Ningún avivamiento, ni ningún impulso sano en el desarrollo de la Iglesia de Cristo ha comenzado desde el poder.
En algunos círculos evangélicos se evidencia un notable triunfalismo con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Muchos califican este ascenso como un triunfo de la iglesia y como la antesala de un gran avivamiento. Craso error. Ningún avivamiento, ni ningún impulso sano en el desarrollo de la Iglesia de Cristo ha comenzado desde el poder.
Los grandes avivamientos, los impulsos transformadores que han impulsado a la iglesia han iniciado siempre desde el estudio y el sometimiento a las Sagradas Escrituras y sobre las rodillas de creyentes sinceros que con pasión cristiana han provocado la intervención de Dios en la vida de los pueblos.
Independientemente de la fachada evangélica que Trump le están dando a su gabinete, por la falta de valores en su discurso, por las cosas que dice se propone hacer, por su actitud desafiante, excluyente, por su intolerante perfil y su escasa vocación conciliatoria, entre otras señales poco auspiciosas, no sabemos hacia dónde nos conducirá este hombre que en pocos días ocupará la presidencia de la nación más poderosa del planeta.
Ni con Hillary ni con Trump, como iglesia, como evangélicos que somos, podemos caer en un relativismo, en un escapismo de conveniencia, en un juego religioso para darle matices al mal que lo haga más pasable, más soportable y menos repugnante conforme a nuestra apreciación.
Hillary no despertó ninguna expectativa triunfalista entre los evangélicos. Y no es extraño que así fuera. Trump desde un discurso inconsistente y muy deficiente en valores humanos, dijo que le devolverá a la iglesia evangélica la relevancia perdida. Estos y otros escarceos le han levantado el ego triunfalista a muchos evangélicos. Trump también evidenció otras formas obvias de desprecio a la vida. Es ese precisamente el juego en el que nosotros los evangélicos no podemos entrar. Cuando vamos a la escala de valores del Señor Jesús, Él nos dice que la vida de un ser humano es tan importante que una mala mirada Él la consideraba tan grave como la materialización de un homicidio.
Uno se puede formar la peor expectativa de cualquier político, y creo que es lo más apropiado. Lo que uno no debe creer es que, porque un político haya involucrado a evangélicos en su campaña y coloque a algunos en su gabinete, ya eso es suficiente para suponer que los valores del Reino son los que van a prevalecer.
No olvidemos que Jesús tuvo que responder en diversas ocasiones al juego de los falsos dilemas: “Si eres hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”. Se trataba de un falso dilema, porque ambas posibilidades estaban al alcance de Jesús. Él era el hijo de Dios y podía convertir la piedra en pan, pero ninguna de las dos posibilidades en esos momentos cumplía con su propósito supremo.
En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. (Lucas 13, 1-9).
Hay varios pasajes bíblicos más donde la gente quiso abordar a Jesús con este juego de los falsos dilemas, y Él respondió afirmando su misión, destacando los valores del Reino de Dios y señalando a las personas cual es el compromiso real que deben tener con sus vidas. Noten que en las ocasiones que Jesús inicia su consejo diciendo: “De cierto os digo…” está casi siempre afirmando los valores del Reino en respuesta a un falso dilema que alguien le planteó.
No acabo de entender por qué entre los evangélicos hay tantas expectativas triunfalistas con Donald Trump, quien tiene un discurso tan escaso de valores auténticos. Creo, y es una percepción muy particular, que detrás de Trump se agazapa un gran rollo espiritual, tan grande y espantoso que hará que la iglesia evangélica no se cree expectativas con ciertos esperpentos que están surgiendo y definitivamente ponga su mirada en Jesús que es el paradigma perfecto, el único a quien podemos seguir, sin temor a que nos va a fallar.
Los cristianos no estamos llamado a escoger entre el aborto y el racismo; entre la homosexualidad y la fornicación. Ese no es el juego. Tomar partido, entre lo malo y lo malo, no entra en la escala de valores del Señor. Ambas, Hillary o Trump, eran opciones malas. Se trata de un mal de la cultura nuestra, entonces la iglesia tiene que dar otras respuestas, sin caer en el juego a que nos invita esta ruleta de la maldad.
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