Más que un teólogo fue un pastor. Menno Simons no se propuso nunca escribir algo parecido a una teología sistemática. Nunca estuvo entre sus intereses. El principal motivo de su ministerio fue instruir y acompañar a las comunidades anabautistas perseguidas. Él mismo debió hacerse tiempo para escribir en condiciones sumamente adversas, a sabiendas de que el emperador Carlos V le había puesto precio a su cabeza.
Este breve apunte lo provoca una invitación. Resulta que el rector de la Comunidad Teológica de México imparte en la institución un curso sobre Teologías de la Reforma. Sabiendo él que me identifico con la que George Williams llamó Reforma radical, particularmente en su vertiente anabautistas pacífica, pacifista y pacificadora; me ha invitado a compartir con sus estudiantes sobre la teología de Menno Simons.
Como sacerdote católico Menno Simons (1496-1561) tuvo una importante educación intelectual en el monasterio de Pingjum. De los veinte a los veintiocho años (edad en la que es ordenado al sacerdocio católico romano) fue aleccionado en “lecturas académicas y disputas sobre teología y filosofía […] los candidatos sacerdotales de la comunidad de los premonstratenses recibieron un entrenamiento académico riguroso. Entre otros, pertenecía a este ámbito la lectura de los padres latinos de la Iglesia como también de otros autores latinos, por ejemplo, Cicerón” (Helmut Siemens,
Menno Simons: su concepto de la Biblia, una evaluación, CETAP, Paraguay, 2012, p. 18).
Simons comenzó a leer la Biblia después de su ordenación sacerdotal. Al iniciar la lectura de la Palabra, sobre todo del Nuevo Testamento, le hizo ver que “habíamos sigo engañados; y mi anteriormente mencionada conciencia afligida [por causa de sus dudas sobre las enseñanzas romanas del significado del bautismo y la Santa Cena] fue liberada de esta aflicción, sin toda instrucción humana” (Helmut Siemens, p. 18).
Aunque Menno Simons leyó obras de reformadores protestantes, entre ellos Lutero, Bucero y Bullinger (como recuerda en su
Un fundamento de fe, CETAP, Paraguay, 2013); decidió concentrarse en estudiar a profundidad la Biblia. Él no fundamentaba sus conclusiones en lo enseñado por uno u otro teólogo, sino en largas cadenas de versículos bíblicos que, a su entender, sustentaban los principios sobre los cuales basaba enseñanzas y prácticas que se desprendían de ellas.
En el pensamiento teológico de Menno es indiscutible la centralidad de Cristo. Por tal centralidad, entonces, la historia de la Revelación contenida en la Biblia llega a su máximo esplendor en la persona y obra de Cristo. La premisa que se desprende de tal conclusión es que si la Revelación de Dios es progresiva (de luz a más luz), por lo tanto las creencias y conductas de los creyentes deben cimentarse en la máxima luz, es decir en lo normado por Jesús el Cristo.
Simons nunca usó el término Revelación progresiva de Dios, sin embargo la noción está presente con gran claridad en sus escritos. No es casual que en cada uno de ellos eligiese poner a manera de epígrafe 1 Corintios 3.11: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”.
Si la culminación de la Revelación es Jesucristo, y Menno estaba plenamente convencido de ello, entonces todo debe juzgarse a la luz de tal cima. La conclusión siguiente, en esta perspectiva, es que no toda la Biblia tiene el mismo valor normativo para los cristianos y cristianas. La Biblia debe interpretarse desde un punto de vista cristocéntrico (Palmer Becker,
¿Qué es un cristiano anabautista?, Red Menonita de Misión, Elkhart, Indiana, reimpresión de 2013, p. 7). El conocimiento situado en el punto de vista cristocéntrico es contrastante con el de quienes tienen una concepción lineal horizontal de la Revelación:
Muchos cristianos en la actualidad tienen lo que se llama una Biblia “plana”. Creen que las palabras de Dios interpretadas por Moisés en el Antiguo Testamento tienen tanta autoridad como las palabras de Jesús en el Nuevo Testamento. Cuando cuestiones de carácter político o sociales como guerras, pena de muerte, o el trato de la gente pervertida surgen, aquellos con una Biblia “plana” utilizan textos del Antiguo Testamento como fundamento de sus creencias y acciones, aun cuando estos contradigan las enseñanzas de Jesús.
Menno Simons, y sus herederos doctrinales, sostienen que el mismo Jesús dejo sólidas pistas interpretativas sobre cómo evaluar los dilemas éticos y las consecuentes actitudes a sostener, y practicar, frente a los mismos:
Los cristianos anabautistas interpretan las Escrituras desde un punto de vista ético cristocéntrico. Se ve a Jesús como la revelación total de Dios y su voluntad, por lo cual en algunas ocasiones las enseñanzas de Jesús sobrepasan a previas enseñanzas. Jesús mismo dijo “Habéis oído que fue dicho… pero yo os digo…” (Mateo 5:21, 27, 31, 33, 38, y 43). Además, el autor de Hebreos dijo: “En el pasado, Dios habló a nuestros padres a través de los profetas muchas veces y de varias formas, pero en estos últimos días él nos ha hablado por su hijo… que es el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia” (Palmer Becker, p. 7).
Menno Simons estaba menos interesado en interminables discusiones doctrinales sobre oscuros puntos de las Escrituras, y más dispuesto a clarificar el sentido pedagógico de lo que implicaba el seguimiento de la Palabra viva, Jesucristo. Porque los “credos se preocupan solamente de las creencias”, pero Menno y los anabautistas “están igualmente interesados en las conductas. Los credos han sido usados frecuentemente para silenciar, excluir y perseguir a los disidentes, en lugar de ser una invitación a continuar conversando” (Stuart Murray,
The Naked Anabaptist. The Bare Essentials of a Radical Faith, Herald Press, Scottdale, Pennsylvania, 2010, pp. 44-45).
Si bien es cierto que para Menno Simons la lectura de la Biblia rinde sus mejores frutos si se hace desde una óptica cristocéntrica, por otra parte su comprensión de tal principio implicaba apertura a un renovado entendimiento de la Palabra. De todas formas de sus escritos se desprenden entendimientos bien asentados y, por así decirlo, no negociables sobre Cristo y su obra a favor de los seres humanos. Aceptar tales beneficios implica involucramiento vital con Jesús como Salvador pero igualmente como Señor.
Resumiendo, el entendimiento menonita de las Escrituras puede concentrase en cinco puntos: 1) La Biblia es central para la vida cristiana, porque es el fundamento de un verdadero entendimiento de la fe y práctica de los discipulo(a)s de Cristo. 2) La interpretación de la Biblia es tarea de la comunidad de creyentes, y no solamente de unos cuantos expertos que dictan líneas de comprensión para los demás. 3) El Nuevo Testamento interpreta al Antiguo Testamento, principio que requiere una lectura cristocéntrica de la Biblia, porque Cristo es el modelo final para el creyente cristiano. 4) La Biblia es un libro para la vida, su estudio no se agota en un ejercicio meramente intelectual (aunque lo incluye), sino que la estudiamos para aprender a ser discípulos de Jesús. 5) Más allá de poseer una fórmula doctrinal segura y acabada, la interpretación bíblica es un proceso continuo que se realiza comunitariamente y con el auxilio del Espíritu Santo (resumo los puntos que desarrolla más ampliamente John D. Roth,
Beliefs, Mennonite Faith and Practice, Herald Press, Scottdale, Pennsylvania, 2005, pp. 43-47).
Lo antes escrito es, apenas, un apunte sobre uno de los componentes de la teología de Menno Simons, su entendimiento de la Biblia, la centralidad de Cristo en ella y, por consiguiente, la necesidad de leerla desde una óptica cristocéntrica.
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