El sistema católico se abre hasta el punto de integrar el nuevo talante, el nuevo énfasis, el nuevo movimiento, asegurándose de que no perjudique su estabilidad pero que sirva para su expansión.
Jerárquica. Institucional. Sacramental. Tradicional. Este conjunto de indicadores define la esencia de la Iglesia Católico Romana como una organización permanente, conservadora y religiosa de arriba hacia abajo.
No obstante, éste es únicamente un lado de la moneda. Roma es también una morada para movimientos y grupos que expresan un punto de vista sociológico diferente. Especialmente después del Concilio Vaticano Segundo, una gran cantidad de nuevas formas de comunidad han florecido en el mundo católico: por ejemplo, el Movimiento de Renovación Carismática, el Movimiento de los Focolares, el Camino Neocatecumenal, Comunión y Liberación, Cursillos de Cristiandad, sólo por nombrar algunos de los grupos católicos más conocidos que involucran a millones de personas alrededor del mundo.
Hoy en día, estos movimientos atraen a un creciente número de gente que se convierte en el medio por el cual la Iglesia Católico Romana, particularmente en Occidente, contrarresta la disminución. Mientras el modelo tradicional de parroquia anda cojeando, estos movimientos generalmente progresan. Sirviendo a la aportación de “misioneros” alentada por el Papa Francisco, pueden atraer a personas nuevas o comprometer otra vez a los católicos desconectados.
La relación entre estos dos componentes de la Iglesia Católica no ha sido siempre fácil. La dimensión territorial de la iglesia jerárquica, centrada en la autoridad del obispo, ha encontrado difícil llegar a acuerdos con la energía carismática de los movimientos, más inclinados a seguir a sus propios líderes laicos que a los obispos locales. Los modelos bien establecidos del primero se han enfrentado a veces con las formas innovadoras de los últimos. La lejanía practicante de muchos católicos nominales parece ser muy diferente de la intensidad ofrecida por estos movimientos. Hubo muchas tensiones hasta el punto de socavar la unidad de la Iglesia Romana.
Iuvenescit Ecclesia (Iglesia Rejuvenecida)
Después de años de una gradual y progresiva integración de los movimientos citados en la estructura institucional y sacramental de la Iglesia Romana, no es sorprendente hallar que la Congregación para la Doctrina de la Fe (la más alta voz autoritativa vaticana en materia de doctrina) emitió recientemente un documento abordando este tema (15 Mayo 2016).
Iuvenescit Ecclesia (la Iglesia se rejuvenece) es un detallado estudio de como los dones carismáticos y jerárquicos necesitan armonizar en la vida de la Iglesia. El punto importante es demostrar la obligación y la compatibilidad de ambos. Según este documento, la iglesia es jerárquica en su naturaleza. Es en y a través de la jerarquía que la Iglesia es también sacramental, es decir, la iglesia dispensa la gracia de Dios mediante los sacramentos, siendo la Eucaristía el más importante, y vive su peculiar forma de comunión, o sea, la iglesia es cum Petro (con Pedro, con el Papa) y sub Petro (bajo Pedro, bajo el Papa).
Citando al Vaticano II pero sin apoyarlo bíblicamente, la Congregación Vaticana argumenta que “el mismo Jesucristo quiso que hubiera dones jerárquicos con el fin de asegurar la presencia continua de su única mediación salvadora”. Lo que esto significa es que la mediación de Cristo se hace presente en la estructura jerárquica de la Iglesia Romana.
Al tiempo que reafirma la absoluta necesidad de la naturaleza jerárquica de la Iglesia Católico Romana, el documento también habla de la “co-esencialidad” al introducir los dones carismáticos. Tanto las dimensiones jerárquicas como las carismáticas son esenciales para que la iglesia sea tal como debe ser. Aplicando este punto teológico a la cuestión en juego el documento arguye que los movimientos eclesiales actuales son las expresiones legítimas de la dimensión carismática de la iglesia. Estas son manifestaciones corporativas de la vitalidad interna de la Iglesia jerárquica. La única manera de asegurar la “conexión armónica” es servir a la estructura sacramental y jerárquica de la iglesia centrada en el Papa y los obispos. Si este punto es preservado, los movimientos tienen la libertad de existir dentro de la Iglesia Católico Romana.
Tanto unos como otros se necesitan
Siguiendo el Vaticano II, los documentos aplican el proceso de integración que ha caracterizado a la teología y la práctica católico romana desde sus comienzos. El sistema se abre hasta el punto de integrar el nuevo talante, el nuevo énfasis, el nuevo movimiento, asegurándose de que no perjudique su estabilidad pero que sirva para su expansión. Cada movimiento capta una nueva forma de espiritualidad, un énfasis devocional específico, una forma distinta de vivir la fe católico romana, y lo inserta en la más amplia síntesis mantenida unida por la Iglesia jerárquica. La estabilidad de la institución se corresponde con el dinamismo de los movimientos eclesiales. La estructura vertical y jerárquica de la primera se contrarresta por la envergadura horizontal de los últimos. La asimilación de estos movimientos es el último ejemplo de la catolicidad de Roma expandiendo su plataforma sin renovar su núcleo.
La agitación actual de la actividad dentro de los movimientos católico romanos no indica, en sí misma, que haya alguna esperanza para una reforma bíblica dentro de la Iglesia Católico Romana en un sentido evangélico. Sólo será así si estos movimientos hacen cambios en los elementos estructurales que subyacen en la naturaleza del catolicismo romano, no expandiéndolos más sino purificándolos a la luz de la Palabra de Dios, y así puedan tener una función reformadora verdadera según el Evangelio.
En el guion de hoy en día, estos movimientos, aunque interesantes, parecen promover más el proyecto de integración católico romano que la reforma bíblica. Como este documento deja claro, estos movimientos están destinados a rejuvenecer Roma, no a reformarla bíblicamente.
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