Los historiadores consideran que Mackay es el primer profesor de ecumenismo, y que lo enfocó como una disciplina dentro de la Teología.
Cuando muchos declarados ‘ecumenistas’ aún no habían nacido John A. Mackay comenzaba a dar cátedra sobre el tema. Sus enseñanzas anticiparon lo que hoy suele vivirse con más pasión que reflexión.
Es algo común que algunos temas conciten más atención que otros. También que distintos autores coincidan en publicar artículos que versan sobre la misma temática y generan gran variedad de comentarios de los lectores. En este contexto, conviene recordar que un diálogo enriquecedor se produce cuando los interlocutores comparten un interés común, gozan de una sólida formación, y se expresan tanto con coherencia lingüística como con claridad conceptual.
Quizás por la inercia que produce el ‘tren del ecumenismo’ a su paso lo abordo hoy con un artículo sobre John Mackay (1). Mucho se ha publicado ya en P+D sobre este escocés de cuna, misionero, ‘teólogo del camino’ (no ‘del balcón’), y autor influyente en todo el mundo íbero americano. Además, Mackay forma parte de esa pléyade de notables escritores que ayudaron a mi formación durante mi juventud (2).
Estoy plenamente convencido de que su profética visión del tema, y su fundamentado enfoque de lo que luego dio en llamarse ‘ecumenismo’ serán de enorme ayuda para los lectores.
‘Ecumenics’ (foto) fue escrito a mediados del siglo XX (3) como ‘la ciencia de la iglesia universal’. Los historiadores consideran que Mackay es el primer profesor de ecumenismo, y que lo enfocó como una disciplina dentro de la Teología. Así, Mackay no solo sirvió a su generación, sino que anticipó lo que hoy nos ocupa a unos cuantos.
Dados los dramáticos cambios operados en el mundo después de él, y esta tendencia a globalizarlo todo bajo un solo vocablo, parece apropiado reflexionar en las definiciones que sobre ‘ecumenicidad’, ‘ecuménico’ y ‘ecumenismo’ nos brindara el que fuera admirador de Don Miguel de Unamuno.
El único objetivo de este artículo, entonces, es contribuir a una mejor comprensión del tema tal como fuera concebido por uno de sus preclaros mentores.
De esta manera se podrán valorar mejor las diferentes opiniones que circulan en la actualidad, lamentable es decirlo, muchas veces con poca información o bastante confusión.
He recurrido a la revista ‘Vida y Pensamiento’ (4) que es semestralmente editada por la Universidad Bíblica Latinoamericana, UBL, institución de educación e investigación bíblica, teológica y pastoral de carácter ecuménico, que da continuidad a las labores educativas iniciadas por el Seminario Bíblico Latinoamericano desde 1923. Dice allí Karla Ann Koll (5):
Mackay fue invitado a disertar sobre la situación religiosa en América Latina en Jerusalén en 1928. Allí, el trabajo misionero protestante en América Latina recibió el reconocimiento oficial del Consejo Misionero Internacional (CMI). En aquel momento afirmó que el problema básico que confrontaba el trabajo misionero en América Latina era la secularización. Mackay resumió su visión así:
“Nuestra tarea como cristianos evangélicos ha sido dar significado y pertenencia a las más elementales realidades cristianas, la Biblia, Cristo, la vida cristiana y la conducta.” (6)
La iglesia no aparece en la lista.
Según su propio testimonio, Mackay había pasado por un periodo en el que sentía cierta desesperación respecto de la iglesia. Había escrito sobre la posibilidad de ser un “cristiano ecuménico”, es decir, un fiel seguidor de Jesucristo sin pertenecer a ninguna iglesia particular (7).
Pero, en algún momento, nació en él un anhelo de ver a la iglesia convertirse en su existencia histórica en un instrumento dinámico de la voluntad de Dios en el mundo (8).
Así que intentó fundar una nueva ciencia teológica: ecumenics o la ‘ciencia de lo ecuménico’, a fin de orientar a las iglesias que ya se encontraban en las fronteras de la Oikoumene (9).
Esta ciencia estudiaría “todo lo que concierne a la naturaleza, funciones, relaciones y estrategia de la Iglesia universal cuando se concibe como una comunidad misionera mundial”. (10)
Mackay estableció la cátedra de ecumenics en el Seminario Teológico de Princeton en 1937, la cual ocupó hasta su jubilación en 1959. Después Richard Shaull y Luis Rivera Pagan, entre otros, ocuparon esta cátedra.
Mackay distinguió esta nueva ciencia de la eclesiología, que intenta entender teológicamente a la Iglesia. En cambio, la tarea de ecumenics es formular “una estrategia para la confrontación de la Iglesia con el mundo.” (11) Tiene una mirada prospectiva, hacia adelante, es decir, enfocada en acción militante de la Iglesia en el presente dando forma al futuro (12). Su visión para esta nueva ciencia no era simplemente pragmática, sino respondía a una búsqueda de lograr una unidad espiritual en la Iglesia para la misión de Cristo (13).
Mackay notó que la iglesia existe como una realidad empírica verificable en varios niveles: a) una estructura física donde los cristianos y las cristianas se reúnen, b) la congregación local, c) una tradición religiosa, y d) una jerarquía eclesiástica. No obstante, le interesaba en mayor grado la Iglesia como una realidad espiritual, mundial en su dimensión: la Iglesia Universal. Por primera vez en la historia, la iglesia había llegado a ser geográficamente universal.
Los cristianos y las cristianas de su tiempo conformaban “la más grande, la más diversa, y la más extendida fraternidad religiosa que jamás se haya visto en la historia.” (14) Esta expansión era el resultado del movimiento misionero. En muchos lugares los misioneros y las misioneras se habían identificado con la cultura local, mientras que en otros habían actuado como agentes de poderes políticos, imponiendo una cultura y una religión (15). Pero la Iglesia, en cualquiera de sus expresiones, sería universal sólo en la medida que fuera una comunidad misionera, no teniendo como su fin ella misma, sino buscando servir a los propósitos de Dios en el mundo (16).
Entonces para Mackay, la iglesia es la comunidad de las personas que tienen a Jesucristo como su Señor. Su imagen favorita para la iglesia es la koinonia en el camino:
“Sólo como una comunidad móvil y dinámica, una koinonia en marcha en cada país y en cada cultura, podría la iglesia cristiana alcanzar su destino y cumplir la misión que Dios le ha dado. Sólo así llegaría a ser verdaderamente ecuménica.” (17) Todos los niveles de la iglesia empírica deben vivir en este dinamismo.
Mackay identificó cuatro funciones para la iglesia que anda en el camino. La primera función tiene que ver con la adoración, es decir, la respuesta que debemos dar a Dios como seres humanos por el amor que hemos recibido. Este misionero presbiteriano se había quedado muy impresionado con las iglesias pentecostales en Chile, que reunían a personas marginadas, formando iglesias en las cuales la experiencia de la adoración jugaba un papel central (18). La segunda es profética y significa ver la vida entera de los seres humanos a la luz de Dios. Por tanto, la iglesia debe asumir lo que él llamaba una “centralidad dinámica”.
Esto no es quedarse en el centro del camino, en una postura de neutralidad, mirando ni para la derecha ni para la izquierda, sino mantener a Jesucristo en el centro de la fe. El evangelio mismo moverá a las personas que lo toman en serio hacia las fronteras, hacia las orillas del camino (19). También la iglesia cumple una función redentora porque es mediadora del amor de Dios en el mundo. Debe comunicar las buenas nuevas en su proclamación y en su vida en las fronteras. No es suficiente enviar a misioneras y/o misioneros con tareas específicas, sino que la iglesia debe ser misionera en toda su existencia (20).
La cuarta función que identifica Mackay es la que más nos interesa en esta ponencia. Me refiero a la función unificadora. Señaló cuatro aspectos o marcas de esta función.
Como primer distintivo, insistió en que la búsqueda de unidad debe ser parte de cada congregación, denominación y tradición cristiana: el amor de Cristo lo requiere.
En segundo lugar, la unidad únicamente se puede lograr en misión. En la actividad misionera de la iglesia cada miembro debe descubrir su lugar y su papel como parte del propósito de Dios y como parte de la iglesia.
Asimismo dijo que la iglesia debe ser como Dios, reflejando la comunidad de la Trinidad como modelo para su propia vida.
Como último aspecto, Mackay afirmó que la diversidad no es el resultado del pecado, sino parte del plan eterno de Dios (21). Hizo referencia a lo que hoy llamaríamos diversidad como la disposición de abrazar la variedad de maneras en que hombres y mujeres de diferentes razas y en distintas situaciones políticas viven su fe en Jesucristo.
Cada tradición cristiana manifiesta su propia manera de entender la unidad. Estas distintas visiones pueden ser complementarias, excepto en el caso de exigir una unidad orgánica en una sola institución, como insistía la Iglesia Católica Romana.
Al hablar de las diversas familias de iglesias cristianas, hizo mención especial del pentecostalismo y se refirió a éste como “el redescubrimiento del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en la vida de los cristianos y las cristianas.” Mackay calificó a este fenómeno como “la primavera de Dios” (22).
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Si el Señor lo permite, en el próximo artículo continuaremos compartiendo sobre ‘ecumenismo’ enfocándonos en la visión precursora del Dr. John A. Mackay.
Notas
Ilustraciones: el logo de Oikumene es tomado de http://www.iee-es.org
1. John Alexander Mackay (1889 – 1983). El apellido ‘Mackay’ significa ‘antorcha encendida’. Este fiel servidor de Jesucristo demostró en su larga y fructífera vida lo que significa ser ‘luz del mundo’ (Mateo 5:14). Ver más en este link: https://es.wikipedia.org/wiki/John_A._Mackay
2. Esta serie ‘El Pensamiento Cristiano’ fue iniciada el 09/01/16 y lleva - con ésta - 29 artículos sobre 20 autores.
3. Su libro ‘Ecumenics: The Science of the Church Universal’ (traducido libremente como ‘Ecumenicidad: la ciencia de la iglesia universal’).
4. Pensamiento y Vida, Volumen 30, No. 2, segundo semestre 2010: ‘Juan A. Mackay: un teólogo del camino’; ISSN 1019-6366. Editorial SEBILA Universidad Bíblica Latinoamericana, UBL Apdo 901-1000, San José, Costa Rica, Copyright © 2010; E-mail: [email protected]; www.ubila.net La revista presenta aportes en las áreas afines al quehacer institucional, en diálogo con los desafíos de la realidad contemporánea.
5. Karla Ann Koll, es profesora adjunta de la UBL, asignada al Centro Evangélico de Estudios Pastorales en Centroamérica (CEDEPCA) en Guatemala. De su capítulo ‘Iglesia y Misión’, páginas 107 a 127.
06. J. A. Mackay, Las Iglesias, pg.12.
07. J. A. Mackay, ‘Ecumenics….’, pg. 27.
08. Ibíd., 5-6.
09. Oikoumene, ecúmene, viene del griego οἰκουμένη: ‘tierra habitada’. Es oportuno aclarar que durante el período helenístico, hacía referencia a la parte de la Tierra que estaba habitada, ya fuera por toda la humanidad o sólo por un subconjunto de ésta. Con frecuencia se refería a las tierras habitadas por los griegos, excluyendo aquellas que estaban ocupadas por los bárbaros. En la koiné del Imperio romano y el Nuevo Testamento, ecúmene significa literalmente mundo; sin embargo, por lo general se entendía que hacía referencia al mundo romano. Los bizantinos utilizaban ecúmene para referirse al Imperio bizantino. El concepto subyace al título de Patriarca ecuménico que se le da al Patriarca de Constantinopla, así como al proceso del ecumenismo (de allí: ‘concilio ecuménico’).En el Nuevo Testamento aparece referido al mundo futuro: “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando” (Hebreos 2:5).
10. Ibíd., viii.
11. Ibíd., 29.
12. Ibíd., 30.
13. Ibíd., 27.
14. Ibíd., 49.
15. Ibíd., 50.
16. Ibíd., 44.
17. Ibíd., 92.
18. Ibíd., 110.
19. Ibíd., 159.
20. Ibíd., 162-166.
21. Ibíd., 190.
22. Ibíd., 198.
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