En nuestra anterior elegimos como referente al apóstol Pablo para la sección ‘La justicia de Dios en la Ley”. El título de esta nota se basa en un texto de la carta paulina a los cristianos de Roma, que es clave para esta nota:
“…. porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.”(1)
Conozco tres interpretaciones sobre esta afirmación:
Una, ve en el Señor Jesucristo - que no vino a abolirla- al Mesías prometido a Israel que rescata la ley para hacerla
norma de conducta de sus seguidores. Sus mentores enseñan que somos sus verdaderos testigos siempre y cuando vivamos cumpliéndola y enseñando a otros a cumplirla al pie de la letra
(2).
Otra, afirma que la ley cumplió su fin cuando Cristo consumó su obra salvífica al morir en la cruz, resucitar al tercer día, y ser glorificado en el cielo por Dios Padre; que, al hacer nuevas todas las cosas, el Señor nos liberó de la ley y de su observancia; y que por estar justificados la ley se aplica ahora sólo a los judíos
(3).
La tercera, ve en la ley al tutor antiguo que señala al hombre-bisagra de la historia de la humanidad: Cristo Jesús, el Hijo de Dios predestinado a venir al mundo; que la cumplió junto a las profecías
(4), por lo cual es el único capaz de reconciliarnos eternamente con el Padre de justicia y misericordia, y regresarnos al hogar celestial
(5).
El Evangelio de Cristo y Sus apóstoles gira en torno a la doctrina de la justificación por la fe; por ella, el creyente sabe que la fe le llega por el acto de oír la Palabra viva que le muestra su condición real ante Dios, lo mueve a arrepentirse de sus pecados y a confesar a Jesucristo como su Salvador y Señor
(6).
Los nacidos del Espíritu son los que Dios justifica; la nueva vida y conducta del creyente es descrita en las bienaventuranzas del sermón del monte, que no conforman ‘una nueva ley a cumplir’ en remplazo de la primera, sino que describe lo que es y hace cada creyente a quien Dios santifica y equipa para vivir cada día en humildad, hacer justicia y amar misericordia (7).
Un amigo incondicional poco consultado
Personalmente, no me avergüenza compartir que más de una vez interpreté erróneamente un escrito por no haber consultado antes un buen diccionario. Eso ocurre cuando tenemos ideas tan arraigadas que a lo largo de los años, sin darnos cuenta, se convierten en prejuicios. Quizás las dos primeras interpretaciones arriba citadas satisfagan a los que creen sinceramente en ellas. Pero, si realizaran un simple análisis gramatical podrían descubrir que la palabra ‘fin’ tiene dos usos, según el contexto en que aparezca.
El original del término ‘fin’ en nuestro texto es el griego
τέλος (Telós) del que deriva ‘teleología’
(8). En ese buen amigo que es el diccionario – y que pocos consultan - encontré estas dos acepciones para esa palabra:
a) Momento o lugar en que termina alguna cosa. Término, remate o consumación de una cosa; momento en que deja de existir, ocurrir o funcionar algo / Sinónimos: acabamiento, conclusión, final, expiración.
b) Finalidad, meta a la cual tiende una acción, motivo con que se efectúa una cosa. Intención con la que se hace o dice algo determinado / Sinónimos: intento, propósito, designio, objeto, objetivo, norte.
Si juzgásemos correcta a una la otra pasaría, necesariamente, a ser incorrecta. En el caso que nos ocupa, estimo que erraríamos si aplicásemos al texto solo una de las dos acepciones, ya que no siempre ocurre que dos acepciones de un término dado sean excluyentes entre sí.
Si partimos de la base que el AT y el NT de la Biblia son dos partes de un todo integral que nos da a conocer el propósito divino desde ‘la eternidad pasada’ y hasta ‘la eternidad futura’, podemos afirmar que el sujeto del texto, Cristo, da sentido y significado a las dos acepciones del término ‘fin’.
Cómo lo hace de manera simultánea es lo que intentaremos descubrir juntos, estimado lector.
LA LEY DE DIOS ES VIVA
Hemos compartido en nuestra nota anterior ejemplos de la Escrituras donde la ley de Dios demuestra su naturaleza justa y su cualidad de espejo. Podríamos preguntarnos ahora:
¿A qué le debe la ley su instrumental eficacia a través del tiempo y las circunstancias?
Pablo, el apóstol a los gentiles, nos brinda su respuesta cuando enseña que la ley no solo es letra grabada en piedra en lenguaje comprensible para todos los humanos, sino que le debe su origen espiritual a su autor. Dios es Espíritu; es el creador de la vida, porque Él es vida. Todo lo que Él crea y comparte tiene vida.
No podemos demostrar que la ley de Dios haya muerto; por el contrario, las profecías aún por cumplirse le aseguran buena salud hasta que llegue el día en que Él juzgará con justicia a todos, vivos y muertos (9). Si algún escéptico pusiera en duda la autoridad de Pablo para enseñar esta doctrina, él se encarga de disiparla:
“(…) nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación.”(10)
Reconocer que en la ley hay una diferencia entre ‘letra’ y ‘espíritu’ es esencial. De lo contrario, por más que leamos las Escrituras no la entenderemos como el Señor desea que la aprehendamos (11).
Además, la gloria divina es muy diferente a la humana. Nuestra gloria es efímera, la de Dios es eterna. La impronta de Su gloria marca todo lo que Él hace; Su ley cumple con dos fines: condena a quien no la cumpla y es el ‘ayo’
(12) que instruye a los humanos dándoles a entender la necesidad de salvación.
Pablo llama a ese servicio ‘ministerio’, es decir ‘todo servicio prestado bajo la autoridad de quien lo delega’.
Para Pablo ambos ministerios tienen gloria porque sirven al propósito para el cual Dios envió la ley. Así, la autenticidad y la eficacia de la ley están íntima e integralmente ligadas a su autor.
‘YO SOY’ ES AUTOR DE LA LEY
Recordemos cuando Moisés en el monte Sinaí para asegurarse de no fracasar en la misión a él encomendada por Dios le preguntó en nombre de quién habría de cumplir con su delicado ministerio.
“Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” (13)
‘
Yo soy el que soy’ es el nombre que Dios le revela a su siervo. Todos vivimos en el tiempo presente del modo indicativo del verbo ‘ser’. ‘Yo soy’ confiere a la primera persona del singular una cualidad permanentemente actual, que no caduca o varía. Pero, en el nombre dado por Dios a su siervo hay algo más que gramática.
En el caso de nuestro Señor significa
‘el que era, el que es y el que ha de venir’, tal como expresa el cántico en los cielos dedicado al Señor Todopoderoso,
‘que vive por los siglos de los siglos’ (14).
Dios no repite
‘el que soy’ cuando instruye a Moisés para que diga Su nombre
‘a los hijos de Israel’; lo resume en
‘Yo soy’ dándole una connotación histórica más reciente.
Es muy interesante recordar que, hasta Moisés, Dios se había presentado a los hombres como ‘Yo soy’ en diversas oportunidades:
- conforta a Abraham diciéndole “
Yo soy tu escudo”
(15);
“Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos”(16); y
“Yo soy el Dios Todopoderoso”(17);
- aparece en sueños a Jacob diciéndole
“Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac” (18); y luego
“Yo soy el Dios de Bet-el”(19); cuando le cambia su nombre por el de Israel le dice
“Yo soy el Dios omnipotente” (20), y le tranquiliza para que descienda a Egipto:
“Yo soy Dios, el Dios de tu padre.”(21)
Al pasar de la etapa patriarcal a la de Su perfecta Ley para gobernar a un díscolo y rebelde Israel antiguo, Dios llama a Moisés desde la zarza ardiente y le dice:
“Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob.”(22)
Moisés supo que la voz que oía era la del Dios verdadero porque había llamado a sus antepasados así como le estaba hablando ahora a él. De aquí en más, ‘
Yo soy’ habrá de presentarse a todos los escogidos para dar testimonio de la justicia de la ley divina. El AT registra numerosas veces que Dios se presenta como ‘Yo soy’ para reprender, advertir, animar y consolar a su pueblo Israel por medio de los jueces, los reyes, y los profetas.
‘YO SOY’ ES CRISTO
Jesús recordó esta manera de presentarse de Dios a los fariseos y saduceos que buscaban alguna palabra para acusarle
(23), y Esteban también la incluyó en su valiente testimonio ante las autoridades antes de ser rechazado y condenado, con lo que se convirtió en el primer mártir de la fe
(24). Jesús escandalizó a muchos religiosos al referirse a sí mismo usando la expresión ‘Yo soy’
(25):
a)
“Yo soy, no temáis”, cuando calmó a sus asustados discípulos que le vieron caminar sobre el mar.
b)
“¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? (…)
Jesús le dijo: Yo soy;” (al sumo sacerdote que lo interrogaba)
c)
“Yo soy, el que habla contigo.” A la mujer samaritana que le hablaba de Cristo, el Mesías.
d)
“Yo soy el pan de vida” y
“el pan vivo que descendió del cielo.”
e)
“Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy el que doy testimonio de mí mismo”, “Yo soy de arriba”.
f)
“si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.”
g)
“Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy;” (anticipando la crucifixión)
h)
“De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
i)
“De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.”
j)
Yo soyla puerta; el que por mí entrare, será salvo.”
k)
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”
l)
Yo soyel buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,”
m)
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”
n)
“Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.”
o)
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
p)
“Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.”
q) “
Yo soyla vid verdadera, y mi Padre es el labrador. (…) Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
r)
“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. (…) No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”
s)
“¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.” (Al ser apresado)
t)
“Yo soy Jesús, a quien tú persigues” cuando se aparece a Saulo de Tarso, y luego Pablo recuerda.
u)
“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.” (En la revelación de lo que vendrá, sobre la que Juan escribe para consolación y esperanza)
v)
“Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” Al que decimos ¡Ven Señor!
CONCLUSIONES
Gracias a la visión paulina afirmamos que la Ley marcó a los circuncisos un camino cuyo fin es Jesucristo, el Justo que vendría a cumplirla por la misericordia de Dios que desea redimir Su creación. Su pueblo se rebeló vez tras vez, eligiendo cumplir con las formas de la ley y olvidando su espíritu y finalidad. La prueba es que las primeras iglesias nacidas de la obra misionera apostólica fueron infiltradas por judíos que obligaban a los conversos a circuncidarse para ser hijos de Abraham. Aún hoy, los judíos guardan la Ley y esperan al Mesías.
Decíamos también, que el apóstol Pablo nos desvela esa propiedad de la Ley que refleja la condición pecaminosa de todo hombre y toda mujer, al punto de convencernos de que –salvo Jesucristo- no hay nadie que de la talla para vivir conforme a ella, y que pueda salvarse por querer cumplirla.
En sus cartas, Pablo por vía del pensamiento lógico saca algunas conclusiones de gran peso doctrinal; entre ellas:
que si intentamos cumplir con la Ley hacemos vano el sacrificio de nuestro Señor en la cruz; y que si insistimos en producir las obras de la Ley perdemos los incalculables beneficios de la Gracia de Dios.
La justificación por la fe no es obra de la Ley sino consecuencia de la justicia divina que es satisfecha con la cruz donde Jesucristo pagó el precio de nuestro rescate.
Un solo justo murió para que los injustos fuésemos justificados. El peso de la ley cayó sobre Él, para liberarnos de eterna condenación a los que creemos.
¡Vaya obra portentosa del amor de nuestro Dios! ¿Cómo pretender acceder a ella haciendo méritos?
Él no nos puso como condición que primero fuésemos buenos, que razonásemos y eligiésemos bien, que no dejásemos de cumplir con el programa de la iglesia, que no hiciésemos esto o aquello. No nos impuso ninguna prueba para verificar si merecíamos ser salvos. No nos pidió que dejásemos de pecar: cortando relaciones perversas, abandonando malos hábitos, dejando vicios….la lista puede ser muy larga. Nada de eso.
¡Nos salvó cuando aún éramos pecadores! (26) ¿’Demasiado bueno para ser verdad’? ¡NO! ¡Es Su verdad!
¿Creemos que esto es real? ¿Le creemos al único que puede decir ‘Yo Soy’ porque reúne en sí mismo todo lo que anhelamos ser y está dispuesto a compartir con nosotros por la eternidad si le somos fieles?
Si lo creemos, Cristo es nuestra justicia y nosotros somos justificados, esto es lo que Dios nos garantiza.
Lo escribo y no puedo menos que caer de rodillas alabando a Jesucristo por haber hecho este milagro conmigo; una realidad de la que ya supe dar fe tantas veces cuando cantaba integrando un cuarteto allá por los años 60
(27):
“Mi padre omnipotente es y nadie negará,
Dios de milagros y virtud, el cielo afirmará;
Fue un milagro que el astro alumbró,
Y al mundo en su órbita lo instaló.
Más cuando me salvó y me redimió,
¡Milagro fue de todos el mejor!”
Sirva esto de anticipo para nuestro próximo punto que es “La justicia de Dios en la Gracia”. Será hasta la próxima, si el Señor lo permite.
Notas
Ilustración: simbolismo con el cual el autor intenta graficar la centralidad de Jesucristo y su obra salvífica en la finalidad de la Ley
1. Romanos 10:4
2. Hay iglesias locales pertenecientes a denominaciones históricas, adheridas a movimientos misioneros o sosteniendo doctrinas de reciente difusión donde se enseña una rigurosa moral extraída del Decálogo mosaico. Esta es una característica de iglesias adventistas o ‘del séptimo día’, que guardan el Sabbat judío, pero no reconocen el domingo como ‘primer día de la semana’ en el que se reúnen la mayoría de las iglesias que se reconocen como ‘cristianas’. Una difundida secta –la de los Russelistas o Testigos de Jehová- edita su propia versión de la Biblia (conocida como TNM o Traducción del Nuevo Mundo) para apoyar sus principios basados exclusivamente en la Ley de Jehová. Sin llegar a estos extremos, hay congregaciones cristianas y aún evangélicas organizadas sobre la idea de que son representantes del Reino de Dios en la tierra y que deben demostrarlo viviendo estilos de vida ‘legalistas’, aferrándose a normas tales como ‘haced esto’, ‘no hagáis aquello’, etc. en un intento de vivir literalmente las Escrituras y de esa manera no perder la salvación; esta no está asegurada, y nadie puede saber si es o no salvo hasta el día cuando vivos y muertos sean juzgados según sus obras
3. Quizás más difundida que la anterior, esta enseñanza muestra la salvación consumada por Jesucristo como un regalo que Dios desea darle a toda aquella persona que decide aceptarlo. Predican el ‘evangelio de las ofertas’, una mezcla en la que la obra de la cruz es diluida con eslóganes propios del marketing actual. Hay grupos como los denominados ‘salvos siempre salvos’ cuyos miembros viven en dos planos diferentes; uno, el casi diario programa eclesiástico, y sus vidas privadas, el otro. Proclaman ser ‘ungidos’ o ‘bendecidos’ con experiencias especiales en sus reuniones multitudinarias, pero su moral y conducta privadas son motivos de quejas, denuncias y hasta condenas públicas. Resulta sintomático su desapego por los valores morales de la Ley y paradójico que aseguren ser salvos y que no han de perder tal estatus
4. Mateo 5:17; Lucas 18:31; comparar con Lucas 4:15-21; Hechos 2:22-39 y Hebreos 1:1-4. También es muy interesante la palabra que le da el ángel al escritor del libro de Apocalipsis: “Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (19:10b)
5. Efesios 2:13-18; Colosenses 1:19,20; Juan 14:2,3
6. Romanos 10:17, 9
7. Miqueas 6:8 8. Teleología etimológicamente significa “doctrina de los fines”, considerada indispensable para la comprensión de la realidad hace referencia a los fines o motivos por los que ocurre algo
9. Mateo 5:18; Lucas 16:17; Hechos 17:31; 2ª Timoteo 4:1; Hebreos 10:30. El juicio de Dios no será sobre las obras muertas de la Ley que hayamos podido hacer (comisión) sino sobre las que Él ya tenía preparadas para que hiciésemos (omisión)
10. 2ª Corintios 3:5b-9, negritas del autor
11. Marcos 12:33; Lucas 24:45; Romanos 12:2; 2ª Timoteo 2:7; 2ª Pedro 3:1; 1ª Juan 5:20
12. Gálatas 3:24,25. Ayo: término con el que se llamaba al que servía en la casa real, en la casa de los nobles o de las familias ricas sirviendo como tutores en la primera educación de los niños y jóvenes; Alfonso X, ‘El Sabio’ (1221-1284) -él mismo habiendo sido educado por ayos en su niñez- denominó con ese vocablo a su obra denominada ‘Las Siete Partidas’, conocida luego como ‘La ley de leyes’, ordenada durante su reinado en Castilla (1252-1284) para la unificación jurídica de los reinos de España. Esta obra fue tan importante que sentó las bases de la legislación en todo Hispanoamérica hasta el siglo XIX.
13. Éxodo 3:14. ‘El que soy’ es la traducción al castellano del hebreo יהוה(YHWH o Tetragrámaton) que resulta imposible de pronunciar. Sumemos a esto el hecho que los israelitas por temor no usaban ese nombre al referirse a Jehová Dios; en su lugar usaban palabras que definían roles o atributos de Dios, pero que no eran nombres propios como los que ponemos a los niños que van a nacer. Por ejemplo: Adonai (Señor), Elohim (Dios, tanto en singular como plural), El Shaddai (Todopoderoso); Elyon (Altísimo), Avinu (nuestro Padre), etc.
14. Apocalipsis 4:8-11
15. Génesis 15:1
16. Ibíd. 15:7
17. Ibíd. 17:1
18. Ibíd. 28:13
19. Ibíd. 31:13
20. Ibíd. 35:11
21. Ibíd. 46:3
22. Éxodo 3:6
23. Mateo 22:32; Marcos 12:26
24. Hechos 7:32
25. Negritas del autor: a) Mateo 14:27; Marcos 6:50; Juan 6:20; b) Marcos 14:62; c) Juan 4:26; d) Ibíd. 6:35, 48, 51; e) Ibíd. 8:12, 18, 23; f) Ibíd. 8:24; g) Ibíd. 8:28; h) Ibíd. 8:58; i) Ibíd. 10:7; j) Ibíd. 10:9; k) Ibíd. 10:11; l) Ibíd. 10:14; m) Ibíd. 11:25; n) Ibíd.13:19; o) Ibíd. 14:6; p) Ibíd. 14:11; q) Ibíd. 15:1, 5; r) Ibíd. 17:14,16; s) Ibíd. 18:4b – 6; t) Hechos 9:5; 22:8; 26:15; u) Apocalipsis 1:8, 11,17; 22:13;
v) Ibíd. 22:16
26. Romanos 5:8
27. La letra completa de esta oda tiene dos estrofas más; y repite como estribillo las cuatro últimas líneas de la primera estrofa después de: 2. “La Biblia de su gran virtud nos habla sin cesar, Y cada ave y toda flor a Él quieren loar” 3. “Aunque Su gloria aquí mostró, no nos permite ver, La gloria de Su trono allá hasta la eternidad”. Me permito expresar aquí mi profunda gratitud al Señor por haberme permitido integrar ese cuarteto que llamamos ‘Los Peregrinos’ junto a Carlos Coleman (alias Charlie, ya en el cielo), Raúl Santo y Ricardo Colombo.
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