Estela de nardos y amigo de pecadores

“Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”  (Martin Luther King)

Jamás podré olvidar la primera vez en la que mi madre me regaló una preciosa vara de nardo. Yo era una niña y, simplemente entró en mi cuarto, me la entregó con mucho cariño y luego se fue a buscar una especie de violetero. Lo llenó de agua, y la colocó con mucho amor en mi mesita de noche.

Yo quedé absolutamente extasiada, encantada, embriagada por aquella belleza y aquel delicioso perfume, que durante muchos días llenó del maravilloso aroma toda la casa.

Siempre me encantaron los perfumes y la preciosa estela que va dejando una persona cuidadosa consigo misma, que sabe llevar sobre si con sutileza un delicioso perfume.

Me parece muy especial el aroma del nardo, y os asombraríais si os dijera la cantidad de marcas de perfume de calidad que lo llevan incorporado. ¿Sábíais que el segundo perfume de Marilyn Monroe, “Francos”, estaba impregnado en olor a nardos?

Podría citaros montones de perfumes que llevan incorporados en su esencia el delicioso olor del nardo… Casi todos los de Dior, en especial “Poison” , Chloé”, “Fragil”, de Jean Paul Gaultier, “Truth or Dare”, de Madonna……..

La planta del nardo es originaria de Indias, centro y sur de México, y es extremadamente aromática. Es bulbosa, perenne, con un tallo floral simple, que presenta en el extremo una preciosa inflorescencia. Su tamaño puede llegar a un metro de altura, y aparece como una grácil y preciosa espiga. La gran mayoría de las veces es blanca y necesita de mucha luz para crecer y sobrevivir.

Se dice que los perfumistas, la aman y la temen, es muy delicado trabajar con ese único perfume intenso a la vez que atrapante, voluptuoso y hasta embriagador. Es muy difícil de trabajar y no pasarse a ningún extremo.

El Evangelio nos narra en diferentes ocasiones, lo que ocurrió en una cena, una cena en la que estaba Jesús, sus discípulos, Martha, Lázaro, y algunos amigos del anfitrión, Simón el Fariseo, que era leproso.

Simón no era creyente, pero como muchos de los de su calaña, intentaban saber, conocer, ver, y lograr pillar a Jesús en algo, para poder hacer con Él, de todo y más; así que una noche, se celebró una cena muy especial en casa de Simón.

Todo muy bien aderezado, los comensales en el suelo conforme a la costumbre judía, y….. Todo parecía ir tranquilamente, hasta que apareció una mujer, una mujer en la que los estudiosos no se ponen de acuerdo quien podría ser.

Unos dicen que podría ser María de Betania, otros que María Magdalena, otros que una mujer adinerada, esposa de un publicano. Nadie se pone de acuerdo. Lo único que nos dice la Biblia, es que era una mujer pecadora, seguramente una prostituta. Lo mas probable es que ya no pudiera más con su pecado y su condición. Su alma estaba demasiado cansada y no veía solución para su vida, cuando escuchó hablar del Rabí de Galilea.

Entiendo que tuvo que echarle mucho coraje. Pero también creo que cuando algo nos puede demasiado, sacamos fuerzas de donde se encuentren en nuestro interior y somos capaces de hacer lo imposible.

Aquella mujer, fuese quien fuese. Tomó un frasco de precioso alabastro que estaba lleno de puro y precioso perfume de nardo en una cantidad grande.

El alabastro en si, es precioso y de mucho valor, es delicado y translúcido, generalmente de un color blanquecino. Dicen los entendidos, que ese tipo de frascos, solían tener un cuello muy alto, y que el único modo de hacer salir el perfume, era quebrarlo.

Cuando aquella mujer toma su valioso frasco, lo quiebra y lo derrama sobre Jesús, está demostrando multitud de cosas. Su orgullo y altivez, se caen y derriten absolutamente ante la persona de Jesús. Todo lo que aquello costaba, sólo podía significar lo que amaba, anhelaba y deseada ser perdonada por Él.

Y el hecho de derramarse ella misma junto con su perfume, empapando en lágrimas y nardo los pies del Maestro, simplemente era un acto de contrición, de deseo de ser perdonada, cambiar de vida y un anhelo muy ferviente de comprensión y perdón.

Y aquí entran en juego todos los invitados a la cena. Algunos hablaban y mostraban su incomodidad con la situación, haciendo notar lo que se estaba perdiendo allí con la cantidad de pobres que existían. Otros, simplemente cavilaban en sus pensamientos. Pero Jesús los podía escuchar en el silencio de sus mentes.

Me encanta como encara al “maravilloso Simón” ¡Fariseo él!...

Pero vamos a ver Simón, me has invitado a cenar a tu casa, y ni has tenido la delicadeza de darme agua, ni de lavar mis manos y mis pies… Esta pobre mujer, me lo ha dado todo y no para de llorar arrepentida. Estás muy equivocado en unos cuantos conceptos Simón…. A esta mujer, sus pecados le son perdonados, tal como la historia de los dos deudores.

Simón era demasiado inteligente para entender, el resto de los comensales, también podían comprender. Los ojos de Amor y perdón, taladraron el corazón de aquella mujer con el alma cansada y arrepentida, y entre unas cosas y otras se terminó la cena y la noche. Pero hay una frase del Evangelio que me llena el alma… “Y la casa se llenó del olor del perfume”

Y aquí vuelvo a aquel lejano nardo que me regaló mi mamá, el perfume que llenó toda la casa durante días, los perfumes de nardo y los perfumistas……..

Pero algo mucho más grande para mi, Aquel de quien decían que era…”….. Amigo de publicanos y pecadores…”, Puso en su sitio a Simón, a los discípulos y a todo aquel que se le pusiera por delante, sin tener ni idea ni razón. Pero permitió que aquella pobre mujer derramara su perfume, sus lágrimas, quebrara su alabastro y derramara sus lágrimas y ella misma sobre el que sería de aquel momento en adelante su Señor.

Cuando recuerdo esta preciosa escena del Evangelio, y miro la actualidad que nos toca vivir, veo muchas actitudes, pensamientos y tratos parecidos. Pero, del mismo modo, el que es el mismo ayer, hoy y por los siglos, sigue derrochando comprensión, perdón y Amor infinito hacia todo aquel que le busca de corazón y con sinceridad.

No sé en que lugar te sientes ubicado tú; pero si sé en que lugar me gustaría estar a mi.

Si fuera la mujer, quebraría mi alabastro y derramaría mi perfume y a mi misma ante los pies de mi amado Maestro. Si me encontrase ante mi a alguien como aquella mujer, quisiera ser y actuar tal y como lo hizo mi Jesús. Quiero entender, comprender, mirar a los ojos y perdonar

En los últimos tiempos hay dos frases que no me salen de la cabeza

“Anduvo haciendo bienes”

“Quiero andar como él anduvo”