No tenía previsto escribir nada más sobre Ucrania, pero me parece necesario añadir algo porque la cuestión se ha llevado al campo de lo “cristiano”. La Alianza Evangélica Europea invita a orar por el porvenir de Ucrania, un porvenir que ya ha venido por la “revolución” de la plaza de la Independencia. Otra entidad (grupos universitarios evangélicos, CCX) pide que se ore por lo que ya se ha realizado. “Una revolución en Ucrania colocó un gobierno en el poder que quiere estrechar lazos con Europa”. Ahora hay que apoyarlo para conseguir sus metas, que ya se sabe son las de “toda” la gente de Ucrania. No, no mezclen en esas cosas al Dios Santo. Participar en actos políticos, claro que sí, cada uno en el bando que mejor le parezca.
Pedir a los cristianos que oren por un bando es un chantaje, por muy religioso que sea el lenguaje con el que se invite.
Que se busque la paz, que se apoye a los pacificadores, muy bien, pero en Maidan no había precisamente “pacificadores”, tampoco en el otro lado. Pero la realidad es la que es; que el nuevo gobierno tiene a bastantes componentes de grupos neofascistas, pues es evidente (Svoboda y el Sector Derecho). Alguno incluso ha presentado lo adecuado de la situación para que los yihadistas chechenos incluyan ataques a Rusia. No todos han seguido el curso de la violencia para llegar a donde ahora se está, claro que sí, pero se ha acompañado a los violentos. Y se les ha premiado con puestos clave en el nuevo gobierno. Eso no es propaganda de Rusia, es la realidad.
Que el presidente interino es un pastor bautista; sí, lo era antes, tiene una larga vida política. Lo primero que hicieron al ocupar el poder fue no cumplir un compromiso con otros responsables de naciones vecinas, y derogar una ley de presencia del ruso como lengua cooficial donde vivieren gentes que la usan; eso no es ni sabio ni justo ni pacificador; ¿qué hacen en Crimea la mayoría que habla ruso? Meterse en la sociedad para ayudar y edificar, sí; meterse en el apoyo de una estructura de política partidista, cada uno es libre. Pero no mezclen al Señor en esto, como si “venga tu reino”, ahora sería, “que prospere este gobierno” (claro, y que se fastidie el otro).
[Escribo esto la noche del miércoles, lo que luego haya ocurrido, no lo sé. Pero se ha informado de conversación entre el Ministro de Asuntos Exteriores de Estonia y la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, en la que se avisaba de comentarios en la pasada visita del Ministro a Kiev, en los que se indicaba que los disparos de los francotiradores, contra los manifestantes y contra la policía, se había gestado desde la oposición. Se ha confirmado la conversación, aunque solo era referida a “comentarios”.]
Aunque no pertenezco, aprecio los informes sobre temas variados de la Alianza Evangélica. Aquí creo que se ha equivocado gravemente; pedir la oración partidista en este proceso, es, por lo menos, confundir.
Y ya que estamos en Crimea, nos vamos a la guerra que libró el imperio ruso contra el otomano y sus aliados (Francia, Gran Bretaña, Piamonte y Cerdeña), 1853-56, y que tuvo a esta península como campo principal. Esta guerra seguro que la movía intereses muy variados, pero su inicio se debió a una cuestión de protocolo de uso entre papistas y ortodoxos de la Natividad y Santo Sepulcro, que ya hay que ser brutos y tener ganas. Mientras que otro absurdo como la propia guerra, la carga de la Brigada Ligera, da para alguna película, nos fijamos, ya que estamos en eso del Día de la Mujer, en una mujer de día a día, y de noche a noche, una figura extraordinaria, la inglesa Florence Nightingale (1820-1910).
La señorita Nightingale formuló y aplicó los principios de la enfermería precisamente con el cuidado de los heridos en Crimea. Recibió en su vida un reconocimiento internacional notable; el Día de la Enfermería es en su recuerdo, y el propio juramento profesional lleva su nombre (“Ante Dios, juro…”). Su biografía da para muchas novelas (se ha hecho alguna película), y es un modelo formidable para estudiar el proceso del adelanto de la medicina y la salud pública. Su fundamento es el trabajo laico. La Cruz Roja le está en deuda por sus perspectivas.
Es un modelo donde contemplar el hacer ciudadanía, en el que cada uno tiene su lugar y todo da su fruto en la comunidad. Ella misma reconoce lo decisivo de su estancia de cuatro meses, para recibir conocimientos y experiencia en la actividad del cuidado de enfermos, en la Institución que dirigía en Kaiserswert (Düsseldorf) el pastor y teólogo luterano G. H. Theodor Fliedner, padre del también pastor y teólogo Federico, que se asentó en Madrid desde 1870, y comenzó su labor, y familia, que es de memoria celebrada en el campo evangélico español. Esa estancia fue esencial para todo su trabajo futuro, que empezó en el hospital de Crimea. Que cada uno realice lo correcto en su campo, eso dará frutos en otros.
Esta señorita no fue feminista en el sentido moderno; no pidió nada, lo tomó, con sabiduría y trabajo. Ocupó su lugar de mujer día a día, noche a noche (se la conoció como la “Dama de la lámpara”, pues hizo algo tan elemental como visitar a sus enfermos por la noche). Una ciudadana.
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