Veo mucho pecado no reconocido en la iglesia. Y en aquellos que juzgan a los homosexuales también.
Toda generalización peca de injusta. A ver como salgo de ésta…
Voy a empezar refiriendo el artículo “Homosexualidad: pinceladas” publicado recientemente en PD por Alex Sampedro. No voy a repetir algunas reflexiones que comparto y que él ya ha expresado con sumo acierto.
Empiezo
Viajo. Conozco a gente de numerosas iglesias evangélicas. Bautistas, menonitas, de hermanos, pentecostales… de todos los colores y sabores. Conversamos y a menudo escucho comentarios sobre los homosexuales (en ocasiones sin venir a cuento) Algunas veces pretenden ser bromas o chistes. Otras son afirmaciones contundentes sobre lo inaceptable del pecado de la homosexualidad o tajantes afirmaciones de la reprobación de Dios ante “tales actos”. Palabras que son la punta del iceberg, la expresión evidente de corazones faltos de amor y gracia con un colectivo que ha sufrido y sufre bastante.
¿Qué hay de las corruptas conversaciones y los comentarios ofensivos hacia los homosexuales, de la falta de amor y comprensión, de la soberbia que cree conocer a Dios y lo que Dios piensa más y mejor que el resto de seres humanos? ¿Y qué pasa con nuestros propios pecados, los que sean… la mentira, las disputas, el orgullo, la envidia? ¿Son mejores? ¿Son de otra clase? ¿No ofendemos a Dios nosotros?
Siento tanta vergüenza….
Si mi identidad como evangélico dependiera de nuestro testimonio, sinceramente, me desapunto. Veo mucho pecado no reconocido en la iglesia. Y en aquellos que juzgan a los homosexuales también. Y veo tanta bajeza en mi mente y en mi corazón. No estoy a la altura, eso me ha quedado claro en los últimos 20 años conociendo a Jesús y viviendo de su gracia como un drogadicto dependiente.
Mi esperanza es la progresiva restauración que Dios lleva a cabo en mí (por cierto, milagrosa) Por eso, por la esperanza que mantengo en Dios y su poder para cambiar pecadores, tampoco condeno a los cristianos homófobos que escucho y que tengo la tentación de rechazar. Tengo esperanza de que Dios los libere de su falta de amor. Por eso también tengo esperanza en la iglesia… a pesar de todo. A pesar de nosotros. A pesar de mí. Afortunadamente, la identidad de un creyente y de la iglesia misma depende de Dios.
¿Y qué hay de los argumentos que venimos escuchando y leyendo últimamente en favor de la homosexualidad, describiéndola como algo bueno, como una opción del corazón de Dios para el ser humano?
#argumento1
Son así. Ellos son así. Chimpún.
Nos indican que no debemos decirles que algo que está en la misma esencia de su identidad está mal porque les dañamos y ponemos una presión inhumana sobre ellos. Gracias a Dios, Él me ha hecho entender que algo en la misma esencia de mi identidad como ser humano necesita ser restaurado. No hablo sólo de mi sexualidad heterosexual desorientada y destructiva. Mi sexualidad no es peor que el resto de mí. Hablo de todo mi ser completo. Es mucha presión, sí. Cada día lucho con mi naturaleza destructiva. En ocasiones desespera tanta dificultad. Mi pensamiento, mis sentimientos, mi cosmovisión, mi forma de relacionarme, mis intenciones y, por supuesto, también mi sexualidad necesitan ser restauradas por Dios.
Por su gracia, no somos más lo que dictan nuestros impulsos, pensamientos o emociones. Somos lo que Dios está haciendo de nosotros y podemos elegir si Él gobierna nuestra vida o si la gobernamos nosotros.
#argumento2
También nos dicen que hemos interpretado mal todos los textos que hablan de homosexualidad (que cierto es, son pocos) Vaya… ¡qué mala pata! Cientos de años y hasta la actualidad malinterpretando las Escrituras.
¡Que las palabras originales del griego nunca significaron eso y las categorías sociales y sexuales eran distintas en las épocas en las que se escribieron los textos! ¡Nada que ver con nuestros conceptos modernos! La homosexualidad no es un invento actual y no todos los textos bíblicos que hablan de ello se refieren a violadores, homosexuales polígamos (en lugar de aquellos fieles homosexuales monógamos que expresan la unión que Dios desea, según afirman algunos) actos puntuales y degenerados entre adultos y menores, etc. A este argumento se suma el siguiente…
#argumento3
El canon dentro del canon, cultura y progreso. Permitimos que nuestras mujeres vayan sin velo y otras muchas consideraciones que hemos aceptado como culturales, no normativas… Y los textos sobre la homosexualidad son también culturales. No expresan la voluntad de Dios, ni son norma, moralidad o su pensamiento, sino que hay que discernir su sentido contextualizado que ya no aplica en nuestra cultura de hoy.
En fin, no voy a decir que el pensamiento tradicional de la iglesia es correcto 100%, o que esté de acuerdo con todo lo que se suele interpretar en estos textos. Discrepo en algunas cosas (especialmente en actitudes y posicionamientos dogmáticos) Tampoco voy a decir que sea sencillo entender bien la Palabra. Es harto complejo y debemos ser más prudentes y sabios. Sin embargo, veo una actitud dogmática similar en aquellos que postulan estas nuevas interpretaciones “aperturistas” o “inclusivas” que en los dogmáticos “tradicionales” y “ortodoxos” que tanto critican como retrógrados e intolerantes. ¿Ahora sí que hemos dado con la verdadera interpretación y este nuevo pensamiento teológico sí que expresa el verdadero pensamiento de Dios? Si una cosa me preocupa del empuje teológico a favor de la homosexualidad es su vertiente dogmática y poco tolerante con los pensamientos distintos al suyo. Algunos se están convirtiendo en lo que tanto rechazan.
Hay muchos otros argumentos (algunos puede que incluso sean mejores) pero esto es un artículo, no un ensayo teológico. Cabe decir que muchos contra-argumentos de aquellos que defienden la homosexualidad tienden a citar a los peores o más dogmáticos pensadores evangélicos. Es decir, no atienden a exégetas y teólogos reputados que postulan la posición tradicional de la iglesia sino que exponen el pensamiento radicalizado de personas “representativas” (¿según el criterio de quién?) que suelen avergonzarnos con su falta de amor y gracia.
Sinceramente, para decir que la homosexualidad es algo deseado por Dios debemos dar la espalda a la biología, a la historia de la iglesia, a la hermenéutica bíblica, al único concepto de matrimonio expresado en la Biblia y recogido por Jesús en los evangelios, a textos bíblicos varios y/o a la autoridad de la Biblia como la Palabra de Dios…
Igual de sinceramente digo que para tratar a los homosexuales como se los viene tratando en la iglesia hasta nuestros días hay que dar la espalda al evangelio de la gracia, al ejemplo de amor de Jesús, a la misericordia, la gentileza y la amabilidad, a la bienvenida del Reino de Dios en la tierra, a la voluntad de Dios de restaurar a cada ser humano…
Quiero acabar expresando dos preocupaciones personales:
La primera es que la iglesia no ame. Menos categorizar, menos juzgar al pecador, menos actitudes dogmáticas y más amor, gracia, verdad y misericordia. Amor también para los que piensan diferente. No son el enemigo, no pretenden hacer daño, son personas que Dios ama y que pueden estar o no equivocadas pero que no dejan por ello de ser el objeto del amor de Dios (si en verdad hemos entendido el evangelio de Jesús)
La segunda es que la iglesia no hable la verdad (en amor) Me duele ver qué poca capacidad tenemos en España para el diálogo y la reflexión, especialmente en el seno de la iglesia. Como si Dios se asustara de nuestras ideas o no fuera capaz de lidiar con nosotros. Como si su Palabra hubiera perdido la autoridad. Ella permanecerá.
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