Su verdadero nombre era Elisabeth Pomeroy, aunque todos los que la conocimos en España lo hicimos con el nombre de Dña. Isabel Davis, esposa de D. Jorge Davis, siervos del Señor preciosos como he conocido a pocos.
Elisabeth nació a principios del siglo pasado en Nigeria, en lo más profundo del continente africano hija de misioneros ingleses.
Jamás podré olvidar su precioso rostro, era una autentica porcelana inglesa!!.....su piel parecía de nácar, sus labios tenían un rouge absolutamente natural increíblemente hermoso y sus ojos en azul grisáceo, eran los más bonitos que he visto en mi vida.
Tenía la suavidad y la dulzura de una bellísima inglesa; pero al mismo tiempo tenía el carácter de una niña criada en África.
Sus padres eran misioneros muy reconocidos en la preciosa Nigeria y cuando su madre enviudó, volvió al continente africano donde sirvió fielmente al Señor hasta el final de su existencia en esta tierra. Eran tan queridos y respetados en las regiones donde dejaron su vida, su servicio al Maestro, erradicando tremendas tradiciones y oscurantismos y llevando el evangelio a lo más profundo de un país en tinieblas, que cuando aquella bendita mujer se fue con el Señor, llegaron a hacer una estatua en su memoria.
Cuando yo conocí a D. Jorge Davis y a su esposa, que es realmente de quien quiero hablar, supongo que tenían alrededor de cincuenta años; aunque, la verdad, me pierdo con las fechas, no recuerdo bien.. pero al ser yo una niña…realmente ellos fueron los que me vieron nacer a mi…siempre los veía como muy mayores.
Cuando me retrotraigo a mi más profunda infancia, en mi amada iglesia de Ares, los recuerdo en aquella vieja y preciosa escuela bíblica plagada de niños y jóvenes y mientras mis piernecitas ni llegaban al suelo, cada domingo a las tres y media de la tarde, mientras él tomaba su amarillenta e inolvidable libretita con coritos escritos a mano, ella…mi amada Dña. Isabel, tocaba uno de aquellos órganos de fuelle con pedales que sus piernas y pies empujaban con fuerza…..Dios mío!!....qué recuerdos diluidos pero imborrables en el tiempo!... “En la Roca eterna yo edificaré, la arena movediza nunca escogeré, las lluvias sí vendrán y el feroz temblor (aquí los niños golpeábamos con fuerza el suelo…), mi vida está fundada sobre el Salvador”. Esos y muchos otros coritos con “carne” nos hacían aprender de memoria……canciones con contenido, eran Palabra de Dios, verdades bíblicas que quedarían prendidas por siempre dentro de mi alma y que fueron forjando mi vida de un modo increíble en las profundidades de mi Señor.
Jamás podré entender a ese tipo de creyentes que cuando les preguntas por su testimonio para una entrevista de radio o cualquier otra cosa contestan…yo no tengo nada especial que contar!....soy creyente de generaciones, siempre anduve en los caminos del Señor, jamás me extravié de la senda recta…perdón??...creo que si yo empiezo no paro!!..
No puedo hablar de mi relación con mi Señor sin referirme primero a mis padres y luego a esa maravillosa mujer, una mujer sin aparente ministerio público. La recuerdo con su mantilla de encaje negro, su modo de vestir al más puro estilo victoriano, llevando el apellido de su marido en donde el suyo propio quedaría diluido para siempre. Pero ella –aunque muchísimos la quisieron opacar- no lo consiguieron, no!!!!.....y para mi sigue brillando con luz propia como la más rutilante estrella del firmamento, hasta el día en que el Señor me lleve y la pueda volver a abrazar.
La recuerdo con su Biblia en su mano siempre, ella era la que escribía las tarjetitas cuando alguien se bautizaba….. Cuando yo me bauticé, sé que ella eligió el versículo para mi y aquel texto de la Palabra de Dios fue regado con lágrimas y mucha oración. El versículo??....”Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”….sólo el Señor sabía cuantas veces recurriría a ese precioso texto a lo largo de mi vida.
Hay algo precioso que muy poca gente sabe, Dña. Isabel, Elisabeth, conservaba como oro en paño, una tarjeta de invitación de la realeza, amarilla por el paso de los años, envejecida y añeja, pero increíblemente bella. Era una invitación del Príncipe de Inglaterra que, cuando ella era una jovencita, pasó por Nigeria, colonia británica en aquellos años. Elisabeth era la única súbdita inglesa en aquella región de África en aquel entonces y –aunque sus convicciones no le permitieron asistir a aquel maravilloso baile del Príncipe- conservaba con un inmenso sano orgullo y cariño, como una auténtica reliquia, aquella preciosa invitación.
Cuando hoy hablamos del don de discernimiento y algunos lo cuestionan o lo restringen a círculos carismáticos y todavía peor… piensan que en en una mujer… va a ser que no… mi amada Dña. Isabel, tenía ese don entre muchísimos otros.
Yo era una jovencita normal, como cualquier otra; pero el Señor hizo que ella fijara sus ojos en mi. Yo no entendía absolutamente nada en aquel entonces, pero ella puso su mirada y su corazón sobre mí y me llenaba de preciosos libros, el más especial….uno que he leído cientos de veces y que marcará mi vida para siempre: “Mary Slessor, la reina blanca del Calabar”. Me traía estudios y estudios bíblicos….uno tras otro…uno tras otro!!…me “obligaba” a trabajarlos y ella me los corregía. Aquella maravillosa mujer me enseñó, me ayudó, me puso a predicar por primera vez cuando yo tenía dieciséis años, me preguntaba los días de mis exámenes seculares y yo sabía que sus rodillas estaban dobladas por mi en el momento exacto.
Estaría escribiendo horas y horas sobre aquella preciosa mujer de Dios que se dejó la piel en el servicio del Maestro.
Cuando su esposo murió yo estaba para casarme y no pudo tener la ceremonia mi querido D. Jorge… la tuvo en su lugar un amado hermano hoy en la presencia del Señor también.
Dña. Isabel permaneció solita en nuestro país hasta que era muy anciana.
Recuerdo una ocasión cuando nosotros ya estábamos erradicados por completo en la iglesia de La Coruña y la invité a predicar a una reunión de mujeres. Vino sola en autobús desde Ferrol, no quiso que la lleváramos en coche y no aceptó ningún donativo, decía que tenía suficiente y no quería hacer gasto a la Obra, quitar a otros que necesitasen más….me impresionó!!...
Jamás en toda mi vida he conocido a una mujer igual, Dios le dio una belleza exterior inigualable;, pero su belleza interior la superaba.
No levantaba la voz en público, ni muchas otras cosas que serían impensables para una mujer del siglo XXI , pero su ejemplo de vida y ministerio han marcado y traspasado mi alma. Nunca podré olvidarla, jamás podré agradecer al Señor todo su cariño, su ayuda y puedo decirle con buen conocimiento de causa a aquella jovencita de preciosos ojos grises que rehusó ir al baile del príncipe, que rehusó la comodidad de su Inglaterra natal o la preciosa frondosidad de la Nigeria en donde se crió, que rehusó una ofrenda de amor que sé que necesitaba en su ancianidad:
Mi querida Elisabeth, mi amada Dña. Isabel, hoy quiero regalarte las preciosas palabras que sé que el esposo al que amabas te dedicó en su momento….
“MUCHAS MUJERES HICIERON EL BIEN, MÁS TÚ SOBREPASAS A TODAS”. Prv 31.
Mil gracias querida mía, en el amor de nuestro Dios!!
Beatriz.
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