Según Dawkins, si Jesús viviera en nuestro tiempo, sería alguien muy, pero que muy parecido... al mismo Richard Dawkins.
En la polémica obra El espejismo de Dios, su autor, Richard Dawkins, manifiesta lo siguiente: “No puede negarse que, desde un punto de vista moral, Jesús es una gran mejora con respecto al ogro cruel del Antiguo Testamento. (…) Su ‘poner la otra mejilla’ se anticipó a Gandhi y a Martin Luther King en dos mil años. No en balde escribí un artículo llamado ‘Ateos por Jesús’ (y más tarde me obsequiaron con una camiseta con este lema estampado)”1.
Hay que reconocer que el análisis que hace Dawkins sobre Jesús y el Nuevo Testamento resulta más benevolente que el dedicado al Dios y la moralidad del Antiguo Testamento. Sin embargo, deforma por completo su mensaje y especula acerca de cómo pensaría hoy el gran maestro de Galilea. Jesús habría sido, en su opinión, uno de los mayores innovadores éticos de la historia pero nada más. Al fin y al cabo, creía en Dios sencillamente porque no tenía otra opción ya que en su tiempo no había ateos. Todo el mundo aceptaba como algo obvio la existencia de las divinidades, tanto en el politeísmo como en el monoteísmo. Por tanto, Jesús no tenía más alternativa que ser teísta. Pero si hubiera vivido hoy probablemente no lo sería y militaría entre los “Ateos por Jesús”2.
Dawkins cree que lo más significativo del rabino galileo no es que creyera en el Dios de sus compatriotas judíos sino, más bien todo lo contrario, que supo oponerse con firmeza a él. Jesús se convirtió así en un radical subversivo, no por amotinarse contra el legalismo y la hipocresía de los religiosos hebreos sino, sobre todo, por rebelarse contra el Dios cruel del Antiguo Testamento. Por eso lo clavaron en una cruz. Si viviera hoy y comprobara lo que hacen los cristianos en su nombre, desde la Iglesia Católica hasta las diferentes denominaciones protestantes, pasando por la Derecha Religiosa Fundamentalista, con toda seguridad se colocaría la camiseta del ateísmo. Aunque es probable que su humildad le condujera a darle la vuelta al eslogan y escribir: “Jesús por los ateos”. De manera que, el Jesús contemporáneo superaría el obscurantismo religioso y sobrenaturalista, abrazando la ciencia y la realidad de la selección natural ciega como creadora de todo lo que existe. En pocas palabras, ¡el Jesús de hoy sería alguien muy, pero que muy parecido, al propio Richard Dawkins!
Dejando aparte las personas y criticando sólo las ideas, me viene a la mente una cuestión curiosa. ¿De dónde sacó Jesús su elevada ética? Para Dawkins está claro que no pudo ser del Antiguo Testamento ni del Dios que allí se manifiesta. ¿Fue quizás de la selección natural? Dawkins reconoce que tampoco, pues la evolución de las especies es un proceso profundamente malvado que fomenta el egoísmo, la violencia, la indiferencia al sufrimiento y la avaricia. Esta selección natural jamás podría generar la sublime ética que se desprende de las palabras y el comportamiento de Jesús. Desde el punto de vista del darwinismo radical, la insuperable bondad del Maestro, así como la de sus fieles seguidores, sería algo estúpido y carente de sentido. ¿Cómo es entonces que Dawkins abriga la esperanza de que dicha ética se difunda en la sociedad?
El popular biólogo ateo ha arremetido durante toda su vida contra judíos y cristianos acusándoles de tomar del Antiguo Testamento sólo aquello que les parece bueno y rechazar lo negativo o inmoral. Sin embargo, resulta que él hace lo mismo. Se dedica a escoger de la evolución -que en su caso equivaldría al Antiguo Testamento- aquellos pasajes que considera moralmente recomendables y a desechar los que resultan molestos. Elige el altruismo, la generosidad y la compasión pero descarta el egoísmo, la violencia o la ley del más fuerte. Se le puede acusar, por tanto, de hacer exactamente lo mismo que él critica en los creyentes. Hay, además, otro problema más serio. Los rasgos bondadosos que él deriva del darwinismo no tienen por qué ser más “morales” que aquellos otros rasgos negativos que, a pesar de todo, contribuyen a la supervivencia de las especies. ¿Por qué escoger unos y no otros? ¿Cómo es posible alcanzar una ética elevada a partir de tal mezcolanza evolutiva de rasgos?
El problema de las explicaciones darwinistas del origen del altruismo es siempre el mismo. Se concentran en el grupo, la tribu, la etnia o la especie. Si la generosidad de los individuos aumenta la supervivencia del grupo, entonces se considera positiva para la especie. Pero, ¿qué pasa con los otros grupos?, porque con frecuencia lo que resulta bueno para una especie es malo para las demás. Se llega así de nuevo a las críticas de Dawkins contra el comportamiento de los hebreos en el Antiguo Testamento. Las guerras de Israel, las limpiezas étnicas y la xenofobia, que él señala, ¿no podrían interpretarse también como el comportamiento natural de la evolución? Desde tal perspectiva, el pueblo elegido habría actuado como cabría esperar: altruismo dentro del grupo y egoísmo hacia los extranjeros. Luego, las quejas de Dawkins contra la moralidad de los judíos serían infundadas. Si él está en lo cierto, no es la religión quien tiene la culpa sino la evolución. Pero esto cuestiona y pone en entredicho sus ataques contra la religión. Quejarse de que las religiones son la principal causa de los conflictos entre los grupos humanos no es más que lamentarse de que, en realidad, son darwinianas. Es posible que las distintas religiosidades sean causa de enfrentamientos pero, desde luego, la razón principal de los mismos serían los mecanismos normales de la evolución. Y, de ser así, no se pueden considerar ni mejores ni peores que las luchas que ocurren en todas las demás especies de la naturaleza.
Si concebimos el mundo desde la perspectiva evolucionista y atea, como hace Dawkins, surge otro problema. Según el darwinismo, el comportamiento altruista del ser humano va dirigido sólo al propio grupo genético o racial. ¿Por qué, pues, hay personas que se comportan de forma altruista no sólo con su familia o su etnia, sino con todo el mundo? ¿es que se han vuelto locos? ¡Es como si un ruiseñor se pusiera a alimentar a los polluelos de todas las especies de pájaros del bosque, en vez de criar sólo a los suyos propios! ¿Qué sentido tiene el altruismo dirigido a todo el género humano? ¿Cómo puede la evolución del gen egoísta y amoral favorecer un comportamiento así? Desde los mecanismos evolutivos, sería normal aquello que por desgracia hemos podido ver durante toda la historia humana, y con mayor intensidad en los siglos XX y XXI, es decir, la guerra entre clanes enfrentados, el derramamiento de sangre de los rivales, las luchas de pueblos vecinos que se odian, etc. Pero, que una persona o una familia abandone su tierra para dedicar su existencia a ayudar a otros con los que no tienen casi nada en común, a presentarles el Evangelio, a curarles las enfermedades arriesgando la propia vida, construirles viviendas, potabilizar el agua que beben sin esperar nada a cambio, etc., es algo que no puede explicarse desde los “científicos” principios del darwinismo materialista.
Los paralelismos entre los razonamientos de Dawkins y los de muchos creyentes bíblicos, a quienes tanto critica él, son evidentes y contribuyen a descalificar los argumentos del biólogo ateo. En las dos visiones de la realidad, se asume que la naturaleza no es lo que debería ser y que de alguna manera está “caída”. El “gen egoísta” que se transmite de generación en generación equivaldría al pecado original en el que creen tantos cristianos. El Antiguo Testamento, como primera parte de la revelación de la Biblia, tendría su contrapartida evolucionista en El origen de las especies y El origen del hombre de Darwin. Ambas creencias anhelarían una purificación sobrenatural de sus contenidos: la transformación del Viejo Pacto de la Ley en el Nuevo Pacto de la gracia, en el caso bíblico; y el logro de una elevada ética universal por encima de la selección natural darwiniana, en la visión materialista. ¡Incluso el propio Jesús sería reivindicado, tanto por el cristianismo como por el movimiento de los ateos que le imprimieron la camiseta a Dawkins!
No obstante, si dejamos de lado estos curiosos parecidos, que bien pudieran ser anecdóticos, ¿hay realmente algo más sólido entre la moralidad laica a la que aspira Dawkins y aquella que se desprende del Evangelio de Cristo? ¿Es el espíritu moral de los tiempos, que pregonan los “Ateos por Jesús” para el futuro de la humanidad, igual que la ética del Nuevo Testamento? ¿Existe un lugar moral común entre Dawkins y el cristianismo? Yo creo que no. Intentaré explicarme en el próximo artículo.
1 Dawkins, R., 2011, El espejismo de Dios, ePUB, p. 223.
2http://www.rationalresponders.com/atheists_for_jesus_a_richard_dawkins_essay
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