los neo-calvinistas es gente apasionada por el Señor y la sana doctrina.
Casi todos mis amigos neo-calvinistas aman profundamente a los arminianos e incluso algunos se congregan en iglesias arminianas. Se está dando un fenómeno sociológico en las Américas donde miles de jóvenes convertidos en iglesias arminianas están enamorándose de las doctrinas de la gracia.
¿Cómo explicar esto? No lo sé pero allí están, sirviendo al Señor fielmente, sometiéndose a la autoridad pastoral, ayudando en lo que sea. Son un verdadero ejemplo a seguir.
Gracias al Señor, casi todos mis amigos neo-calvinistas están fuertemente implicados en la vida de la iglesia local. Casi todos mis amigos neo-calvinistas están repletos del amor de Dios y siembran la dulzura de Cristo dondequiera que vayan. Y casi todos mis amigos neo-calvinistas es gente santa, piadosa, santificada, espiritual.
Despedida
Ante esta feliz realidad, mi última palabra de hoy para todos vosotros, hermanos y hermanas, es ¡ánimo! ¡Adelante! Y no os preocupéis si os tachan de “calvinistas” de manera vergonzosa, ¡recordad que el amor del Señor es la mejor apologética! Los calvinistas no creemos en la infalibilidad de Calvino. ¡Calvino tampoco creía en su propia infalibilidad! ¡Menos mal!
Qué vuestra gloria sea el Dios del Evangelio y el Evangelio de Dios ahora y para siempre.
En Cristo,
Will Graham
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