Lo escuché hace un montón de tiempo de los labios de un viejo amigo, era una leyenda verdadera ocurrida en su ciudad natal.
Lo escuché hace un montón de tiempo de los labios de un viejo amigo, era una leyenda verdadera ocurrida en su ciudad natal; pero aquella historia se quedó dentro de algún rincón de mi alma hasta que en el entierro de la que fue esposa de D. Venancio Blanco, de quien os hablaré al final, alguien muy querido y recordado por muchos, hombre y nombre referente de la historia del Evangelio en la ciudad de Ourense… Justo al entrar al célebre cementerio de San Francisco, que guarda entre sus paredes las tumbas de personajes como Vicente Risco, Otero Pedrayo, Campo Amor… Bajo un sol radiante y como una especie de visión ¡Zas! Me topé con aquella tumba, casi no pude verla bien en aquel momento, pero no pude evitar mirarla de reojo. Era tal cual me la habían descrito, muy antigua y sólo ponía ¡¡POBRE ASUNCIÓN!! Viernes Santo del 91.
De cuando en cuando volvía a mi mente aquella tumba y aquella leyenda de la que casi no conocía nada por más que preguntaba, hasta que hoy me puse a ello, y descubrí una historia agridulce entre verdad y leyenda, con tintes románticos que me dispongo a contaros.
Parece ser que Asunción González, una costurera de 20 años y de una belleza arrebatadora que hacía que los hombres se volvieran locos con sólo mirarla, iba del brazo de su prometido Juan Xesta, quien llegaría a ser alguien muy estudiado y bien conocido en la ciudad. Era el Viernes Santo de 1891 en la preciosa Plaza Mayor de Ourense cuando ¡De repente! Sonó un disparo certero que acabó con la vida de la pobre Asunción a sus 20 años, al cabo de una hora.
Aquel fatídico pero premeditado disparo, lo efectuó un pretendiente despechado, Juan González. Dicen que las últimas palabras que pronunció Asunción fueron “Quiero que envejezca y muera en la cárcel”.
El prometido que quedó sin su amada, hizo que construyeran esa tumba en forma de libro con las palabras que escribí anteriormente, también hizo plantar un hermoso ciprés, y allí, en ese precioso rincón, también hay un viejo banco de madera desvencijado. Todo eso convierte aquel lugar en algo muy especial.
En medio de un cementerio y de una terrible historia que conmocionó a una ciudad por generaciones, existe un lugar lleno de misterio y amor que no se acabó con la muerte… Y cada año, por las mismas fechas, aparece un hermoso ramo de flores sobre esa tumba.
Cuenta la leyenda que en las noches de luna llena, Asunción vaga por las calles de aquel lugar, intentando encontrar a aquel amor que le fue arrebatado bruscamente y para siempre.
Os preguntaréis a donde quiero llegar con todo esto. Simplemente recordar lo que se catalogó como la primera muerte por violencia de género en España y en un precioso lugar de mi tierra; recordar como desde siempre han ocurrido y seguirán existiendo estas cosas. ¿El origen? Génesis capítulo 3, cuando surge el pecado en el mundo, un pecado que primero causa una ruptura con Dios, otra con nosotros mismos, sigue con una ruptura hacia los demás y termina con una ruptura en toda la Creación. Pero una ruptura que Cristo vino a restaurar, no sólo muriendo en la Cruz del Calvario; sino resucitando al tercer día, y que en un futuro no lejano, será una completa y perfecta liberación y restauración. No más llanto, ni muerte, ni dolor, ni violencia de ningún tipo.
Me ha encantado poder contaros la preciosa, a la vez que triste, historia de amor y….. En cuanto a lo de las noches de luna llena……. Permitidme la bella licencia, ¡Por favor!
Antes de terminar, y ya que he hecho referencia a D. Venancio Blanco, dejadme que escriba unas cuantas palabras acerca de un hombre precioso de Dios que muchos recordamos con inmenso cariño; aunque en mi caso, sólo recuerdo a un hombre ya mayor, ya mayor….. Pero inolvidable. Conozco a algunas personas de la edad de mis padres, que se refieren a él y a su esposa como sus segundos padres.
Desde aquí, mi más profundo reconocimiento para tan maravillosas personas de Dios qué han dejado una huella profunda del Amor Divino.
D. Venancio Blanco (1907-1986) fue uno de los pioneros de la Obra evangélica en la ciudad de Ourense durante la etapa de la postguerra y del nacional-catolicismo. Conoció el evangelio en la Argentina, retornando a España en 1935 con el objetivo de compartirlo a sus compatriotas. Su vocación evangelística desarrollada a la par que su profesión por la capital y los pueblos de los alrededores, fue esencial en el establecimiento de las iglesias de las Asambleas de Hermanos en Ourense e Infesta. Ambas congregaciones tuvieron su inicio y desarrollo en una sala que construyó en su hogar a tal efecto. Allí se celebraron los cultos desde 1940 hasta 1947, en que a causa del crecimiento, fue necesario alquilar un local para albergar las actividades de la iglesia en la Avenida de Portugal. Continuó colaborando con ambas iglesias hasta su fallecimiento en 1986, orientado al evangelismo y al trabajo con los jóvenes, muchos de los cuales fueron pilares de diversas iglesias.
“Oí una voz en el cielo que me decía, Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” Apc. 14: 13.
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