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Protestante Digital

 
Evangelio vs Doctrina de hombres (XV)
 

¡Queremos justicia! Pero, ¿cuál?

La libertad es incompleta si no va acompañada de igualdad y fraternidad. Alguien es libre de verdad si ve a su prójimo como co-igual, a la luz de la justicia y del amor que crea, sostiene y redime la vida.

AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet 18 DE ENERO DE 2015 08:25 h
Movilización de cristianos pidiendo a Dios justicia y paz para la ciudad de Veracruz, México.

La defensa de la libertad de prensa ha sido incentivada por los recientes atentados criminales en el vecino país galo. En tan solo poco más de una semana los multimedios no dejaron de informar en sus principales titulares detalles tenebrosos del accionar de los asesinos, las secuelas en las víctimas y las adhesiones de la sociedad en general. La atención se enfocó en este tema y una enorme cantidad de noticias importantes fueron relegadas a un segundo o tercer plano, si no postergadas.



La gente común –me incluyo- en general no es indiferente a las noticias de atentados criminales. Pero, por al caso ‘Charlie Hebdo’ todo lo típico pertenece ya al pasado. ‘Je suis Charlie’ ya es una marca registrada. Y la revista vendió en un par de horas 3 millones de ejemplares, tras el atentado criminal.



Que los criminales hayan matado a editores de una revista en nombre de una religión es lo que marca la gran diferencia. Ese fue el detonante que puso a todo el mundo en condición de opinar. P+D abrió esa posibilidad a sus numerosos lectores con notas periodísticas, entrevistas y editoriales; no siendo una excepción también yo opiné. Modestamente, opino que entre los que fueron fotografiados en solidaridad con Francia, los franceses y las víctimas del atentado están los que soslayan igual actitud en casos en los que mueren seres humanos por causa de la libertad, y que ‘no venden’ como noticia.



Lo real es que no existe la verdadera libertad en estado exclusivo, aislada de la igualdad entre los humanos que es hija de la justicia y de la fraternidad que resulta del genuino amor al prójimo.



Es que la República nacida en Francia tiene esta base: ‘Libertad, Igualdad, Fraternidad’. Inseparables.



 



HAMBRE Y SED DE JUSTICIA



Veremos cuánto tiene que ver lo arriba expresado con la conclusión de esta nota iniciada la semana pasada sobre la cuarta bienaventuranza, seguiremos citando al doctor Martyn Lloyd Jones en su exposición sobre el Sermón del Monte.



Para apreciar las Bienaventuranzas dijimos ya que es necesario aceptar que el mundo en el que vivimos está bajo el dominio del pecado y de Satanás; que estamos bajo el dominio de una influencia maligna en la que se vive “conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.”2 Es imprescindible ver que ‘el príncipe de este mundo’ 3 intenta seguir cegando a los hijos e hijas de Dios que anhelan verse libres de los ataques del diablo.



La persona descrita en las bienaventuranzas desea alejarse de este poder que la arrastra a pesar suyo; esa ‘ley en (sus) miembros’ de la que Pablo habla en Romanos 4. En suma, que desea verse libre del poder, tiranía y esclavitud del pecado descritos en las Escrituras; esa tendencia a seguir disfrutando el placer de seguir haciendo aquello que se sabe es malo.



La persona que tiene hambre y sed de justicia es la que desea verse libre de ese deseo de pecado, no sólo en lo externo, sino también en lo interno. En otras palabras, anhela la liberación de lo que se puede llamar la contaminación del pecado.



Textualmente, dice Jones:



Tener hambre y sed de justicia no es sino desear ser positivamente santo. No se me ocurre una mejor definición que ésta. El que tiene hambre y sed de justicia es el que desea vivir las Bienaventuranzas en su vida diaria. Es el que desea mostrar los frutos del Espíritu en todas sus acciones, en toda su vida y actividades. Tener hambre y sed de justicia es ansiar ser como el hombre nuevo en Cristo Jesús. Esto significa que todo mi ser y toda mi vida serán así. Más aún. Significa que el deseo supremo que uno tiene en la vida es conocer al Padre y vivir en intimidad con El, andar con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.”5



Los que tienen hambre y sed de justicia pueden afirmar con el apóstol Juan:



Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.’ (…) ‘Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.’ 6



El que tiene hambre y sed de justicia anhela y desea ser como el Señor Jesucristo: encarnado mientras estuvo en la tierra; en obediencia a la ley santa de Dios; tratando al prójimo con amabilidad, compasión y sensibilidad; reaccionando a los enemigos con entereza y valor; soportando toda maldad en su contra sin caer en la blasfemia.



Jesús enseña en el NT sobre el nuevo nacimiento. Deberíamos llamar ‘cristiana’ a toda persona que haya nacido de nuevo; porque el nacido de nuevo está hecho a imagen y semejanza de Jesucristo. Lamentablemente no todos los llamados ‘cristianos’ viven a imagen y semejanza del Hijo de Dios.



El verdadero cristiano es el individuo cuyo deseo supremo es ser como Cristo. Esto es lo que significa ‘justicia’. Por lo tanto, ‘tener hambre y sed de justicia’ de ninguna manera refiere a una justicia que podamos alcanzar por nuestros propios medios o esfuerzos.



La idea mundana de justicia es antropomórfica, está centrada en el hombre mismo y lleva al orgullo del fariseo, o al de una nación frente a otras por considerarse mejor y superior. El apóstol Pablo enumera las falacias que el pecador y el sistema mundano entienden por ‘justicia’ y que él llama ‘pérdida’.7



En absoluto contraste al concepto mundano, tener hambre y sed de justicia significa tener conciencia profunda de nuestra apremiante gran necesidad. No quiere decir un sentimiento o deseo pasajero, sino de dolor que sólo termina cuando es satisfecho; tal como ocurre con el tener hambre y sed naturales; o con esa ansiedad de llegar a ser alguien, tener una formación académica, una profesión, un cargo social de buen nivel, una posición económica desahogada y sólida. La mayoría de la gente que tiene planes y proyectos conoce bien de ese anhelo que crece, hace sufrir y hasta agonizar si no se satisface.



Pensemos en los enamorados que desean estar con la persona amada. El amor es fiel expresión de tener hambre y sed pues el anhelo principal del que ama es estar con el objeto de su amor. Ningún enamorado está tranquilo hasta estar junto al ser que ama.



El profeta Oseas denuncia a la nación de Israel porque siempre, después de arrepentirse volvía a pecar. La justicia de Israel, dice, es ‘como nube de la mañana’ (que pronto pasa). Porque amar es conocer, el correcto camino que recomienda el profeta es ‘conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová.’ 8



El salmista ha sintetizado esto a la perfección en una frase clásica:



Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.”9 Tener hambre y sed de Él, esto es todo.



 



SER SACIADOS CON JUSTICIA



En la fase final de su discurso, el doctor Jones dice de la cuarta bienaventuranza:



Todo el evangelio se encierra en ella. Ahí entra el evangelio de la Gracia; es todo el don de Dios. Nunca se hallará la justicia ni la bienaventuranza aparte de Él. Para conseguirla, sólo se necesita reconocer la necesidad que se tiene de Él, nada más. Cuando reconocemos esta necesidad, esta hambre profunda, esta muerte que hay en nosotros, entonces Dios nos llena, nos concede este don bendito.”



El Señor Jesús afirma: “El que a mí viene nunca tendrá hambre.”10



Esta es una promesa absoluta, de modo que si verdaderamente tenemos hambre y sed de justicia seremos saciados. No cabe duda ninguna. Asegurémonos de no tener hambre y sed de bienaventuranza, sino hambre y sed de justicia, anhelar ser como Cristo; solo entonces conseguiremos eso y seremos bienaventurados.



¿Cómo sucede este ‘ser saciados’? Lo glorioso del Evangelio es su inmediatez, gracias a Dios. Si lo deseamos de verdad, Cristo y su justicia nos justifican y la barrera del pecado y de la culpa entre Dios y nosotros desaparece en el acto. Si realmente creemos en el Señor Jesucristo, que en la cruz del Calvario murió por nosotros y por nuestros pecados, que hemos sido perdonados; no tenemos por qué pedir perdón. Dios ya nos ve en la justicia de Cristo, no ve más nuestro pecado. Dejamos de estar bajo la ley, pasamos a estar bajo la gracia; hemos sido llenados con la justicia de Cristo en todo este asunto de la situación frente a Dios y de nuestra justificación.



¡Verdad maravillosa y sorprendente no predicada en las falsas doctrinas de los hombres!



El cristiano, por tanto, debería ser siempre alguien que sabe que sus pecados son perdonados. Debería dejar de buscarlo, recordar que ya lo posee, que ha sido justificado en Cristo libremente por la gracia de Dios, y que el Padre lo ve como justo. Gracias a Dios porque lo haya hecho un suceso inmediato.



Sin embargo, el proceso de ser saciados no concluye allí; por el contrario, continúa. El Espíritu Santo, afirman las Escrituras, comienza dentro de nosotros la obra de liberarnos del poder del pecado y de la contaminación de pecado. Es parte de la justicia tener hambre y sed de esta liberación del poder y de la contaminación.



Si no nos detenemos en la primera fase, obtendremos una vida de liberación real del contexto que nos oprime y de compromiso efectivo para sumarnos al Plan de Redención. Es así porque sólo el Espíritu Santo puede producir en nosotros ‘así el querer como el hacer, por su buena voluntad.’11



La presencia de Cristo ‘en nosotros’, viviendo dentro nuestro, nos libera cada vez más del poder del pecado y de su contaminación. Podremos más que vencer sobre estas cosas oscuras que nos asaltan, de modo que no sólo conseguimos esta respuesta y bendición de inmediato, sino que sigue actuando mientras andamos con Dios, con Cristo y con el Espíritu Santo que vive en nosotros. Podremos resistir a los ataques de Satanás, el cual huirá de nosotros; y durante todo el tiempo la obra de vernos libres de la contaminación proseguirá dentro de nosotros. Esto es ser saciados de justicia.



Finaliza el expositor bíblico diciendo:



Desde luego que esta promesa se cumple en toda su perfección y absolutamente en la eternidad. Llegará un día en que todos los que están en Cristo y le pertenecen se presentarán ante Dios sin falta, sin reproche, sin arruga. Todas las manchas habrán desaparecido. Un hombre nuevo y perfecto en un cuerpo perfecto. Incluso este cuerpo de humillación será transformado y glorificado y será como el cuerpo glorificado de Cristo. Estaremos en la presencia de Dios, absolutamente perfectos de cuerpo, alma y espíritu, el hombre todo lleno de una justicia perfecta, completa y total que habremos recibido del Señor Jesucristo.”



La paradoja del Evangelio, según Pablo, es que sabemos que no lo hemos alcanzado ya, ni que seamos perfectos; y sin embargo se dirige a los creyentes: ‘así que, todos los que somos perfectos.’ 12



No hay aquí contradicción alguna. M.L. Jones describe este hecho con verdadera fascinación:



El genuino cristiano es perfecto, y sin embargo ha de llegar a ser perfecto. ‘Por él,’ dice Pablo escribiendo a los Corintios, ‘estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.’ 13 En este momento soy perfecto en Cristo, y con todo me perfecciono. ‘No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo... prosigo a la meta.’ 14 Sí, se dirige a cristianos, a quienes ya son perfectos en este asunto de entender en cuanto al camino de la justicia y justificación.



Con todo, su exhortación a los mismos en un sentido es, ‘sigamos pues hacia la perfección.’



Esta es la bendición de la vida cristiana: nunca se detiene, sigue adelante, como describe John Bunyan en ‘El progreso del peregrino’: alcanza un cierto nivel en la santificación, pero no se detiene allí para descansar el resto del viaje. Sigue cambiando de gloria en gloria hasta llegar al puesto que nos corresponde en el cielo.



De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia’ 15; perfecto, pero todavía no perfecto; con hambre y sed, pero saciado y satisfecho, y deseando más, sin tener nunca bastante porque es tan glorioso y maravilloso; si bien plenamente satisfechos por Él y con todo con un deseo supremo de “conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.”16



Preguntémonos: ¿Hemos sido saciados? ¿Somos bienaventurados en este sentido? ¿Seguimos teniendo hambre y sed? La respuesta la tenemos, simple y contundente:



'Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.'



 



-----ooooo0ooooo-----



 



01. Ilustración: Movilización de cristianos pidiendo a Dios justicia y paz para la ciudad de Veracruz, México. No todas las agresiones son seguidas de marchas multitudinarias; solo algunas reciben gran cobertura mediática, según los intereses inconfesos de los poderosos que dicen defender la libertad de informar.



http://quintopodersur.com/ahi-te-hablan-carrillo-almeida/



02. Efesios 2:2.



03. Juan 14:30.



04. Romanos 7:23.



05. Obra que se cita ya en la primera parte de este artículo (del 11 de enero) al que es remitido el lector. El autor recuerda que escribe (incluso con negritas) parafraseando la prédica del doctor Martyn Lloyd Jones, cuyas frases van en bastardilla.



06. 1ª Juan 1:3,5.



07. Filipenses 3:7, 8.



08. Oseas 6:3, 4.



09. Salmo 42:1.



10. Juan 6:35.



11. Filipenses 2:13.



12. Ibíd. 3:15.



13. 1ª Corintios 1:30.



14. Filipenses 3:14.



15. Juan 1:16.



16. Filipenses 3:10.



Recuérdese qué es lo que Dios espera de nosotros “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.” Miqueas 6:8; porque en la cruz del Calvario: “La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.” Salmo 85:10.


 

 


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